Invasión en el golfo de Cádiz

Un ciervo asoma su cabeza entre un campo de colza, en Alberta, Canadá.
Un ciervo asoma su cabeza entre un campo de colza, en Alberta, Canadá.JEFF MCINTOSH (AP)

El cambio climático ha empujado a los ciervos de cola blanca hacia zonas más al norte en busca de un entorno favorable. Sin embargo, este movimiento, que se consideraría un éxito de la especie en su lucha por sobrevivir y adaptarse, ha supuesto un incremento del parasitismo en los alces que habitaban en la zona colonizada y que pueden experimentar una disminución de su población y migrar a su vez, forzados por la ocupación de sus antiguos vecinos, al extremo septentrional, reemplazando al caribú. Es uno de los ejemplos de una investigación, publicada en Nature climate change, para reclamar un nuevo marco de estudio de los efectos ecológicos en cadena y los posibles impactos para las comunidades receptoras de esta ocupación vecinal.

La investigación, desarrollada por ocho universidades de Estados Unidos y Reino Unido, y en la que también ha colaborado el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) de España, destaca que la afectación de ecosistemas por el cambio climático se está produciendo a todas las escalas, incluida la local.

“Muchos grupos taxonómicos y ecosistemas están experimentando una redistribución debido a los efectos directos (limitaciones físicas) e indirectos (interacciones alteradas de especies) del cambio climático. Debido a que la colonización de nuevos hábitats ayuda a que las especies persistan, tanto a nivel regional como mundial, los cambios de rango se consideran abrumadoramente beneficiosos para la conservación de la biodiversidad”, advierte el estudio. Sin embargo, esta percepción no ha sido suficientemente estudiada, a excepción de casos de parasitismo, como el de los ciervos de cola blanca, o el de plagas forestales.

Los perjuicios que pueden causar estos cambios de rango son muy amplios. Muchas plagas de insectos están colonizando bosques que antes quedaban fuera de su alcance por condiciones climáticas que le eran adversas. “A medida que estas plagas de insectos de rápido crecimiento se trasladan a nuevas comunidades forestales, las condiciones de sequía aumentan la vulnerabilidad de los árboles y exacerban los impactos de las plagas”, señala la investigación.

“También se ha detectado la expansión de manglares a zonas de marisma. Estos cambios conllevan una dinámica de sedimentación muy distinta que modifica tanto la calidad del agua como su fauna y flora”, señala Montserrat Vilà, investigadora del Departamento de Ecología Integrativa de la Estación Biológica de Doñana (EDB). En especies vegetales, la expansión de plantas con microorganismos fijadores de nitrógeno en sus raíces hace que tengan más ventajas frente a especies nativas en ambientes ya de por sí estresantes y con bajo nivel de nutrientes.

“La expansión y dispersión de especies en respuesta al cambio climático se ve como positivo y, además, muchas veces se promueven de forma directa por el hombre mediante translocaciones y migraciones asistidas. Pero no siempre es así. Pueden causar un impacto similar al de especies invasoras [exóticas introducidas por el hombre procedentes de otras regiones] y no hay muchos estudios que, además de seguir los desplazamientos, analicen sus consecuencias”, advierte Vilà.

La expansión y dispersión de especies en respuesta al cambio climático se ve como positivo y, además, muchas veces se promueven de forma directa por el hombre mediante translocaciones y migraciones asistidas. Pero no siempre es así. Pueden causar un impacto similar al de especies invasoras

Montserrat Vila, investigadora de la Estación Biológica de Doñana (EDB)

Vilà, como también se detalla en la investigación internacional, advierte de que hay muchas diferencias entre especies invasoras y aquellas que cambian de rango. Las especies nativas son menos propensas a ser problemáticas al cambiar a comunidades receptoras cercanas y con una historia evolutiva compartida. Sin embargo, el trabajo señala que muchas especies introducidas se vuelven invasivas y tienen impactos negativos al consumir, parasitar o competir con especies nativas que carecen de la capacidad o las defensas para superarlas. Sin embargo, cuando se produce un cambio de rango, muchos impactos son de magnitudes similares a las que causan especies introducidas.

En cualquier caso, la investigadora de la EDB defiende la necesidad de contar con estudios que, además de “analizar el riesgo en función de respuestas obtenidas con información científica”, realicen un seguimiento de la situación. “Entender qué especies es probable que tengan un impacto negativo es fundamental para la conservación de las especies que interactúan con estas especies que han cambiado de rango”, ratifica el estudio.

Ecología de la invasión

La investigación propone que, para evaluar los impactos potenciales de las especies que cambian el rango, se aprovechen los conocimientos que aporta la teoría las invasiones biológicas y, en especial, herramientas de evaluación de riesgos para cuantificar la magnitud de esos impactos, como la EICAT-IUCN. Este es un sistema de valoración del impacto ambiental de los taxones exóticos, desarrollado por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza y que permite identificar las características comunes con las invasiones de alto impacto en las comunidades receptoras. Estos protocolos de análisis de riesgo pueden ayudar en la toma de decisiones para facilitar movimientos ventajosos y limitar aquellos problemáticos

Piper Wallingford, investigadora de la Universidad de California y coautora del estudio, defiende que “cuanta más información, mejor”. “Podemos sopesar los riesgos tanto para las especies que cambian su área de distribución como para las comunidades a las que se desplazan y luego utilizar esas evaluaciones para desarrollar una estrategia”, afirma en una información difundida por el CSIC.

No estamos diciendo que ninguna especie deba moverse. De hecho, la mayoría de las especies tendrán que hacerlo para evitar las extinciones por el cambio climático. Pero veamos lo que eso significa

Toni Lyn Morelli, investigadora de la Universidad de Massachusetts

Toni Lyn Morelli, de la Universidad de Massachusetts y también coautora del estudio, advierte de la necesidad de conectar ámbitos de la investigación que ahora se desarrollan “sin diálogo”, como la biología de corredores para que las especies encuentren un clima más favorable y la de invasoras, que analizan los problemas que pueden causar las especies que llegan a nuevos territorios. “No estamos diciendo que ninguna especie deba moverse. De hecho, la mayoría de las especies tendrán que hacerlo para evitar las extinciones por el cambio climático. Pero veamos lo que eso significa”, advierte.

El equipo concluye que es importante considerar los efectos ecológicos de las especies que cambian de área de distribución tanto en términos de los beneficios para su supervivencia como de los posibles costes para las comunidades receptoras. Además de las instituciones ya mencionadas, también han participado en este equipo internacional personal científico de las universidades de Michigan (EE UU), Purdue (EE UU), New Hampshire (EE UU), Exeter (Reino Unido), el Mount Holyoke College (EE UU) y el Servicio de Investigación Agrícola de Estados Unidos.

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