Irina Karamanos: “La figura de primera dama no es tan democrática como esperamos que sean las instituciones”

Irina Karamanos: “La figura de primera dama no es tan democrática como esperamos que sean las instituciones”

La chilena Irina Karamanos, de 32 años, llegó el pasado 11 de marzo a La Moneda junto a su pareja, Gabriel Boric, quien ese día asumió la presidencia. Feminista y científica social con estudios de Antropología y Ciencias de la Educación en la Universidad de Heidelberg, milita en el partido Convergencia Social del Frente Amplio, como su compañero. Su decisión de asumir las funciones de primera dama (que en Chile supone adoptar automáticamente la dirección de seis fundaciones, aparte de las labores protocolarias) fue criticada por el movimiento feminista, que aspiraba a que Karamanos no ocupara el cargo, como la propia pareja lo había manifestado en campaña. En Chile había un precedente: en el primer Gobierno de Michelle Bachelet, entre 2006 y 2010, estas funciones fueron delegadas a personas idóneas a las que se remuneraba por su trabajo. En esta entrevista, realizada el pasado viernes, Karamanos explica lo que ha anunciado este martes públicamente: una de las seis fundaciones, Integra, ya no estará presidida por ella, sino por quien designe el ministro de Educación. Es el inicio de un proceso que seguirá con las otras cinco fundaciones, que se espera culmine antes de finales de año y que se sellará con su salida de La Moneda. “Voy a seguir acompañando a mi presidente y mi proyecto político, pero no desde un papel institucional de Gobierno”, ha dicho Karamanos.

Pregunta. Usted forma parte de una nueva generación política que defiende la importancia de la institucionalidad sin renunciar a transformarla. Y a usted le ha tocado transformar una figura muy indefinible como es la de primera dama. ¿Qué pensó cuando se vio en la tesitura de aceptarlo?

Respuesta. Desde que estamos haciendo política hemos considerado que la institucionalidad es uno de los caminos que debemos recorrer para hacer las transformaciones. La decisión de habitar el cargo fue un desafío muy grande.

P. ¿Hubo dudas? El movimiento feminista los criticó por aceptar el cargo.

R. Hubo dudas, sí. Al tomar la decisión, hubo críticas. Y lo sabíamos. Internamente, fue un debate muy interesante: ¿se puede interrumpir una continuidad al ingresar como agente político a un espacio poco convencional para desplegar el feminismo? Consideramos que requería de un liderazgo político para evitar que ―si no lo habitábamos― se pudiera reproducir mecánicamente hasta el infinito. Por eso preferimos ingresar y mirar qué había dentro, para luego proponer las transformaciones. Y hay que estar muy pendiente de cuál es el ritmo de los cambios culturales al plantear la transformación.

La directora de , Pepa Bueno, en conversación con Irina Karamanos.

Cristian Soto Quiroz

P. Ocupar y transformar el cargo para que no se reproduzca en el futuro, dice usted, que una persona no electa, la primera dama, tenga responsabilidades públicas. ¿Está segura de que su movimiento ahora impedirá que se reproduzca en el futuro esa figura?

R. Estamos seguros de intentarlo. Hacer declaraciones muy tajantes o megalómanas es desconocer cómo opera la historia. No caería en esa trampa. Pero la manera más cercana de evitar la reproducción de dicha tradición era asumiéndola y modificándola desde dentro.

P. ¿Ha encontrado eco de otras compañeras, parejas o esposas de presidentes?

R. He conversado con ex primeras damas o con mujeres que trabajaron en el Gobierno de Michelle Bachelet (2006-2010) en la Dirección Sociocultural. En este nuevo momento de inflexión, también hemos conversado. Reconocemos que ha habido momentos en que se ha cuestionado una u otra parte de la institucionalidad de primera dama. Y hoy, hay expectación, interés y recomendaciones sobre qué parte cambiar y cuál no.

