Javier Cercas: “El gran secreto del poder está a la vista de todos: el dinero es impunidad”


Javier Cercas cumplirá 60 años el próximo 6 de abril. Tenia 39 cuando, en 2001, Soldados de Salamina le cambió la vida. Pasó de ser un escritor de culto nacido en Ibahernando (Cáceres) que se ganaba la vida como profesor universitario en Girona, la ciudad en la que había crecido, para convertirse en autor de éxito internacional. Todavía, sin embargo, le sorprende el ceremonial que rodea la aparición de cada nueva novela suya. “¡Esto es una boda!”, exclama en el autobús que recorre los 50 kilómetros que separan Palma de Mallorca de Pollença, escenario fundamental de El castillo de Barbazul, la novela que cierra la trilogía que inició con Terra alta (premio Planeta en 2019) y continuó con Independencia (2021). Si al Cercas medievalista veinteañero que enseñaba en la universidad de Illinois (EE UU) y escribía literatura de campus mientras se posmodernizaba con una tesis sobre Gonzalo Suárez le hubieran dicho que un día su editorial (Tusquets) correría con los gastos de dos decenas de periodistas de toda España para que hablaran con él de su obra, no se lo creería. “¡Es que ni se me hubiera ocurrido imaginarlo! ¡Esto es una boda!”, insiste al llegar al Club Pollença, el centro cultural en el que le espera uno de los “personajes” de El castillo de Barbazul: el artista plástico Biel March.

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“Biel es el productor ejecutivo de la novela, como en una película”, explica Cercas. “Me consiguió localizaciones, me presentó gente y revisó el manuscrito. Además, se me coló como personaje, algo que yo no tenía previsto”. A su lado, el aludido elogia la fidelidad con la que el escritor ha retratado la sociedad mallorquina, pero advierte con cierta ironía: “El personaje me gusta, pero no soy yo”. “Tampoco soy yo el Javier Cercas que sale en el libro y que, según le recrimina alguien, se lo inventa todo”, dice el Cercas real, que llena la conversación de frases redondas, definiciones de literatura y titulares cercanos al aforismo: “Me gusta escribir libros fáciles de leer y difíciles de entender”. “Trabajo lo máximo para que se note lo mínimo. Detesto a los autores que te hacen pagar en cada frase el esfuerzo que les ha costado escribirla”. “Literatura no es lo que se lee sino lo que se relee”.

El castillo de Barbazul vuelve a tener como protagonista a Melchor Marín, policía inspirado en el mosso d’esquadra que abatió en Cambrils a cuatro de los terroristas responsables de los atentados de La Rambla en agosto de 2017. En esta entrega, Marín ha abandonado la policía para ejercer de bibliotecario en Gandesa (Tarragona), donde vive con su hija Cosette, bautizada como el personaje de su novela fetiche, Los miserables. Convertida en adolescente, descubre que su padre le ha ocultado cómo murió su madre en la primera aventura de la serie y decide castigarlo negándose a volver de Mallorca después de unas vacaciones con una amiga. Cuando el castigo se convierte en desaparición, su progenitor rescata el instinto justiciero para desvelar los abusos ―sexuales y de poder― de un multimillonario sueco instalado en el Cabo Formentor.

Javier Cercas posa este jueves en una calle de Pollença.Iván Giménez Costa

“Mallorca es un lugar particularmente propicio para desaparecer”, cuenta Cercas sobre la elección del escenario de la gran pesadilla de cualquier padre. Y resuelve la relación entre lo grande y lo pequeño con otro aforismo involuntario: “La literatura es lo que convierte en universal lo particular. Pinta tu aldea y pintarás el mundo, decía Tolstói”. Algo parecido le sirve para explicar por qué ha situado la acción de su nueva novela en 2035, un distanciamiento similar al que aplicó al situar otros libros en la Guerra Civil o el intento de golpe de Estado del 23 de febrero de 1981: “Siempre pensé que el pasado es una dimensión del presente. Ahora he descubierto que el futuro también lo es. Cómo imaginamos el porvenir dice mucho de cómo vivimos el presente”.

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“Empecé esta serie porque quería ser otro escritor”, explica el novelista, que bromea confesando que le hubiera gustado convertirse en Pessoa ―inventor de decenas de heterónimos― pero se convirtió en sospechoso. ¿Por qué? Por ganar el Planeta: “Por eso digo que todo el mundo debería ganar el Planeta una vez en la vida”. El autor de títulos como Anatomía de un instante, El impostor, Las leyes de la frontera o El monarca de las sombras reconoce que el nuevo Cercas tampoco es tan distinto del viejo: “En todos mis libros hay un enigma y alguien que trata de resolverlo”. Sus novelas policiacas, no obstante, tienen en común la inmersión en las cloacas del poder: político en Independencia; económico en El castillo de Barbazul. ¿Ha descubierto algún secreto? “Que el gran secreto de los poderosos está a la vista de todos: el dinero es impunidad. Según un informe de la policía, en España se producen dos casos de abuso sexual cada hora. La violencia contra las mujeres es una variante del abuso del poder. Durante siglos media humanidad ha tenido el pie en el cuello a la otra media. Yo tengo cuatro hermanas, pero nuestra generación tardó en hablar de eso. La de las mujeres es una lucha de liberación”.

También lo es la de Ucrania frente a la invasión rusa, un conflicto que, como escribió en este periódico poco después de que estallara, Cercas considera el primer enfrentamiento bélico a gran escala entre democracia y nacionalpopulismo, “algo que no es exactamente fascismo sino la cara posmoderna del fascismo. Putin no es un loco: avisó en Chechenia, en Georgia, en Crimea. Lleva años diciendo que quiere reconstruir la URSS”. Muchos de los protagonistas de sus libros más célebres constituyen un tipo particular de héroe, pero él desconfía de la épica fuera de la literatura: “Sueño con un mundo sin héroes. Hasta ahora vivíamos un momento maravilloso en el que no teníamos que saber si somos cobardes o valientes. En Ucrania, por desgracia, lo van a averiguar ahora”.

Las novelas de la Terra alta no tardarán en convertirse en serie de televisión. Se prolonga así el idilio de Javier Cercas con el cine, cuyo penúltimo episodio es la adaptación de Las leyes de la frontera a cargo de Daniel Monzón. “Ese no es mi éxito. En una película mi trabajo consiste en no hacer nada”. Lo suyo sigue siendo la escritura, para la que, por ahora, no tiene horizonte claro: “Solo sé lo que quiero decir cuando ya lo he dicho”. Eso sí, ha empezado a investigar la vida del mosso real en el que se inspiró para inventar a su Melchor Marín. Su identidad sigue siendo un enigma. Es decir, puro Cercas.

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