Jean Castex: “Haremos todo para luchar contra la ultraderecha. Francia no es eso”

Jean Castex: “Haremos todo para luchar contra la ultraderecha. Francia no es eso”


Jean Castex, primer ministro de Francia, evita mencionar, durante una entrevista con EL PAÍS este miércoles en su despacho en el palacio de Matignon, al hombre que, con un mensaje de rechazo a los musulmanes y agitando el fantasma de la guerra civil, ha puesto patas arriba la política francesa y asustado a muchos compatriotas. No dice su nombre, pero al hablar de Éric Zemmour, candidato a las elecciones presidenciales del próximo abril, y de las ideas que representa, es tajante: “Francia no es eso”.

Castex (Vic-Fezensac, 56 años) lo repite varias veces para señalar que la imagen de Francia que ofrecen este y otros candidatos de extrema derecha —juntos, suman un tercio del electorado— no refleja la realidad francesa. La violencia en un mitin reciente de Zemmour, cuyas expectativas de voto rondan el 15%, resulta insólita incluso para un país habituado a la tensión política en las calles y los altercados.

“Sí, hay un cierto núcleo de extrema derecha en Francia”, admite. “Lo deploro, lo lamento. Pero, primero, sin duda esto no refleja Francia. Y después, y sobre todo, la historia nos ha enseñado que la aplicación de estas ideas no ha producido más que catástrofes. No funcionará mejor mañana lo que no funcionó ayer. Es un callejón sin salida contra el que lucharemos con todo”.

Castex, un año y medio después de que el presidente, Emmanuel Macron, le nombrase para el cargo, viaja este viernes a Madrid para reunirse con su homólogo español, Pedro Sánchez. La visita llega en un momento clave del quinquenio presidencial de Macron. Francia asumirá en enero, por seis meses, la presidencia rotatoria de la Unión Europea. Y coincidirá con unas elecciones en las que Macron se jugará la reelección y la continuidad de su proyecto.

En la agenda de la visita de Castex a Madrid figuran la presidencia francesa de la UE y la política europea de inmigración. El elefante lo encarnan las restricciones a la circulación en diez pasos de la frontera franco-española en los Pirineos. A principios de año eran 17 los pasos afectados; ahora son diez. La medida, decidida unilateralmente por París, disgusta en España.

“Creo que España lo entiende muy bien”, asegura Castex. “Nosotros actuamos conforme a las reglas: se trata de controles en la frontera y no de cierres. Son controles efectuados por motivos de seguridad y reintroducidos en el marco de la lucha contra los atentados terroristas. Vigilar mejor los flujos migratorios y, si se da el caso, los flujos terroristas, es un objetivo compartido entre Francia y España”.

A la pregunta sobre si estos controles han permitido detener a terroristas, responde: “Me permitiré no responder a esta pregunta por razones evidentes de confidencialidad. Sepa, sin embargo, que la cooperación antiterrorista entre Francia y España es excelente”.

La necesidad de controles en una frontera interna entre dos socios de la UE suscita la pregunta sobre si España debería hacer más para controlar su límite sur, que a la vez es la frontera meridional del espacio de libre circulación de Schengen. Castex replica: “No corresponde a Francia dar lecciones, yo no me lo permitiría y, sobre todo, ¡no lo pienso!”.

Castex no da una fecha para levantar los controles. “Un anuncio al respecto no está todavía en el orden del día. Pero, sin duda, se puede contemplar una dinámica con una mejora de las patrullas mixtas [franco-españolas]. Cuanto más se mejore el control bilateral, más podremos levantar los puntos de cierre”. El año electoral, con partidos extremistas compitiendo para reclamar el cierre de las fronteras, no lo facilita.

