Tengo que confesar que soy de esas personas que ha cambiado de opinión respecto al pasillo. Si llego a escribir sobre esto hace una semana hubiese dicho que sí, sin pensarlo y además de haber sido parte del cuerpo técnico lo hubiese utilizado para motivar a los jugadores de cara al partido contra el Real Madrid.
Sin embargo me ha hecho cambiar de opinión todas las tertulias que veo y escucho en las que aficionados madridistas pretenden que el Atlético de Madrid le haga el pasillo para después mofarse del equipo. Incluso sonríen hablando del pasillo que le hizo en su día el Barcelona en el Santiago Bernabéu y tras el que luego perdieron por 4-1.
No olvidemos que este lunes fue el día Internacional contra el acoso escolar, y tratar de humillar a un equipo y sus aficionados por un gesto de deportividad creo que no es buen ejemplo para los más pequeños en las aulas. Un motivo más para que el Atlético se muestre firme con coraje y corazón en esa decisión de no realizarlo.
Sobran los motivos de tal modo para defender esta postura que ni siquiera voy a entrar a recordar las palabras de Sergio Ramos y Zinendine Zidane antes de un derbi para no hacer pasillo a los rojiblancos. ¿Qué más quieren?
Vaya por delante que el asunto produce una pereza inconmensurable. Y vaya por delante que muchos no parecen disfrutar de sus éxitos ‘per se’, como recompensa de su propio esfuerzo y superación. No, algunos parecen ganar no por sí mismos, para hacerse más eternos, sino en contra de otros. Y esa es una sensación que todo este asunto del pasillo me recuerda muy a menudo.
Aún recuerdo, al salir de la final de Lisboa, quedarme a contemplar el rostro y las reacciones de aficionados de uno y otro lado. En el Atlético, la profunda tristeza de haberlo tenido cerca, la duda de si volverían a tener una oportunidad así. En los del Real Madrid, más que alegría, alivio. Alivio por el hecho de que no fuese el Atlético el ganador, no por el hecho de haber levantado una Champions más que sumar a su increíble palmarés. ¿No sé si me siguen?
Pero todo ese ruido generado alrededor de este asunto, a cuenta de algunos medios y periodistas que efectivamente no viven la profesión como un ejercicio deportivo, sino como la reivindicación perpetua de las filias y fobias propias; es eso, simplemente ruido. Y no sólo meto en este saco a periodistas, las redes sociales se han convertido, en un sentido y otro, en ‘lobby’ que hace de timón en los clubs de decisiones que deberían ser meramente morales, éticas y deportivas.
La realidad no es Twitter ni Instagram. No se equivoquen. En la vida, regirse por unos valores morales elevados tiene un coste, pero es una decisión que habla de ti como persona, en este caso como club. Y si quitamos todo envoltorio nauseabundo de las mofas, las imbecilidades de aquellos que pretenden humillar en lo que debería ser algo decoroso, y las tonterías de los de siempre, queda algo simple, el reconocimiento al que ha logrado un título. Sin peros. Es justo, es caballeroso y forma parte de la esencia del deporte, reconocer el mérito del que peleó como tú por un objetivo, y se lo acabó llevando.
Que el Atlético hiciese el pasillo, incluso a un rival como el Real Madrid -históricamente injusto en su trato y relación con su vecino-, dejaría ver a la perfección cuáles son sus valores morales y cuán grande es su deportividad, su respeto. En la vida, mantener un rumbo ético a veces te hace enfrentarte a situaciones tan desagradables como ésta, pero ahí radica el verdadero coraje y corazón. Y el Atlético es un club tan grande y con unos valores tan hermosos, que no debería dejarse arrastrar por el ruido, ajeno y propio. Se suele decir que el rugby es un deporte de bárbaros jugado por caballeros, y el fútbol uno de caballeros jugado por bárbaros. No caigamos en la barbarie. No caigamos en el juego de los que enfangan los valores que inspiraron este deporte en su creación.
Si el Atlético está “orgulloso de no ser como ellos” no puede hacer lo que ellos precisamente harían (¿Verdad Zidane?).