P. ¿Por qué es importante cuestionar las figuras que reproducen estereotipos de las mujeres?

R. No creo que sea un cambio que transforme a la sociedad en su conjunto. Es un espacio que tiene cierto modelo y que representa un ejemplo de algo que se resguarda y eso que se resguarda, se conserva. Y se conserva de una manera en la que, si no se cuestiona, puede estar ocultando una invisibilización del potencial de las parejas de los presidentes que pueden tener capacidades o trayectorias políticas y profesionales. Hay un imaginario muy claro y estereotipado de expectativas. Son expectativas, incluso, actitudinales. Me parece que se puede plantear una versión más contemporánea de aquello.

P. ¿Cuál es la versión contemporánea de la pareja de un presidente?

R. Una donde no se esconda la figura. Nos podemos mover a un lugar en que aquella figuración pública pueda visibilizar algunas temáticas, problemáticas, poner el foco en algún grupo de la población o jugar un papel protocolar y diplomático. Lo que venimos a plantear, habiendo analizado las posibilidades, es una modificación en lo institucionalizado que está el papel de primera dama en Chile. Que esté dentro del palacio, que vaya a trabajar a la interna del Gobierno, que tenga fundaciones que preside, son elementos que anclan a la figura en un entramado de mucha injerencia y espacios de arbitrio. La figura de primera dama no es tan democrática como esperamos que sean las instituciones.

P. Usted va a seguir siendo pareja del presidente, que sepamos, y perdone que hable de la vida privada…

R. Exacto…

P. ¿Va a aparecer en público con él? ¿En qué consiste la reformulación de esta figura a medio camino entre lo público y lo privado?

R. En lo práctico consiste en una mayor independencia de actitud, de opinión, a nivel profesional y también a nivel económico. Tenemos que buscar la posibilidad de que haya más libertad, de que las parejas de los presidentes puedan continuar con su vida profesional, por ejemplo. Creo que es posible.

P. ¿Qué va a hacer en aquellos contextos donde las primeras damas tienen un papel asignado, como las cumbres?

R. Vamos a ir definiendo cuáles son los viajes o instancias protocolares en las que hace sentido que estemos juntos.

P. Decía el presidente, a propósito del rechazo a la propuesta de Constitución, que no se puede ir más deprisa que tu pueblo. ¿Teme que en esta cuestión haya chilenos y chilenas que no entiendan su decisión?

R. No me imagino a gente alegando en contra de que yo ya no tenga un espacio en La Moneda. Además, lo que va a continuar ―el acompañamiento al presidente― es la versión más popular y accesible que tiene esta figura. Es la más humana. Y el debate público y el cambio cultural van en la línea de que una mujer sea más bien independiente laboralmente y que tenga una propia propuesta, a diferencia de esta modalidad un poco maquetada de lo que se espera de una primera dama.

P. ¿Cuáles son los principales retos en la igualdad entre hombres y mujeres en Chile?

R. Es un gran desafío todavía. Hemos marcado avances importantes a nivel mundial, como lo que se logró en el diseño de la nueva Constitución con la paridad [el texto se rechazó el pasado 4 de septiembre por un 62% contra un 38%]. Además, considero muy importante lo que se alcanzó en la formación del Gobierno, con un Gabinete no solo paritario, sino con una mayoría de ministras mujeres. Ahora viene un desafío doble: transversalizar la lógica feminista en la política.

P. ¿Cuánto le preocupa el movimiento reaccionario que estamos observando en este momento de enorme vitalidad del movimiento feminista en todo el mundo? Se cristaliza en las dificultades para abortar en Estados Unidos o lo que se intuye que puede pasar en Italia si es que finalmente se constituye un Gobierno liderado por la ultraderecha…

R. Al ser militante y feminista, me preocupa muchísimo observar la política nacional e internacional. La normalización de cierta argumentación deshumanizante es muy preocupante.

P. Una de las decisiones que tienen que ver con esta transformación de la figura de la primera dama es poder tener una vida profesional propia. ¿Qué va a hacer a partir de ahora?

R. Mi principal apuesta ―para mí y las siguientes personas que sean parejas de un presidente o presidenta― es que haya una libertad respecto de la decisión de cuánto se quiere involucrar en el papel protocolar y diplomático y que pueda continuar con su trayectoria profesional. En mi caso, me gustaría volver a hacer investigación en centros de estudios, en la universidad.


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