Inglaterra rompe su maldición en la Euro del triunfo del fútbol femenino

Inglaterra rompe su maldición en la Euro del triunfo del fútbol femenino

Inglaterra se ha liberado hoy. Por fin gana su primera Eurocopa, por fin ese lejano y polémico Mundial masculino de 1966 ganado con el controvertido gol fantasma de Geoffrey Hurst ya no vive solitario en el ya menos desguarnecido palmarés inglés a nivel de selecciones. Atrapada en una paradoja, en la cuna del fútbol sólo se había llorado durante 56 años de escasez. Tan ejemplar a nivel de clubes, Inglaterra sufría una relación tóxica con su amado deporte cuando sonaba el ‘God Save The Queen”. Una desesperada espera. 

Guiños de la historia, ha tenido que ser en el emblemático Wembley donde Inglaterra también ha levantado su primera Eurocopa -tanto a nivel masculino como femenino-, tras celebrar su primer y único Mundial en 1966. Ha sido el nuevo Wembley el que ha testimoniado la reconciliación de Inglaterra con el fútbol, cuando parecía que ni el misticismo del icónico estadio podía hacerlo después de que los chicos cayeran en la final de la Euro en los penaltis ante Italia el año pasado en el mismo escenario. 

Inglaterra ha ganado su segundo título también contra su rival favorito: Alemania 

Y, en otro maravilloso gesto de la narrativa histórica con los ingleses, el hito ha sido doble, al alcanzarlo contra seguramente el rival al que más tirria tienen, Alemania. Pese a que la selección germana ha ganado mucho más tanto a nivel de palmarés general como de duelos directos con Inglaterra, los ‘hooligans’ y la prensa británica, empeñados en recordar de manera permanente a los alemanes las dos victorias en las dos guerras mundiales y en la final de 1966, podrán añadir un verso más a su cántico burlón: “Two world wars, one World Cup and one Eurocup” (“Dos guerras mundiales, un Mundial y una Eurocopa). Aunque, todo sea dicho, deberían ya dejar al margen los conflictos bélicos. 

Más allá del doble significado del triunfo inglés, la Euro de las ‘Lionesses’ ha sido el triunfo de Sarina Wiegmann, la inexpresiva y metódica entrenadora neerlandesa, que con las mismas jugadores de inicio en todos los partidos, ha sabido jugar estilos diferentes a lo largo de la Euro. Una Wiegman que se ha convertido en la primera entrenadora en ganar dos Eurocopas con países diferentes tras la de 2017 con Holanda. Su método está de moda. 

La afición inglesa por fin puede celebrar un segundo título que se ha hecho esperar

Mike Hewitt / Getty

El perfil discreto de la técnico de La Haya liderando la seriedad de las inglesas contrasta con la fanfarrona palabrería de la seleccionadora alemana, Martina Voss-Tecklenburg, y la sobreactuación de Alexandra Popp en la previa de la final. Mientras la entrenadora aseguraba que Wembley les iba a “pertenecer” al final del partido, Popp compareció con un bigote en una broma más propia del equipo que gana una final que del que se prepara para disputarla. La delantera ni siquiera pudo hablar en el campo al lesionarse en el calentamiento. Ha pagado su exceso de confianza la octocampeona Alemania, que por primera vez desde que alzó su primera Euro en 1989, ha encadenado dos ediciones consecutivas sin ganar. 

No obstante, en la final también ha estado de alguna manera presente España. Porque, si alguna selección más evocaba una competitiva actuación contra Inglaterra aparte de Alemania, esa era la ‘Roja’, que también cayó ante Inglaterra en la prórroga por 2-1, en este caso en cuartos. El hecho de que sólo la segunda mejor selección del mundo por palmarés tras Brasil haya podido emular lo de España contra las ‘Lionesses’ exalta todavía más la actuación del combinado de Jorge Vilda sin Alexia Putellas ni Jenni Hermoso y con la losa de la parcialidad arbitral en el tanto del 2-1 con el codazo de Alessia Russo a Irene Paredes. 

Esther González, en el Inglaterra-España de cuartos

Esther González, en el Inglaterra-España de cuartos

EFE

Pero, por encima de todo, esta ha sido la Eurocopa de la exaltación definitiva del fútbol femenino a todos los niveles. Para empezar, nunca un partido a nivel de selecciones había interesado tanto en el Viejo Continente: con los más de 87.000 espectadores que han llenado Wembley, se ha superado el récord de asistencia del Bernabéu en la final de la Eurocopa de 1964 entre España y la Unión Soviética (79.115 espectadores). Junto a los récords de audiencia batidos, las chicas han demostrado que su fútbol puede ser tan o más interesante que el masculino. 

El fútbol atractivo y la riqueza táctica de esta Euro han enganchado a la audiencia

Su argumento más poderoso es el juego. Se han visto partidos con mucho ritmo en esta Euro, acompañados de una gran riqueza táctica con la camaleónica Inglaterra de Sara Wiegman como paradigma. Y las entrenadoras mujeres, pese a ser sólo 6 entre los 16 técnicos presentes en el torneo, han copado la final con la presencia de la propia Wiegman y Voss-Tecklenburg. Una Euro que también ha dado a conocer todavía más preciosas historias como la de la inglesa Fran Kirby -que en abril tuvo que dejar el fútbol por fatiga crónica-, y ha mostrado la personalidad al margen del verde de jugadoras como la azulgrana Lucy Bronze, que se escribió una carta motivadora a sí misma, y, cómo no, la de la heroína goleadora Chloe Kelly. 

No digamos ya “fútbol femenino”. O digan también “fútbol masculino”, o mejor, “fútbol” a secas, pues el espectáculo no entiende de hombres o mujeres. Y, si alguien no lo sabía, esta Euro, por interés, vistosidad y todo, se lo ha demostrado.




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