Esta es una historia de islas, naturaleza recreada, diálogo internacional, diseño sin ánimo de lucro, reinvención del espacio público y diseño entendido como ingenio. En marzo, debía comenzar la construcción de un archipiélago flotante, un espacio público inesperado en el puerto industrial al norte de Copenhague. Ahora mismo, un racimo de nuevas islas debía salpicar las aguas para acercar una zona urbana a la vida de los ciudadanos. El objetivo era llegar para acercar. Soltar las amarras de las islas para hacer más verde, más pública y más recreativa la costa alejada del centro de la ciudad.
La idea de llevar la naturaleza a los centros urbanos y ampliar la vegetación en zonas portuarias se les ocurrió a un arquitecto australiano —Marsahll Blecher— y a los diseñadores daneses de Studio Fokstrot —acostumbrados a trabajar en todas las escalas del diseño: de puertas que se convierten en sillas a espacios públicos— y habituados a pensar tanto en la tierra como en el agua. Con todas las licencias obtenidas y el encargo en firme del Ayuntamiento de Københavns, los parques flotantes tendrán que esperar hasta la primavera de 2021. A partir de entonces —una vez construidos e instalados— se podrán desinstalar y trasladar —navegar— a otro lugar. “Las islas están pensadas para poder moverse, para ser flexibles en el uso, el tamaño y la ubicación”, apunta el arquitecto Marshall Blecher.
Islas flotantes diseñadas por Studio Fokstrot y Marshall Blecher. Render cortesía de Marshall Blecher
Blecher habla de Parkipelago, y razona que llevar los servicios donde se necesitan, y evitar los usos exclusivamente temporales, es una forma de sostenibilidad. También recuperar la vegetación y la fauna vela por esa misma idea. También trabajar con materiales reciclados y de producción local. Así, construidas en los astilleros del puerto Sur de la ciudad, y a mano —utilizando las técnicas para tratar la madera que se emplean en la construcción de barcos y canoas— las islas flotantes son un híbrido entre un junco, una boya y un parque. Blecher aclara que el desplazamiento hacia donde se necesita espacio público y sea viable regenerar la vegetación se limitará a temporadas enteras para ampliar la zona de baños y recreo en todo el litoral de la ciudad.
La primera isla —un prototipo llamado CPH-Ø1— se probó en 2018 en el puerto norte de la ciudad. Y tuvo una gran respuesta ciudadana. Durante ese periodo de prueba, se alteró varias veces su ubicación. Y el uso: se utilizó para mostrar una exposición de fotografía, para acoger una serie de conferencias y también para hacer sitio a muchos pícnics junto al mar. El resto de las islas del Parkipélago de Blecher y Fokstrot están ya construidas. En marzo, debían haberse “botado” las islas CPH-Ø2, CPH-Ø3. Y hay planes para ampliar el racimo durante los próximos años.
Si la respuesta ciudadana fue buena, la del ámbito del diseño no se hizo esperar. El proyecto ha ganado este año el premio a mejor espacio público y diseño social en el concurso Taipéi International Design Awards, fue seleccionado entre los Beazley Design Prize, que expone anualmente en Museo del Diseño de Londres, y está también de finalista en el Premio Nacional de Diseño de Dinamarca, un país con el diseño en el ADN. La respuesta social y cultural es, por lo tanto, conocida. Arquitectos y diseñadores aseguran que la biológica será también de acogida: numerosas especies animales regresarán a una zona tranquila donde hallarán nueva vegetación y cobijo.
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