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Interior triplica las subvenciones a países africanos para contener la inmigración irregular



En las siempre animadas calles de la Medina de Dakar (Senegal), el carpintero Lamine Danpha, de 32 años, trata de acabar una mesa por encargo. Doblado sobre un enorme tablón de madera, lija sin parar mientras el viento mece la ropa tendida y los corderos ramonean en las aceras. “Hace once años soñé con otra vida, pero aquí sigo”, explica con una mueca de resignación. Fue uno de aquellos 32.000 africanos que en 2006 cruzaron el mar en cayuco hasta Canarias. Sin embargo, fue obligado a subir un avión y devuelto a Senegal en cumplimiento del acuerdo que ambos países acababan de firmar.
En la periferia de Dakar, en Thiaroye sur Mer, Moustapha Diouf no se cansa de repetirlo. “Todo el mundo nos engañó. Nos prometieron que nos darían papeles y regresaríamos a España, pero nada”. Ahora preside la Asociación de Jóvenes Repatriados. Y con razón. Fue expulsado dos veces. Ocurría entonces y ocurre ahora. En 2014, Alioune Diop fue subido a un avión esposado. Llevaba cuatro años en Granada, tenía novia y estaba a punto de casarse. En el mismo vuelo viajaba Saliou Niabaly, que llevaba 18 años en España, de donde fue arrancado de cuajo. Ni siquiera reconocía la Dakar que se encontró al aterrizar. ¿Su delito? No tener papeles.
España tiene acuerdos de repatriación con una decena de países africanos, desde Marruecos hasta Malí, incluidos Mauritania, Guinea Bissau, Nigeria o Senegal, acordados la mayoría a partir de 2006, con el socialista José Luis Rodríguez Zapatero al frente del Gobierno. Es uno de los pilares de la gestión migratoria española que las instituciones europeas estimulan y avalan. “Es un buen ejemplo para la UE y me gustaría que Frontex se comprometiera con este tipo de cooperación”, declaró el director de Frontex, Frabrice Leggeri, tras constatar que por España entra una ínfima parte de los inmigrantes irregulares.

Lamine Danpha, carpintero, llegó a Canarias en cayuco como clandestino y deportado un mes después. Sylvain Cherkaoui Cosmos

Es un sistema de gran opacidad. De los vuelos de repatriación, cuanto menos se sepa, mejor. El año pasado 521 personas fueron repatriadas en aviones fletados por España o conjuntamente con Frontex, según detalló recientemente la Defensora del Pueblo, Soledad Becerril, en el Congreso. Unos 900 argelinos fueron deportados en barco y 1.237 fueron expulsados por Ceuta y Melilla.
La UE pretende emularlo. El objetivo del fondo fiduciario de emergencia para África aprobado por los Veintiocho en La Valeta (Malta) en 2015 y dotado con 1.800 millones es luchar contra las causas de la emigración, pero al mismo tiempo mejorar la “contención” y la “readmisión de efectivos”, es decir, vigilancia fronteriza y repatriaciones.

The New Arrivals
Cuatro millones de inmigrantes han llegado a España en dos décadas en avión, en patera o saltando la valla. Más de un millón de personas pidieron asilo en Europa en 2016. EL PAÍS cuenta, en un proyecto de 500 días con los diarios The Guardian, Der Spiegel y Le Monde, cómo se adaptan estos nuevos europeos y cómo Europa se adapta a ellos. Una mirada a un fenómeno que está transformando España y el continente

Para la investigadora italiana Sara Prestianni, de Migreurop, la relación entre cooperación al desarrollo y repatriaciones es evidente. “Estos acuerdos tienen todos la misma lógica, se usan los fondos destinados a la cooperación con el objetivo de forzar a los países africanos a colaborar en el cierre de sus fronteras y en la readmisión de sus ciudadanos”. Gonzalo Fanjul, autor del blog 3.500 millones en este diario e impulsor de la Fundación Por Causa, asegura que “este modelo se inventó en España. En el reverso de los acuerdos de cooperación estaban escritos los acuerdos de repatriación. Se firmaban prácticamente a renglón seguido”. La investigadora Sorensen añade que “el precio de lograr eso es poner la soberanía europea en peligro. Tenemos a Estados no democráticos cerca de Europa que tienen un arma muy eficaz: los inmigrantes”.
Desde el embarcadero hacia la isla de Gorée, antiguo punto de partida de esclavos hacia América ubicado frente a Dakar, se ve zarpar a menudo a la patrullera de la Guardia Civil. Hace ya once años que dos embarcaciones españolas, y un helicóptero de la Policía Nacional, vigilan las aguas de Senegal para que no salga ningún cayuco. Los tres últimos lo intentaron en 2009. Fueron interceptados. Pese a estos esfuerzos, Senegal está aún entre los diez países africanos con más emigrantes en ruta hacia Europa.
En la Medina, el carpintero Danpha no se olvida de los dos chicos que fallecieron en su cayuco. “Esos acuerdos solo convienen a los Gobiernos, a los de aquí y a los de allí. Cuando llegas de vuelta a Dakar te dan 8 euros y un bocadillo. Nadie sabe lo que nos ha costado llegar para que luego nos traten así”.
Parte I: España, laboratorio migratorio de Europa
Parte II: Melilla, la fortaleza
Parte III: Tarifa, vigilancia y rescate
Con información de Naiara Galarraga.
El proyecto The New Arrivals está financiado por el European Journalism Centre con el apoyo de la Fundación Bill & Melinda Gates.


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