—¿Cómo va todo?
—Bueno, mal— dice Geaninna Ramos, trabajadora de Médicos Sin Fronteras (MSF) en México, mientras se fuma un cigarrillo a la entrada de las oficinas de la organización y aprovecha para descansar un poco. Cada mañana sale a las calles y atiende a los cientos de venezolanos que llegan a la Ciudad de México. Según datos de la organización, hay 41.000 migrantes de esa nacionalidad atrapados en el país. Ramos es una de las encargadas de hablar con los cientos de hombres y mujeres que llegan a la capital, y que no saben ni cómo ni cuándo van a poder seguir su camino.
En estas últimas semanas no consiguen encontrarles ni un sitio donde dormir. “Vemos familias enteras que duermen en la calle”, dice Ramos, “pero los albergues están llenos y no encontramos sitio para ellas”. Los albergues de la ciudad pertenecen a organizaciones civiles y, con el escaso apoyo que reciben de las autoridades de la capital y del Estado, no dan abasto.
En mitad de su descanso, Geaninna atiende al reportero, le abre la doble puerta de la oficina de MSF en Ciudad de México y le presenta a Christos Christou, el presidente internacional de la organización, que ha concedido una entrevista para hablar de la emergencia migratoria creada tras la nueva política de los gobiernos estadounidense y mexicano. Lleva 10 días en el país, ha recorrido los albergues de la capital de Ciudad de México y de Reynosa, una ciudad fronteriza donde van a parar los expulsados de Estados Unidos.
Médico y cirujano, empezó su andadura en MSF en 2002, trabajando con migrantes y refugiados en Grecia. Después le mandaron a Zambia, donde trabajó en un proyecto para tratar el VIH en la región. También ha estado en misiones en Sudán del Sur, Irak y Camerún.
Pregunta. ¿Por qué venir a México ahora?
Respuesta. Porque yo y mis compañeros en MSF estamos muy preocupados por la situación de la migración en la región. Los números no son normales, son demasiado elevados y se están acumulando en todos los puntos de la ruta y creando una situación que nosotros consideramos de emergencia. Las organizaciones humanitarias están haciendo lo que pueden, pero no llegan. Cada vez más personas necesitan ayuda, pero las organizaciones no reciben más ayuda de ningún sitio, ni más recursos, ni más dinero para hacer su tarea. Y la respuesta de las autoridades está siendo del todo insuficiente.
P. ¿Ha podido hablar con el Gobierno mexicano?
R. Sí, me he reunido con Alejandro Encinas Rodríguez [subsecretario de Gobernación de Derechos Humanos, Población y Migración] y con Maximiliano Reyes Zúñiga [subsecretario de Relaciones Exteriores para América Latina y El Caribe]. A ellos les expresé mi ansiedad por la situación aquí. Les dije que tienen que hacer más a nivel federal y coordinarse mejor. También quería asegurarme de que ellos ven la situación de emergencia como la vemos nosotros.
P. ¿Y las autoridades qué le dijeron?
R. Bueno, algunos parecían más preocupados que otros. Todos me escuchaban, pero no parecían sentirse presionados, no parecían sentir que la situación actual se salía de la normalidad de los últimos años. Pero nosotros pensamos que las cosas ahora mismo están yendo terriblemente mal.
P. ¿Ha conseguido algún compromiso de su parte?
R. Hay buen espíritu de colaboración, pero el caso es que no se trata de ayudar a las ONG, se trata de que el gobierno, a nivel local y federal, lidere y coordine mejor las actividades que se tienen que llevar a cabo para tratar esta emergencia.
P. Estuvo en Reynosa, en la frontera con Estados Unidos, ¿qué vio allí?
R. Allí y en todo México los migrantes están muy confundidos, no entienden qué pueden hacer, dónde ir, cuál es el proceso. Se preguntan: ¿por qué ese tiene prioridad y yo no? ¿A qué estamos esperando? La gente se pasa días sin saber qué va a pasar y esa es la receta perfecta. Se acumula la frustración y entonces las cosas se pueden salir fuera de control con mucha facilidad. En Reynosa vimos familias enteras detenidas, aunque tenían todos los papeles necesarios para estar legalmente en México. Cuando ves menores detenidos, pues te empiezas a preocupar, cuando ves a niños durmiendo en la calle, sin agua, sin acceso a servicios básicos, te preocupas. No hay respuesta suficiente de las autoridades, y necesitamos que sean ellos los que lideren el esfuerzo por atender a estas personas.
