Concentración de partidarios de Hezbolá, el pasado miércoles en Beirut.

Israel y Líbano libran una insólita guerra con drones y yacimientos de gas

Concentración de partidarios de Hezbolá, el pasado miércoles en Beirut.
Concentración de partidarios de Hezbolá, el pasado miércoles en Beirut.WAEL HAMZEH (EFE)

Un dron hizo saltar las alarmas tras penetrar en el espacio aéreo de Israel desde Líbano. Cazabombarderos y helicópteros fueron despachados con urgencia a su encuentro el viernes mientras los interceptores del sistema defensivo Cúpula de Hierro estallaban sobre el cielo de Galilea. Hezbolá se atribuyó de inmediato la incursión del avión no tripulado. Regresó a su base “intacto”, según aseguró el partido-milicia proiraní, después de haber alcanzado las orillas del lago Tiberiades, a unos 70 kilómetros de la divisoria internacional.

La Línea Azul, frontera no oficial entre Israel y Líbano, separa a dos países que siguen técnicamente en guerra. Al mando de los más de 10.300 cascos azules de la ONU que supervisan el alto el fuego estará pronto el general español Aroldo Lázaro Sáez. Pero a pesar de que las armas han callado formalmente desde 2006, al término de un conflicto que se cobró la vida de 1.200 libaneses y 165 israelíes, los incidentes bélicos jalonan a menudo este escenario de tensión.

Ese mismo viernes, los reactores de los aviones de combate israelíes rugieron al romper la barrera del sonido a baja altura sobre Beirut, cuyos habitantes aún siguen conmocionados por el estruendo de la explosión que mató a más de 200 personas y arrasó el puerto en el verano de 2020.

Otro dron que se adentró desde territorio libanés había sido derribado el día anterior por las defensas antiaéreas, al igual que ocurrió en enero con un aparato teledirigido. Desde el miércoles de la semana pasada el Ejército de Israel se hallaba en estado de alerta ante la amenaza de un ataque con drones suicidas de fabricación iraní cargados de explosivos.

El clérigo chií Hasán Nasralá, líder de Hezbolá, lo había advertido ese mismo día. “Hemos estado fabricando drones en Líbano […] con expertos de la República Islámica de Irán”, aseveró en un mensaje televisado antes de redoblar su desafío a Israel con el anuncio de que sus fuerzas estaban en condiciones de transformar miles de cohetes convencionales en misiles con sistema de guía de precisión.

Era la respuesta al reto lanzado la semana anterior por el ministro de Defensa israelí, el exgeneral Benny Gantz, al imponer sanciones a empresas libanesas que suministran a Hezbolá materiales esenciales para la producción de armamento. La denominada orden de incautación dictada por Gantz supone ante todo una medida de presión para incluir en la lista negra de los mercados financieros internacionales a compañías libanesas señaladas por Israel.

Partidarios de Hezbolá en un museo militar con réplicas de drones, el sábado en Mlita (sur de Líbano).
Partidarios de Hezbolá en un museo militar con réplicas de drones, el sábado en Mlita (sur de Líbano).Mohammed Zaatari (AP)

El nuevo comandante de la Fuerza Interina de Naciones Unidas para Líbano (FINUL), en la que España ha desplegado su mayor contingente militar en el exterior (más de 600 cascos azules), está familiarizado con la conflictiva frontera tras haber participado en tres misiones sobre el terreno. Además de apoyar a las Fuerzas Armadas de Líbano y garantizar la ayuda humanitaria a la población civil, el general Lázaro deberá estar pendiente de la creciente tensión en el espacio aéreo, ante la amenaza de drones y cohetes con tecnología cada vez más avanzada. Una escalada bélica con bombardeos aéreos y de artillería israelíes y lanzamiento de cohetes, en respuesta de Hezbolá, ya estuvo a punto de desencadenar un conflicto a gran escala el pasado verano.

Las aguas territoriales en disputa entre ambos países parecen, sin embargo, más calmadas. Nasralá ha acabado por desentenderse de las negociaciones indirectas entre los gobiernos libanés e israelí, con mediación de EE UU y de la ONU, para fijar la frontera marítima común en una zona con importantes yacimientos de gas natural. Fuentes citadas por la prensa israelí no apuntan esta vez a un acuerdo de delimitación de una línea divisoria, que lleva atascado desde 2013, sino a la designación de un mediador internacional que reparta los beneficios. Las cuotas de suministro de gas y los ingresos por derechos de explotación quedarían así distribuidos entre ambas partes mediante un arbitraje independiente.

Poner en explotación comercial los yacimientos, por compañías como la francesa Total, una vez alcanzado un pacto puede llevar hasta ocho años. Entre tanto, la población libanesa que se halla bajo el umbral de la pobreza se ha casi duplicado, al pasar del 42% en 2019 al 82% en 2021, según Naciones Unidas. El coste de los alimentos ha aumentado un 628% en los dos últimos años, de acuerdo con los datos del Programa Mundial de Alimentos. Y la compañía estatal Electricidad de Líbano solo garantiza dos horas diarias de suministro mientras la carencia de combustible ha convertido en un lujo el uso de generadores.

El intento de Irán de sacar partido del caos político y económico en el que se halla sumido Líbano para reforzar a sus aliados de Hezbolá no ha dado frutos. El combustible de los petroleros enviados por Teherán el año pasado para paliar la crisis de energía apenas sirvió para cubrir necesidades urgentes, como las de los hospitales.

De nuevo, la mediación estadounidense ha sido determinante para fraguar un acuerdo regional por el que Jordania y Egipto se comprometan a suministrar a Líbano electricidad y gas, respectivamente, a través de Siria. Las dificultades han sido casi insalvables. Washington ha dejado sin efecto sanciones a Damasco para poder encaminar la ayuda, de la que Beirut responderá con el aval del Fondo Monetario Internacional. Siria, a cambio, retendrá parte de la energía ―una cuota de entre el 8% y el 19%― como peaje de paso.

Plataforma del yacimiento de gas israelí Leviatán, en 2019 en aguas del Mediterráneo.
Plataforma del yacimiento de gas israelí Leviatán, en 2019 en aguas del Mediterráneo.POOL (Reuters)

Este acuerdo a cuatro bandas refleja también la complejidad de la extraña guerra entre Israel y Líbano. El gas israelí procedente de los yacimientos del Mediterráneo oriental, en aguas próximas a la frontera marítima libanesa, alimenta las turbinas de las plantas de producción eléctrica jordanas. Egipto enviará gas natural a Líbano a través del llamado Gasoducto Árabe, pero a su vez recibe gas desde Israel para satisfacer su creciente consumo.

Aunque medios árabes e israelíes han especulado con un acuerdo secreto entre dos países que siguen estando técnicamente en guerra, el silencio oficial rodea los anunciados flujos de gas y electricidad. “Nadie va a inspeccionar las moléculas [de gas] para saber si proceden de Egipto o Israel”, zanjó la cuestión la ministra de Energía israelí, Karine Elharrar, en declaraciones a la radio estatal hebrea tras asistir la semana pasada a la Muestra Internacional del Petróleo en El Cairo. “Líbano sufre una gran crisis de energía”, apostilló, “y si la exportación de gas trae algo de calma a la región no seré yo quien ponga objeciones”.

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