En marzo, Ja Morant expresó “sincero remordimiento” por sus errores del pasado a Adam Silver, comisionado de la NBA. Su buena actitud le ganó una sanción suave después de aparecer con un arma en un club de alterne tras un partido de Memphis en Denver. Fue suspendido con ocho partidos y unos cuántos días en una institución de rehabilitación le bastaron para salirse de rositas, a pesar de cometer una grave infracción según el código de comportamiento que rige la liga estadounidense. Su reincidencia, que ya está siendo investigada por la NBA y los Grizzlies, puede resultar mucho más dañina.
“Esto ha sido increíblemente estúpido”, comentaba a Sports Illustrated un ejecutivo anónimo de otra franquicia. Se espera una suspensión automática de 20 partidos como mínimo, si bien hay altos mandatarios de otros equipos que piensan que una suspensión de medio año o más no está para nada descartada. “Silver debe sentar un precedente”, opinaba otro miembro de las altas esferas de la liga.
Morant, que dijo estar muy arrepentido de sus acciones hace solo dos meses, ha reabierto la caja de pandora en la NBA. Sus ocho partidos de suspensión y su no inclusión en los quintetos All NBA, en gran parte consecuencia directa de sus acciones, no han servido de escarmiento. Tampoco el perder 40 millones de dólares garantizados de su contrato por formar parte de la élite de la liga si era elegido entre los 15 mejores jugadores.
Solo han pasado dos meses y Morant tropieza con la misma piedra, ahora mucho más abultada y un problema difícil de resolver para todos los implicados. En esa primera instancia, Silver compareció ante los medios y definió la actitud de la joven estrella estadounidense como “irresponsable”, “imprudente” y “potencialmente muy peligrosa”. ¿Qué dirá ahora sobre el jugador de 23 años?
Por ahora, los Grizzlies le han suspendido de todas las actividades grupales pendientes de la revisión y posterior decisión de la NBA. Pase lo que pase, todos pagarán el precio.