Su nombre en Cataluña es muy conocido desde hace varios años, especialmente por imitar a personajes públicos como Quim Torra, Luis Enrique y Gabriel Rufián en los programas satíricos Polònia y Crackòvia. En el resto del país se ha popularizado desde que deslumbró como profesor de interpretación en la última edición de Operación Triunfo. Y eso que, a pesar de tener amigos vinculados al programa, no lo había vuelto a ver desde la edición de David Bisbal. Ivan Labanda (Barcelona, 41 años), un actor polifacético que tanto dobla a Chris Hemsworth en las películas de Los vengadores como canta y baila claqué sobre un escenario, asegura que su secreto no es más que ser él mismo.
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En septiembre será el protagonista del musical Cantando bajo la lluvia, dirigido por Àngel Llàcer y Manu Guix, que se podrá ver en el Teatro Tívoli, en Barcelona. Durante una videollamada, considera que encarnar el papel más mítico de la carrera de Gene Kelly “es un reto, porque todo el mundo tiene Cantando bajo la lluvia en la cabeza”. No obstante, apunta que las comparaciones están fuera de lugar: “Gene Kelly es Gene Kelly, es un icono de la historia del cine y estoy convencido de que ni por asomo le llego a la suela de los zapatos”. Su objetivo es “trasladar el alma de este personaje tan carismático a los espectadores”.
Al hablar de este nuevo proyecto se muestra ilusionado porque dice, como buen amante de los musicales, que es una de las películas de su vida. Sin embargo, estuvo a punto de no sumarse al reparto. “Al principio Àngel no me quería para el papel. Cuando me enteré de que la dirigía él, le pregunté: ‘¿Tendría papel ahí?’. Y me contestó: ‘No. Quiero que Don Lockwood sea más joven, que sea muy bailarín… Otro perfil”, explica sobre aquella primera conversación con el presentador de televisión, a lo que añade entre carcajadas: “Yo, la verdad, que me veía a saco”. La productora Nostromo Live hizo un casting para encontrar a los protagonistas, pero no daban con el Don Lockwood idóneo. Así que un día Llàcer se personó en el camerino de Labanda en la obra La jaula de las locas y le dijo: “Quiero que lo hagas tú porque no encuentro a nadie y creo que eres la persona más indicada”.
Llàcer, Guix y Labanda son amigos desde antes de que comenzara Operación Triunfo en 2001. El último trata de recordar cuándo se conocieron, pero de eso “hace ya como 20 años”. Llama la atención que siendo Llàcer el profesor de interpretación de las primeras ediciones del concurso no le diese ningún consejo a Labanda cuando este se aventuró a ejercer la misma función. “Siempre evitábamos hablar de este tema. Àngel con esto siempre ha sido como muy: ‘Tú haz lo tuyo y ya está’. Nunca me ha querido influenciar demasiado”, aclara el actor. También era consciente de la huella que dejaron en las dos ediciones anteriores Los Javis; pero para él el reto no era tanto superar a Javier Ambrossi y Javier Calvo, sino enfrentarse a algo que no había hecho nunca: dar clase. Después de enamorar a los alumnos y a la audiencia, no se ve como profesor: “A mí la docencia es un terreno que me da muchísimo respeto. Quizá más adelante. Ya veremos. De momento no está entre mis planes”.
Construyó un vínculo muy fuerte con los alumnos que se hizo más evidente durante el confinamiento por la pandemia del coronavirus. Pese a la distancia, se mantenían unidos. Labanda vivió aquel periodo trabajando desde casa tanto para OT como para Polònia, editando muchos vídeos, sufriendo la soledad por el paso de las semanas y durmiendo un mes en el sofá porque tuvo goteras en su ático. Pero nunca cesaron las videollamadas con los triunfitos. “Fue un coitus interruptus brutal”, empieza riéndose, y continúa: “Necesitábamos hablar. Recuerdo unas noches haciendo Zoom con Nia, con Maialen, con Anaju… de pillar una botella de vino y contarnos las penas. Tengo unos recuerdos con mucho cariño sobre eso”.
También guarda buenos recuerdos de su paso por Polònia, programa que abandonó a finales de 2020 tras siete años trabajando en él. “Llegó un momento en el que me sentía un poco como ir a fichar y ganar un dinero a fin de mes y ya está. A nivel artístico a mí ya no me aportaba nada nuevo”, cuenta el actor sobre los motivos que le impulsaron a retirarse del proyecto de TV3. Aún así, le siguen llamando para que vuelva, pero él de momento tiene otras inquietudes como la dirección, el cine, más proyectos teatrales, la televisión… Y espera ansioso que algún día Antena 3 le llame para participar en Tu cara me suena. “Imitar a un cantante es un reto que me encantaría hacer y creo que eso es como el giro de tuerca que me gustaría mucho que sucediera”, declara.
Durante la conversación se muestra simpático, hablador y tiene anécdotas para dar y regalar. Pero en ciertos momentos mide sus palabras y al tratar de profundizar más en el aspecto político de Polònia zanja: “Yo en temas de política procuro no meterme”. Opina que es un asunto muy personal, pero sí que reconoce, escapándosele la risa, que la intensidad de la política catalana en los últimos años le saturaba. “En Cataluña hubo un momento en el que todo era el procés. Era como: ‘¿Podemos hablar de otra cosa que no sea el procés, por favor?”, relata llevándose las manos a la cara en un gesto de desesperación.
Discreto ante estos temas es también su hermano, el ilustrador Jordi Labanda. Ambos son los artistas de la familia; uno más enfocado a las artes plásticas y el otro a las escénicas, aunque Ivan Labanda estuvo a punto de seguir los pasos del mayor. “Dibujar es algo que me relaja muchísimo y que me permite explorar mi creatividad en otro terreno”, cuenta el actor, que descubrió su vocación por la interpretación con 12 años. Hizo su debut en el espectáculo Nou memory. “Esa experiencia me flipó, pero ese año lo suspendí todo”, rememora entre risas. Y aquel teatro al que acudía con esa edad tan temprana no era otro que el Tívoli, donde protagonizará próximamente Cantando bajo la lluvia y en el que revivió momentos de la infancia cuando le seleccionaron para La jaula de las locas: “Recuerdo que lo primero que hice fue bajar a los camerinos para realizar todo el recorrido que hacía cuando tenía 12 años y llegaba al teatro. Fue un viaje en el tiempo brutal”. “Es un teatro al que le tengo mucho cariño”, concluye.
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