Parecía que todo había acabado y que Lewis Hamilton había claudicado de su cruzada particular de inicio de curso, quitándose el piercing de la nariz a partir del GP de Gran Bretaña para pilotar cumpliendo con la normativa de seguridad de los pilotos. Fue un tema muy polémico al inicio de campaña, e incluso Hamilton retó a la FIA en Miami presentándose a la rueda de prensa oficial lleno de collares, pendientes, relojes y anillos, amenazando con que no pensaba quitarse sus joyas y que incluso le daría igual perderse alguna carrera. Semanas después, Lewis parecía haber dado marcha atrás, pilotando sin su piercing de la nariz desde Silverstone, pero en el GP de Singapur de F1 fue llamado de nuevo para comparecer ante los comisarios por incumplimiento de la normativa por pilotar con su piercing de la nariz puesto.
Así lo anunció la FIA con un documento, asegurando que Lewis debía declarar ante los comisarios presentes en el Marina Bay por incumplir el Apéndice L, capítulo 3 del Código Deportivo Internacional.
“La FIA tiene peces más grandes que freír”, dijo Hamilton en repetidas ocasiones al inicio de curso, asegurando que la Federación Internacional tenía cosas más importantes en las que trabajar. Pero la FIA insistió en la importancia de que los pilotos cumplan con las reglas de seguridad.
Según la FIA, “el uso de joyas durante la competición puede dificultar tanto las intervenciones médicas como el diagnóstico y tratamiento posterior en caso de que sea necesario después de un accidente. La presencia de joyas puede complicar, debido al riesgo de ‘enganche’, la retirada del equipo de seguridad del conductor, como casco, pasamontañas y monos”.