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Historia de un neoyorquino: denunció que la CIA iba a por él por yihadista pero acabó preso de Al Qaeda



La segunda charla con Bilal, tras un primer contacto, se produce el 4 de abril, poco después del bombardeo con agentes químicos en la localidad siria de Khan Sheijun. No está muy lejos. “Ha habido un ataque con gas sarín”, escribe en el chat, “y estamos tratando de cubrirlo, ¿hablamos más tarde?”. Sin duda. Bilal Abdul Kareem es norteamericano. Creció y se educó en el Estado de Nueva York, donde actuó como cómico en varios locales. Su vida es un enrevesado periplo que salta de una mezquita de Brooklyn a Sudán y Egipto. Del cristianismo al islam; de la comedia al periodismo de guerra en el conflicto más mortífero, el sirio -donde además no abundan los occidentales. Y su carrera, muy visible en la Red, no ha pasado desapercibida en los últimos meses. La firma de abogados estadounidense Lewis Baach presentó a finales de abril en Washington una demanda en nombre de Bilal contra la Administración de Donald Trump. Motivo: no quiere que le maten por sus contactos en Siria con afines a Al Qaeda.

Según el pliego que el abogado Jeffrey D. Robinson ha enviado a este diario, Bilal, nacido en 1970, ha entrado en la kill list (lista de la muerte) del Gobierno estadounidense. Esto de acuerdo siempre a la información obtenida por la parte demandante, que enumera incluso cinco ataques aéreos recientes en los que Bilal estuvo a punto de caer. Kill list es el nombre vulgar de algo que tampoco es público pero que formalmente se conoce como disposition matrix, una base de datos que reúne información sobre supuestos objetivos de Estados Unidos y que funciona desde tiempos de Barack Obama. A través de esta kill list, que supervisa el presidente, se organizan los ataques, normalmente con drones, contra sujetos que puedan suponer una amenaza para el país. Lewis Baach incluye también en su escrito como demandante al periodista sirio-paquistaní Ahmad Muafaq Zaidan, que entrevistara a Osama bin Laden antes del 11-S. La inclusión de Zaidan en esta kill list ya fue aireada en la filtración de documentos del exempleado de la CIA Edward Snowden. 
– ¿Qué tal, Bilal? ¿Alguna respuesta desde el Gobierno?
– ¡Aún estoy vivo, así que por ahora va bien, LOL!

La conversación con Bilal se produce en diferentes días a través de Telegram. Vive en algún lugar de la provincia de Idlib, en la franja occidental siria. Es allí hacia donde muchas milicias anti-Asad se han replegado tras el asedio de Alepo. Pero también es el principal feudo de Hayat Tahrir al Sham, antes conocido como Fatah al Sham y Jabhat Fatah al Nusra; al margen de nomenclaturas, es el enclave bastión del grupo armado vinculado a Al Qaeda.
“Yo entrevisté a Abu Firas al Suri, de Al Nusra”, admite Bilal, “antes de que el ataque de un dron le matara [en abril de 2016]”. Así fue. Hasta en tres ocasiones, el norteamericano se sentó junto al veterano yihadista sirio. “Ni me sentí amenazado ni sentí que no pudiera discrepar con él”, defiende. En enero, As Sahab, medio de propaganda de Al Qaeda, difundió un mensaje en el que el actual líder de la red, el egipcio Ayman al Zawahiri, elogiaba a Al Suri. As Sahab se sirvió en el comunicado de una imagen en la que Bilal aparecía junto a Al Suri, durante una de sus entrevistas.
El tono de Bilal frente a la cámara no ha dejado de ser el de un comediante de la escena local; un excelente comunicador que mezcla un inglés profundamente americano con expresiones en árabe. Veinte años antes de entrevistar en territorio sirio a uno de los hombres de Al Qaeda, Bilal, todavía en Nueva York, se mudó a un apartamento de Brooklyn, muy cercano a una mezquita. Fue la primera vez que escuchaba la llamada a la oración del islam. Observó y convivió con musulmanes; estudió su religión y se convirtió. Trató de seguir aprendiendo en Sudán, pero no le fue bien. Saltó a Egipto y acabó presentando un espacio de la cadena saudí Huda TV. En 2012, con la guerra ya lanzada, aterrizó en Siria. Aunque la entrevista a Al Suri fue la gota que colmó el vaso de los que le vinculan a grupos integristas, Bilal también le ha puesto el micro, por ejemplo, al clérigo radical Abdul Razaq al Mahdi y ha entrevistado a muchos milicianos, entre ellos, uno armado con un cinturón de explosivos a la cintura. El revuelo estaba servido.
– ¿Por qué es objetivo de EE UU?
– Les encantaría ponerme la etiqueta de terrorista para desacreditar el trabajo que hacemos y silenciar mi voz.
Bilal insiste en que habla con todas las partes para que se entiendan y que no todo “militante islámico” es por defecto un enemigo de Occidente. La demanda presentada por el abogado Jeffrey D. Robinson argumenta que el norteamericano es un reportero que ha colaborado con BBC, Channel 4, CNN, Sky News y Al Yazira. En efecto, la periodista Clarissa Ward utilizó a Bilal para los reportajes La verdad sobre Siria, emitidos por CNN. El norteamericano se ha sentado además en los estudios de Al Yazira para hablar de la guerra en el país árabe e incluso ha llegado a ser elegido personalidad de la semana de la cadena catarí.
El precedente Al Aulaki
Son contadas las ocasiones en las que un ciudadano ha presentado un recurso ante la justicia norteamericana por estar en la kill list Esto no quiere decir que Bilal lo esté necesariamente ni que, de estarlo, sea un objetivo inminente. Como precedente en los archivos recientes está el caso del clérigo norteamericano Anuar al Aulaki, nacido en Nuevo México pero de origen yemení. Pasó en pocos años de criticar en la mezquita el 11-S a ser un prominente propagandista vinculado a Al Qaeda. Tras abandonar EE UU con dirección a Yemen y probarse sus vínculos con el terrorista nigeriano Umar Farouk Abdulmutallab, que trató de hacer estallar un vuelo sobre Detroit en 2009, Obama dio luz verde a su caza sin captura.
En este caso, la familia Al Aulaki también supo antes de su muerte que Anuar había entrado a formar parte de la kill list e intentó frenarlo. Nasser al Aulaki, padre del clérigo, presentó una demanda en Washington para frenar el ataque, pero el juez la desestimó por no ser competente para actuar en nombre de su hijo y ser un “asunto político”.
Llega la pregunta más difícil.
– Bilal, ¿tiene conexión con alguno de los grupos que entrevista?
– No tengo conexión alguna salvo la de cubrir las historias que veis en Internet, encontrándome en la calle con ellos como lo hace cualquier otro que viene y va.


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