Al Girona no se le da nada mal visitar al Espanyol. De las cuatro visitas al feudo perico, tres han acabado en victoria. Esta última en empate aunque, cierto es, que pudo pasar de todo. El derbi catalán estuvo a la altura de su nombre.
No fue el mejor resultado que podían cuajar los de Míchel. Por supuesto, tampoco era el peor. Sin embargo, una victoria hubiese supuesto un golpe encima de la mesa ante un contrincante que, por ahora, se lleva la etiqueta de ‘rival directo’. También hubiese sido un paso hacia el frente por las victorias de otros sufridores como Celta o Cádiz, actuales militantes de la zona baja.
El descontrol del que habló Míchel en rueda de prensa fue el detonante de que el equipo no fuera capaz de mantener la victoria. Y era importante, no solo por el aire que te da los tres puntos, sino porque al asomar la cabeza por la mirilla te están esperando tres rivales de mucha talla antes de poner el sello de ‘primera vuelta finalizada’. Sevilla, Villarreal y Barcelona se avecinan en las próximas tres citas.
A pesar de todo lo que pudo corregir el combinado del técnico vallecano, el Girona demostró que los derbis, fuera de casa, siguen tejiéndose de rojiblanco. Yangel Herrera golpeó con el orgullo de los 500 aficionados visitantes el empate que dejó sin premio a los pericos. Volvió a repetirse aquello de ‘la ley del ex’ a la vez que el venezolano mandó a callar al que el año fue su público.
Se pudo empatar, se pudo ganar y se pudo perder. Quizás, otro gallo hubiese cantado si la madera tras el disparo de Riquelme acaba dentro. Quizás, se hubieran encajado más goles si no fuera por las manos de Gazzaniga. El ‘quizás’, pero, de nada vale. Eso sí, a más de uno le bastará con salir, una vez más, invictos del derbi catalán.