“Hace cinco años me sentía una pionera. Ahora ya no lo soy gracias al #MeToo”


Un día cualquiera de principios de los ochenta, Joanna Hogg (Londres, 61 años) fue, llevada por su novio, a ver un cuadro del museo londinense The Wallace Collection: The Souvenir (El recuerdo), de Jean-Honoré Fragonard, el genio de la intrascendencia rococó. “Aún intento entender por qué me llevó”, dice hoy esta cineasta. La protagonista de ese cuadro se llamaba Julie, como la protagonista de The Souvenir (2019) y The Souvenir: Part II (2021), el díptico autobiográfico que ha dado a Hogg la atención que se le ha negado durante años a pesar de su tres celebrados filmes anteriores (Unrelated, 2007; Archipelago, 2010; y Exhibition, 2013). En ese cuadro, Hogg no solo encontró el título de sus películas, también la excusa de la narración construida a partir de recuerdos, y fijó el gran misterio que le ha llevado casi cuatro décadas desentrañar: aquel novio, adicto a la heroína, la relación conflictiva que mantuvieron y su muerte repentina.

El desconocimiento que tenía sobre él y lo mucho que le afectó cuando ella aún era estudiante de cine fueron el punto de arranque de una historia que empezó a pensar a finales de los ochenta. Una década después volvió a sacarla del cajón y dos décadas más tarde encontró el camino: no era él a quien tenía que investigar, sino a ella misma. “Parte del ímpetu que me llevó a escribirla fue la falta de perspectiva femenina que había en el cine, la necesidad de ver el viaje de una mujer que quiere ser directora en un mundo de hombres”, explicaba en el pasado Festival de Cannes, donde presentó la segunda parte (sin fecha de estreno en España). “Me sentía una pionera cuando empecé a escribirla hace seis o siete años. Ahora ya no lo soy, gracias al Time’s Up y el #MeToo”.

Hogg concibió las dos películas al mismo tiempo, “una misma historia partida en dos”, y esperaba rodarlas seguidas, gracias en parte al apoyo como productor ejecutivo de Martin Scorsese (“si no llega a ser por su confianza, no sé”, suspira). Pero como al final tuvo que distanciar los rodajes por falta de dinero, con la segunda parte ha tenido tiempo de reevaluar su memoria y sus emociones. Si The Souvenir era una reconstrucción no absolutamente realista de lo que vivió, The Souvenir: Part II ha acabado siendo, según ella, “una película sobre cómo fue rodar la primera parte”. “Fue toda una reacción física y emocional para mí: ver el apartamento en el que viví en esos años reconstruido en plató gracias a las fotografías que había hecho entonces e incluso usando algunos de los muebles u objetos que aún guardo, releer mis diarios, revisitar mis cortos”, explica con mucha calma, pero todavía tratando de entender lo que estas dos películas han supuesto para ella. “Es raro porque trabajo tanto por instinto que cuando hago algo olvido enseguida cómo lo hice, pero sé que tiendo a convertir las experiencias que más me han mortificado en algo positivo y, por tanto, creativo”. Esa es la forma que tiene Hogg de decir que el cine la ha salvado de alguna manera.

El trabajo con el que Julie se gradúa en la escuela de cine en The Souvenir: Part II es el que la directora habría querido atreverse a hacer a esa edad. Hogg rodó Caprice (1986), su primer cortometraje, con su amiga Tilda Swinton como protagonista que se plantaba por motivos morales ante las exigencias de una directora de una revista de moda. Una declaración valiente entonces y que parece haber sido el forzado camino de Joanna Hogg para llegar a este éxito tardío y este peculiar cierre de círculo vital y profesional: cuando lo rodaron, Swinton era una desconocida pero aquí sigue ahora, al lado de Hogg, interpretando en las dos The Souvenir a la madre de Julie, encarnada por su hija, Honor Swinton Byrne (ahijada de Hogg). Es un intrincado juego de espejos de realidad y ficción, memoria y actualidad.

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