Isabel II, de 95 años, contagiada de coronavirus con síntomas leves

Isabel II, de 95 años, contagiada de coronavirus con síntomas leves


Isabel II, de 95 años, ha dado positivo en el test de coronavirus, una confirmación que culmina una de las semanas más turbulentas para la familia real británica en los últimos tiempos. El palacio de Buckingham confirmó este domingo el diagnóstico en un comunicado cuidadosamente redactado para contener el pánico. El texto indica no solo que la reina se encuentra bien, con síntomas “leves” propios de un catarro, sino que prevé mantener su agenda, al menos, las tareas más “ligeras”.

Conscientes de los temblores que causa cualquier información sobre la salud de la nonagenaria soberana, los mandarines palaciegos han querido transmitir, ante todo, dos mensajes: uno de transparencia, puesto que no es la primera vez que se les critica por no ser claros sobre el estado real de Isabel II; y otro de calma, muy necesario cuando el debate de la sucesión ha vuelto a primera plana ante los 70 años que la monarca cumple en el trono este 2022.

El virus había rondado estas semanas de cerca al círculo de Isabel II y había trascendido que varias personas en el castillo de Windsor, donde reside, han dado positivo. La semana pasada, su primogénito, el príncipe Carlos, anunciaba, dos días después de estar con su madre, que había contraído el virus, en su caso por segunda vez. Y el pasado lunes, su esposa, Camila Parker-Bowles, también confirmaba que se había contagiado.

La reina, que se puso la primera dosis de la vacuna en enero de 2021, participó esta semana en un acto presencial con personal del Departamento de Defensa en Windsor y, pese a bromear con su reducida movilidad, tenía buen aspecto. “Bueno, como veis, no me puedo mover”, dijo señalando su pierna izquierda mientras empuñaba un bastón. Esto ocurría un día después de haber mantenido un encuentro virtual con dos nuevos embajadores en el Reino Unido, uno de ellos, el de España, José Pascual Marco,

No era la primera vez que Isabel II aparecía con bastón. Hace dos semanas, en su primer acto público en más de tres meses, precisamente en la víspera del aniversario de sus siete décadas desde su llegada al trono, también necesitó un apoyo para caminar en su residencia campestre de Sandringham. Su aparición, sin embargo, permitía neutralizar los temores sobre su salud, disparados desde su estancia en un hospital en octubre por lo que Buckingham describiría días después, cuando ya había recibido el alta, como “pruebas preliminares”.

Cuestión de estado

Desde entonces, la salud de la monarca se convirtió en una cuestión de estado, acuciada por los escándalos de su familia, como el millonario acuerdo del príncipe Andrés para zanjar la acusación por abuso sexual a Virginia Giuffre, una de las víctimas del pedófilo estadounidense Jeffrey Epstein, cuando era menor; o la investigación policial anunciada esta semana por supuestas irregularidades en la financiación de la fundación del príncipe de Gales.

Si cualquier controversia es siempre una contrariedad, este año las polémicas son especialmente inoportunas. Buckingham pretendía que este 2022 se centrase en la conmemoración del jubileo de platino, un hito sin precedentes en la historia británica. Pero la atención se ha desviado a cuestiones particularmente incómodas, que no ayudan a la imagen de la monarquía y complican la transición hacia un incierto futuro en el que será Carlos, con Camila como consorte, quien lleve la corona.

La capacidad de Isabel II para desarrollar sus funciones pese a las ineludibles consecuencias de la edad genera un trance constitucionalmente delicado. Desde su entorno insisten en que sus competencias mentales están intactas, pero su paulatina fragilidad es evidente y tiene un impacto en su agenda. El pasado noviembre, tuvo que cancelar su asistencia a la reunión de la COP26 en Glasgow, la cumbre climática con la que Reino Unido aspiraba a impulsar su vocación internacional post-Brexit. A los pocos días, una lesión de espalda le impidió acudir a los actos del Domingo del Recuerdo, la jornada en la que los británicos rinden homenaje a los caídos en conflicto bélico y una de las citas más emotivas en el calendario de la reina.

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