La estrella de los Houston Rockets sigue empecinada en dejar de serlo más pronto que tarde. James Harden no está comunicando sus intenciones a la franquicia que le ha dado cobijo desde 2012 y sigue intentando forzar un traspaso a otro equipo, preferiblemente los Brooklyn Nets de Kyrie Irving y Kevin Durant.
El jugador, saltándose todos los protocolos sanitarios de la competición, fue visto en Las Vegas el sábado y en Atlanta el domingo, donde celebró una fiesta sin medidas higiénicas junto al rapero Lil Baby. Evidentemente, Harden no estuvo presente en la primera semana de entrenamientos y atención
a los medios de la pretemporada NBA.
Su entrenador, el debutante Stephen Silas, dice que no sabe cuando podrá contar con la Barba en las sesiones de entrenamiento: “No hay un calendario que yo sepa. Es un revés. Quieres tener a tu mejor jugador aquí”.
Silas, que tras 20 años de experiencia en otros cargos en la liga debuta por fin como entrenador jefe, está navegando la situación con estoicismo. “No está aquí, y tiene un mo tivo, pero explicar cuál es la razón por la que no está con nosotros es cosa suya”.
El contrato de Harden es una losa muy grande para Houston, que hace bien de mantener la cabeza fría a la hora de buscar soluciones a una situación que, mal gestionada, podría romper varias temporadas de planificación deportiva.
De momento, el jugador debía presentarse a las instalaciones de los Rockets para varios compromisos el pasado fin de semana, algo que no ha ocurrido: ni el entrenamiento grupal ni otro individual el domingo por la tarde. En Houston no saben cuándo aparecerá su buque insignia ni con qué actitud jugará este año.
Si la Barba quiere irse, deberá buscar la mejor solución pactada, algo que no parece que esté ocurriendo a estas alturas. No es fácil colocar sus tres años y 133 millones de dólares en ningún sitio.
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