Pasó lo impensable. En la primera mitad de 2020, el CD perdió en Estados Unidos, la madre de todos los mercados, el último de los reductos en los que vencía al LP. Por primera vez desde 1986 la venta de vinilos supera en ingresos a la de discos compactos, según la Asociación de la Industria de Grabación de América (RIAA en sus siglas en inglés). Teniendo en cuenta que la música en streaming los barre a ambos, el disco compacto se encuentra en un estado de debilidad sin precedentes ¿Ha llegado el momento de librarnos de ellos?
Ya, esto mismo, pero al revés, se planteó en los noventa. Cuando los CD, más ligeros, más resistentes y más pequeños que los vinilos empezaron a convertirse en el formato dominante, a los hoy denominados boomers les faltó tiempo para deshacerse de sus viejos LP. Algo de lo que ahora muchos se lamentan mientras rastrean Discogs, la mayor web de venta de discos de segunda mano, en busca de aquel disco de Neil Young que tiraron a la basura en 1999 y por el que ahora un japonés les pide el equivalente al salario de una semana.
Pobres, no hay que hacer sangre. Esta es la única industria conocida en la que se ha producido una vuelta atrás tecnológica. En 2007, el año en el que el vinilo comenzó su remontada, la diferencia era colosal: 450 millones de compactos frente a 1.300.000 en vinilo. El LP era un nicho, jugoso, pero nicho. Nada parecía augurar que en 2020 las ventas de CD se desplomarían un 47,6%. La RIAA culpa al Covid-19: el cierre de tiendas ha afectado muy negativamente a las ventas de CD. Pero algo más debe de haber cuando las de vinilo han crecido casi un 4% en ese mismo periodo. “Un motivo puede ser que son compradores distintos. El de vinilo busca la edición exclusiva. El de CD iba a las tiendas por una novedad y, aprovechando la visita, se llevaba también cuatro discos baratos que veía en las cubetas. Y eso ha desaparecido con los comercios cerrados”, explica Daniel Vidaur, que lleva dos décadas trabajando en discográficas multinacionales.
En realidad, todos los formatos físicos son residuales. Las ventas de vinilos apenas representan el 4% de los ingresos de la industria. Las de formatos físicos, el 7%. Superan a las descargas digitales (6%), pero el jefe es el streaming, que supone el 85% de los ingresos.
Aún así, abramos ese melón, como hizo Matt Charlton en The Guardian: “Aquí están los millennials, siguiendo a regañadientes la estela de los boomers. Tienen CDs, vinilos, iTunes y streaming. Con la pandemia llegó el momento de hacer limpieza: así que mientras volvemos a tener algo parecido a una vida normal, ¿Nos atrevemos a dar el último paso y prescindir de nuestras colecciones de CD?”, se preguntaba hace pocos días.
“¿Vinilo sobre CD? La respuesta es sí”, apunta Fernando Delgado, director de la discográfica PIAS en España y Latinoamérica. “Aunque yo no creo que el CD vaya a desaparecer radical. Lo que sí va a desaparecer es el formato barato y chungo. Aunque quién sabe, la gente no tiene reproductor en casa y los coches empiezan a venir con Spotify”. En eso incide el catalán David G. Balasch, promotor, DJ y cabeza del sello Passat Continu. “Sigue habiendo consumidores fieles al formato CD por temas de espacio, comodidad y calidad de sonido, pero está en retroceso en los últimos años. Cada vez menos fabricantes apuestan por los lectores en sus equipos. Apple dejó de incluir ranuras de CD en sus ordenadores hace ya casi 10 años. Fue desterrado también del mundo del DJ y los clubes, por los lectores USB. Tampoco le favoreció la llegada del streaming, eliminando de cuajo el debate sobre la calidad del sonido. Se ha normalizado escuchar la música en calidades bajas”.
Preguntemos a un vendedor. Inma Barbero lleva la cadena de tiendas Bacomat en Vitoria Gasteiz. Durante 50 años, su familia ha visto los vaivenes de las ventas de reproductores de todos los formatos. “Como módulo independiente, el reproductor de CD está en total decadencia. Lo que se vende son aparatos de mucha calidad, que pueden llegar a valer 3000 euros, para un nicho de mercado muy friki, que valora mucho la calidad de sonido y está dispuesto a dejarse una pasta. La venta de minicadenas con CD, que valen 250 euros como mucho, es un goteo que disminuye cada año. Eso se nota también en la oferta. Si antes había 15 modelos por marca, ahora son tres o cuatro. Sin embargo, cada vez se venden más tocadiscos. Muchos para regalo, con aspecto vintage, para colocar en el salón”, explica.
Está de moda tener un tocadiscos en el salón, está claro. “Sobre todo, tira el vinilo. Cuanto más especial y exclusivo sea, mejor. Y te diría que casi no importa el precio”, puntualiza el director de PIAS en España y Latinoamérica. “Pero el CD tiene compradores. Por ejemplo, el disco de Fleet Foxes salió en digital en noviembre. Y ahora, el día 5, pusimos a la venta la venta en CD y LP ha sido muy parecido. Se han colocado solo 100 copias más en vinilo que en compacto”.
¿Y si el muerto resucita?
Por eso, a pesar de todos los pesares hay quien cree que pronosticar la muerte del CD es precipitado. Es el caso de Daniel Vidaur. “Lo que se ve hace tiempo es que hay que publicar en multiformato. Antes se lanzaba un CD y un vinilo, ahora hay que tener diferentes ediciones: doble CD, sencillo, vinilo coloreado, vinilo estándar… El vinilo tiene más tirón, pero el CD sigue ahí. Yo creo que se va a mantener”.
Abel Figueras, responsable del microsello Galleta Records, y gran conocedor del mercado de segunda mano, cree que incluso cabe la posibilidad de un renacer: “No solo creo que pasará, sino que ya está pasando. Por ejemplo, dentro del hip-hop, hay sellos como Gourmet Deluxx o Coca Reef que se dedican a sacar ediciones golosina en tiradas cortas y a precios de sangre de unicornio en los tres formatos físicos (CD, vinilo y cinta de cassette), agotándose en todos los casos y revalorizándose a la velocidad de la luz en el mercado de la segunda mano más especulativo. Estoy convencido que el CD sigue funcionando”.
¿Entonces qué? ¿Es seguro destruir tu colección? Hay diversidad de opiniones. “Estoy en ello”, confirma David G. Balasch, que tiene unos 3.000 compactos. “Es gracioso hablar de esto mientras me veo inmerso en el proceso de vender mi colección de cedés, durante muchos años en cajas en un trastero. Con excepción de algunas ediciones especiales o cajas conmemorativas, la mayoría no tienen apenas valor y son fácilmente accesibles a través de las plataformas de streaming. Los precios que se manejan son irrisorios, lo cual da pistas sobre la poca aceptación que tiene también entre el consumidor más joven”.
Abel Figueras piensa lo contrario: “Personalmente yo no me siento seguro de que cualquier fuente de información y/o conocimiento dependa exclusivamente de la nube. Quiero creer que en caso de un colapso digital mundial podremos acceder a toda esa información y/o conocimiento con las fuentes físicas. Siempre habrá gente que conserve sus colecciones. Con posibles purgas, por supuesto, por falta de espacio en los pisos de mierda en que nos vemos confinados, venta por situaciones de precariedad o simple limpieza de “pieles muertas”. Yo estoy en ese equipo. Además, una buena colección de cedés sin cajas de plástico se puede conservar en unas pocas libretas de 250 CD de capacidad. ¡Larga vida al síndrome de discógenes y al conocimiento!”.
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