La cumbre de dos días del G-20 que comienza este martes en la localidad balinesa de Nusa Dua avanza hacia unas conclusiones de consenso que afirman que “la era actual no debe ser de guerra” y consideran “inadmisible el uso o la amenaza de uso de armas nucleares”, según las agencias Reuters y France Presse. Los negociadores diplomáticos han hallado un acuerdo sobre un texto que se espera sea refrendado por los líderes. El documento recoge la firme condena de la guerra en Ucrania de “la mayor parte” de los miembros del grupo, pero señala que en la reunión “hubo otros puntos de vista” acerca de la situación y las sanciones. El texto también hace referencia a una resolución de la Asamblea General de la ONU que condena la agresión rusa.
A la espera de su formalización, ese es el lenguaje que parece haber permitido un consenso que muchos expertos consideraban improbable en la víspera de la cumbre a la vista de las profundas divisiones. Múltiples factores parecen haber empujado en la dirección de lograr una declaración común en tiempos de fuerte división internacional. Algunos elementos apuntan a que ni China ni India quisieron aceptar una ruptura para apoyar a Rusia, y que Moscú parece dispuesto a aceptar un lenguaje que no es ideal ―incluido el hecho de que se hable de guerra, vocablo que el Kremlin evita― con tal de no figurar aislado en un pie de nota.
Significativamente, el líder de China, Xi Jinping, criticó en la sesión matutina la instrumentalización de productos alimenticios y la energía con fines geopolíticos, una declaración sin duda poco favorable para Rusia. Xi también se posicionó en contra de las sanciones unilaterales, en un dardo contra Occidente, pero la frase sobre alimentos y energía en plena cumbre es novedosa y no es una buena señal para el Kremlin.
Narendra Modi, primer ministro de la India, destacó la ruptura de las cadenas de suministro globales e insistió en que es necesario regresar al camino de la diplomacia y del alto el fuego en la guerra de Ucrania. Las dos potencias asiáticas, que se abstuvieron en la declaración de condena de la invasión rusa en la Asamblea General de la ONU, no tienen interés en que la confrontación geopolítica llegue a un punto de ruptura, de disrupción del sistema económico global. Por ello, han ido confluyendo hacia un consenso.
Aislamiento de Rusia
En el G-20 se escucharon tres tipos de discursos claramente diferenciados, según fuentes presentes en el encuentro. Por un lado, la gran mayoría de los dirigentes, entre los que estaban los de Estados Unidos, Canadá, Japón, Australia y todos los europeos, incluido el español Pedro Sánchez, con durísimas críticas a Putin y su invasión de Ucrania. Por otro lado, los que se colocan en una posición más intermedia, el más claro de ellos China, pero también India, Brasil o México, que no critican tan abiertamente a Rusia. De hecho, para sortear problemas diplomáticos, el ministro de Exteriores ruso, Serguéi Lavrov, fue situado entre sus colegas de México y Brasil, de manera que evitaba fotografías con algunos de los presidentes más críticos con Moscú. Estos países, según las mismas fuentes, eludieron las críticas más duras a Rusia, pero tampoco apoyaron en ningún momento su posición, por lo que se vio muy claramente su aislamiento.
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Y la tercera posición, la de Rusia, fue la de siempre. Lavrov, que habló después de Volodímir Zelenski, aseguró que tenía que contestar a lo que había dicho el presidente ucranio. El ministro ruso manifestó que la guerra en Ucrania pretende la “desnazificación” de este territorio, acusó a los países occidentales de un “nuevo colonialismo” y los culpó de la crisis alimentaria por las sanciones impuestas a Rusia. Aun así, algunos vieron en Lavrov algún cambio positivo, por dos elementos fundamentales. Primero, porque todo apunta a que se podrá firmar un comunicado, al contrario de lo que sucedió en el G-20 de ministros de Exteriores celebrada en julio, que terminó sin texto pactado. Y, segundo, porque Lavrov, al contrario de lo que hizo en ese foro anterior en Bali y en la reunión del Consejo de Seguridad de la ONU en Nueva York en septiembre, no se levantó cuando terminó su discurso y escuchó a todos los demás participantes, incluido Zelenski, por lo que aguantó críticas durísimas.
Por su parte, el presidente Zelenski aprovechó su intervención en videollamada para presentar un decálogo de medidas que deberían ser impulsadas por la comunidad internacional, empezando por afianzar la seguridad nuclear, alimentaria y energética, y la liberación de presos y deportados, entre otros asuntos. En la alocución, el mandatario ucranio insistió en los conceptos de restauración de la integridad territorial de su país y del orden global.
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