P. Los últimos datos dicen que, al menos a corto plazo, la nueva estrategia está funcionando. Están llegando menos migrantes a la frontera.
R. Depende de lo que signifique “funcionar”. Si se refiere a que está satisfaciendo la opinión pública de los escépticos o los conservadores en Estados Unidos, sí, está funcionando. Ves menos gente cruzando la frontera, hacen su vida un infierno, pero funciona, los números cuadran. ¿Pero qué significa funcionar? Significa que también está funcionando la táctica de hundir más todavía a la gente que está desesperada por encontrar un futuro. Todavía recuerdo cuando estaba en Grecia, trabajando en la crisis de migrantes que hubo allí hace unos años, y recuerdo vivamente que todo lo que hacían para que la gente no tomara una ruta y desincentivar el viaje, todo esto al final del día no funciona, la gente está desesperada y escoge rutas más peligrosas que pueden llevarles a la muerte.
P. Su próxima parada es Washington. ¿Qué va a hacer allí?
R. Voy a reunirme con personas de la Administración Biden. Quiero saber qué esperar del futuro próximo, y quiero expresar mi preocupación por lo que está pasando. Quiero hablar con ellos sobre políticas que parecen útiles, parece que funcionan, pero tienen un coste humano terrible.
P. La frontera entre Estados Unidos y México no es la única que se está cerrando. Acabamos de ver lo que ha pasado con barcos de su organización en el Mediterráneo. Llevaban a bordo más de 1.000 migrantes y ningún país europeo quería atenderlos. O los muertos en la valla de Melilla, que presuntamente se produjeron ya en territorio español. Por no hablar de la crisis climática y su efecto en el aumento de las migraciones. ¿Hacia dónde vamos?
R. Sin duda el cambio climático es el gran reto. No nos podemos imaginar lo grande que va a ser este problema para la humanidad, mucho más que la pandemia que acabamos de tener. En Médicos Sin Fronteras ya hemos visto su efecto en las regiones en las que trabajamos. Especialmente grave es que los menos responsables de lo que está pasando con el clima son sin duda los más afectados. Recientemente he estado en Sudán del Sur, Somalia, Chad, y viendo lo que sucede allí, comprendes que la contaminación se crea en un sitio, pero afecta a todo el planeta, creando varias crisis dentro de un lugar en el que ya había problemas graves. El cambio climático les fuerza a moverse, dentro del mismo país o hacia otros países, eso es un hecho, y es solo una de las consecuencias. Al mismo tiempo, vemos que los países desarrollados cada vez son menos amables con los migrantes.
P. Incluso por parte de gobiernos que se declaran de izquierdas o progresistas, como Estados Unidos, España o incluso aquí, en México.
R. Sí, sí, parece que lo que domina la agenda y la narrativa ahora mismo es la de la seguridad, y no tanto la humanidad. Además, la noción entre la derecha y la izquierda, al menos en este tema, está mucho más diluida de lo que solía estar. Hay gobiernos más progresivos que no puede adoptar políticas progresivas, porque aparentemente hay un coste político que no están dispuestos a asumir. Nosotros lo hemos denunciado y ya no aceptamos dinero de la Unión Europea, por ejemplo, porque no estamos de acuerdo con lo que hacen a través de Frontex [la agencia europea que se ocupa del control de las fronteras exteriores].
P. ¿Por qué está pasando todo esto?
R. Porque la gente está más preocupada de proteger su pequeño jardín y prevenir una supuesta invasión. Los que queremos ayudar a estas personas tenemos cada día más problemas, nosotros lo llamamos “la criminalización de la ayuda humanitaria”. Nos acusan de ser agentes en contra de sus países, y esto cada vez es más común. La agenda ha cambiado de cuidar a los demás, de tener humanidad y cuidar del ser humano, hacia una agenda en la que prima la seguridad, que ahora lo es todo. Y no hay más, es el mundo en el que vivimos hoy en día.
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