Japón sin Abe

Escultura de arena dedicada a Shinzo Abe en Puri Beach, India.
Escultura de arena dedicada a Shinzo Abe en Puri Beach, India.STR / EFE

Súbitamente, el primer ministro más duradero de la reciente historia de Japón, Shinzo Abe, anunció el viernes su dimisión. La explicación es una enfermedad crónica que ya le obligó a abandonar el cargo en su primer paso por la jefatura del Gobierno entre 2006 y 2007. Su recuperación entonces le permitió regresar en 2012 y aportar una etapa de larga estabilidad a un sistema de gobierno normalmente volátil.

La dimisión de Abe en un momento político y social crítico no es una buena noticia para Japón, país especialmente previsible en un mundo crecientemente errático y difícil de gobernar. Aunque el Gobierno ha combatido la covid-19 mejor que la mayor parte de países, también le han erosionado los efectos de la pandemia y de la recesión y se ha visto obligado a aplazar los Juegos Olímpicos a 2021. Para la oposición, su abrupta partida y el combate por la sucesión que ya se ha abierto en la derecha liberal gobernante le evitarán tener que responder ante el Parlamento por las polémicas vinculadas a la gestión de la pandemia y también por algunos casos de corrupción.

Abe ha dado estabilidad a Japón en un momento de crisis del multilateralismo y de máxima perturbación internacional, fruto del caos sembrado por Donald Trump. Una de las claves de su éxito han sido sus relaciones personales con el presidente de Estados Unidos, cultivadas con enorme paciencia desde el día mismo de su elección. El ascenso y las ambiciones expansivas de China, el peligro nuclear de Corea del Norte y los recelos antijaponeses en Corea del Sur han añadido mayor complejidad a estos equilibrios, que Abe ha ido superando razonablemente con el apoyo de un fórum informal estratégico, creado a iniciativa suya, como es el Diálogo Cuatrilateral que une a Japón con Estados Unidos, India y Australia.

En política económica ha dado nombre a la Abenomics, el conjunto de medidas de estímulo mediante una expansión monetaria, estímulos fiscales y reformas de las rigideces del sistema. Sus resultados han sido desiguales, especialmente en el capítulo de las reformas, y se expresan muy visiblemente en la ausencia de las mujeres en la vida política japonesa, a pesar del objetivo de su incorporación plena en el conjunto de la vida pública.

Los años de Abe tampoco han significado cambios sustanciales en la posición militar e internacional de Japón, tal como pretendía el revisionismo de su programa. No se ha producido la reforma de la Constitución, redactada por Estados Unidos como fuerza vencedora después de la guerra, por la que Japón renunciaba para siempre a la guerra y al uso de la fuerza en la resolución de los conflictos. Abe consiguió, en cambio, aprobar una legislación que permite a sus fuerzas de defensa intervenir en apoyo de un aliado cuando sea atacado, en correspondencia con el compromiso simétrico de sus socios.


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