Érase una vez un noruego y un sueco que empezaron a conectar en un rincón de Azpeitia. No es ciencia ficción, aunque parezca. La Real jugaba un amistoso de verano en Garmendipe, contra el Lagun Onak. La primera vez que sobre un rectángulo de juego coincidían como compañeros Martin
Odegaard y Alexander
Isak. Destellos del primero, gol a la carrera del segundo. El anuncio de todo lo que estaba por llegar. El inicio de una gran amistad que el Real Madrid ha interrumpido, un año después.
La gravedad de la marcha de Odegaard al Real Madrid afecta a diversos estamentos del esquema que emplea la Real con Imanol. Isak será uno de los damnificados, puesto que la empatía forjada en el vestuario condiciona el entendimiento sobre el verde. Desde que la nueva pretemporada se está poniendo en marcha en Zubieta, el delantero de Solna busca un nuevo socio. Tan o más leal que un Odegaard que nunca se separó mientras duró su estancia como txuri urdin.
Isak hico un doblete ante el Real Madrid
Puede que sus orígenes escandinavos les unieran. 560 kilómetros de distancia entre Drammen y Solna apenas opondrían resistencia a unos lazos de relación íntima enraizada en la Real. O quizá haya que encontrar en la edad una razón de peso para entender que se hicieron amigos a la velocidad del rayo. Cuando Isak nació en septiembre de 1999, Odegaard estaba a punto de cumplir un año, ya que vino al mundo en diciembre de 1998. Nórdicos, jóvenes, civilizados, con virtudes y pasiones comunes.
La Real, en efecto, encontró en Odegaard e Isak un binomio de enorme potencial. Siete goles, nueve asistencias del mediapunta; 16 dianas del delantero. Las cifras son apabullantes. Su influencia en el exitoso camino realista, máxima.
Conexión vital en la Copa
La química entre Odegaard e Isak surgió hace un año dentro del campo y se fue mezclando en las múltiples jugadas que la Real enlazó en dependencias de los equipos contrarios. A efectos tangibles, la dosis se resume en cuatro asistencias del noruego al sueco.
La Real se ha beneficiado de este entendimiento. Una de las 16 victorias en Liga fue por obra y gracia de la conexión nórdica. La escuadra de Imanol ganó al Celta en Balaídos por una ingeniosa ocurrencia de los protagonistas. Odegaard rompió la monotonía con un pase interior que Isak amortizó mediante una soberbia definición, desde el balcón del área, a media altura y ajustando el cuero al ángulo. Fue el único gol del choque.
Si el viaje de la Real por la Copa ha sido de ensueño, en gran medida se debe a la pletórica edición de Isak y Odegaard. Los escandinavos se alinearon en dos eliminatorias. El delantero cerró el 2-0 al Espanyol en dieciseisavos impulsado al contragolpe por un servicio profundo de Odegaard. Luego, en octavos de final, sellaron el pase a cuartos con una actuación decisiva ante Osasuna (3-1). Odegaard encontró a Isak dentro del área en el primer tanto del partido y volvieron a hacer migas en el córner del 3-1. El noruego sacó y el sueco remató de cabeza a la red. Ahora, Isak busca otro socio.
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