La semana que viene hará un año que se constituyó el nuevo Govern de la Generalitat de Pere Aragonès. Mi primer acto público como consellera de la Presidència, y responsable de la cartera d’Esports, fue presidir la reVolta en Sant Cugat, la prueba femenina de la Volta Ciclista de Catalunya. Fue un acto simbólico y demostraba el compromiso del Govern con el deporte femenino. “Esta será la legislatura del deporte femenino”, dije en mis primeras declaraciones a la prensa como consellera. Un año después, hemos pasado de las palabras a los hechos y el mes pasado presentamos un programa que cuadriplica las ayudas que la Generalitat otorga al deporte femenino. También haremos un congreso sobre deporte y mujeres, que nos servirá para marcar más líneas estratégicas para potenciar este ámbito.
Es obvio que el deporte femenino está rompiendo todas las barreras y ya no hay nadie que pare esta revolución. En los últimos diez años, las licencias deportivas femeninas han aumentado un 20%, llegando a las 163.000 y ya representan un 27% del total. Superando el marco mental que hay deportes de hombres y de mujeres.
Toda esta revolución tiene un estandarte, el Barça femenino. Ellas han abierto el camino con sus títulos o con sus dos récords mundiales llenando el Camp Nou contra el Madrid y el Wolfsburgo. Ya han hecho historia, sea cual sea el resultado de la final contra el Olympique de Lyon. Hace unos años nadie se podía imaginar que la camiseta de una mujer (Alexia Putellas) fuera de las más vendidas en el Barça o que nombres como Aitana Bonmatí o Mapi León fueran de los más idolatrados entre nuestras niñas y niños. Por suerte, el Barça no está solo. El Hoquei Club Palau, campeonas de Europa de hockey sobre patines; la medalla de plata de Queralt Castellet en los Juegos Olímpicos de Invierno de Beijing 2022; el dominio europeo del Club Natació Sabadell de waterpolo con un subcampeonato de la Euroliga este año y cinco Euroligas anteriores o estrellas del baloncesto como Laia Palau, que ha anunciado su retirada con un palmarés de 33 títulos y 12 medallas.
Pero ahora no nos podemos quedar aquí. Aún queda mucha revolución por hacer dentro y fuera de los campos de juego. Necesitamos que el deporte femenino continué creciendo desde la base, con igualdad de condiciones al masculino y quizás llegará algún día que no tengamos que poner etiquetas ni de masculino ni femenino.
