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Harto de borregos


Me pregunto por qué depende del oído del árbitro la condena efectiva frente a los racistas que asisten al fútbol bajo el amparo de quienes les venden carnets o entradas. Más allá de protocolos de actuación, no parece ni razonable ni equilibrado soportar todo el peso de la ecuanimidad en la única oreja libre sin pinganillos de vaya usted a saber qué generación. Sin entrar en pruebas más periciales sobre la agudeza o sordera del susodicho, habría que reflexionar sobre las diferentes varas de medir y los intereses que pudieran esconderse a la hora de perseguir según qué atropellos contra la dignidad de los profesionales.



Resulta que si ni el colegiado, ni su extenso equipo, ni el delegado federativo, ni el de la Liga escuchan nada; todo queda en manos del Comité de Competición más sueco y desentendido de la UE. ¿Hasta dónde llega la ausencia de sentidos?, ¿afecta también al más común?

Si estamos todos implicados en la lucha contra el racismo, la homofobia y demás aberraciones, ¿no sería conveniente un VAR que reclame al árbitro la escucha de lo que no apreció? ¿Y un comité que entre de oficio en lo que importa y ofende? Si la única alternativa para el jugador y su club es retirarse del partido como protesta, no estaría mal que el Athletic volviera a ser pionero. Seguro que aquí apoyaríamos todos.


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