Hijo de una maestra y del presidente de un club de rugby, conoce bien el territorio pirenaico. Es su tierra de adopción. Aunque nació y creció cerca de Toulouse, de pequeño frecuentaba los Pirineos para cuidar su asma, y allí conoció a la catalano-francesa Sandra Ribelaygue, que luego sería su esposa y madre de sus cuatro hijas. Alto funcionario formado en la Escuela Nacional de Administración (la ENA, vivero de la élite francesa), entre 2008 y 2020 fue alcalde de Prades (Prada de Conflent, en catalán), al pie del monte Canigó. Este doble itinerario le convierte en un espécimen particular dentro de una clase dirigente bastante uniforme en Francia: experimentado en la sala de máquinas del Estado. Antes de ser el jefe de Gobierno, había recorrido casi todos los escalafones de la Administración: desde consejero del presidente conservador Nicolas Sarkozy a responsable de organizar el primer desconfinamiento en la primavera de 2020. A la vez, está pegado al terreno rural. En su despacho tiene varias pelotas de rugby, auténtico deporte nacional del sur, y ningún día falta sobre su mesa el ejemplar de L’Indépendant, el diario de Perpiñán.

Castex puede hablar “un xic [un poco] catalán y practica el castellano con Sánchez. Sobre el proceso independentista en Cataluña, que vivió como alcalde de un pueblo simbólico para el nacionalismo catalán, comenta: “Sean cuales sean las diferencias que puedan existir, deben resolverse de manera pacífica, por medio del diálogo: es lo que permiten la democracia y el Estado de derecho por el que España luchó. Por otro lado, yo he sido siempre un gran admirador de la manera en que la Transición democrática se puso en marcha después de la muerte de Franco”.

Este viernes, el primer ministro quiere aprovechar la visita a Madrid para regresar a la Embajada de Francia, donde en 1989 hizo sus prácticas como alumno de la ENA. “Era una España en pleno boom”, describe al evocar aquellos tiempos en que el país acababa de entrar en la entonces Comunidad Económica Europea. “La España de la movida y de Almodóvar”, continúa. Y, mirando a sus consejeros de prensa, más jóvenes y presentes en la entrevista, sonríe: “¡Es la España en la que uno se pasea por las calles de Madrid a las cuatro de la madrugada y cuesta circular de tanta gente que hay!”.

Era otro mundo. El muro de Berlín estaba a punto de caer. Para muchos prevalecía un optimismo juvenil. Más de 30 años, varias crisis económicas después y con una pandemia en curso, el mundo es otro.

“Francia, como el resto del mundo, está en crisis: una crisis sanitaria, económica, social. Las crisis implican siempre fenómenos de exclusión, fenómenos de repliegue en sí mismo”, reflexiona Castex. “Pero hay que resistir a esta tentación: es el deber moral y político de los dirigentes. Algunos no resisten a ello y lo lamento”.

En su discurso ante la Asamblea Nacional, tras nombrarle Macron, en 2020, Castex anunció que su “primera ambición” sería “reconciliar estas Francias tan diferentes, unirlas o reunirlas”. La crispación que refleja, entre otros, el fenómeno Zemmour, prueba que el objetivo no se ha logrado.

“La cohesión nacional es un trabajo de largo aliento”, defiende el primer ministro. “Pero quiero distinguir a los franceses de quienes buscan desunirlos o enfrentarlos unos contra otros. En lo que a mí respecta, y para ser fiel con mis actos a la declaración de política general, siempre intento, junto al presidente Macron, unir, federar las poblaciones, los territorios, y especialmente los que están en dificultad. Y condeno con firmeza a quienes llaman a la exclusión y al odio del otro. Francia no es eso. Nuestra historia también es la de una gran diversidad”.

Castex rehúsa responder a una pregunta sobre la pujante candidatura a las presidenciales de 2022 de Valérie Pécresse, elegida la semana pasada por Los Republicanos (LR), el partido de la derecha tradicional en el que el primer ministro militó hasta ponerse al mando del Gobierno. Los primeros sondeos vaticinan que es la candidata en mejores condiciones para batir a Macron en abril.

Una particularidad de este primer ministro en comparación con otros es que no alberga ambiciones políticas ni se le pasa por la cabeza competir con el presidente. Es fácil imaginárselo en el futuro de vuelta a la alcaldía de Prada.

Cuando se le pregunta por el mayor peligro ante estas elecciones, responde: “El miedo. Francia tiene muchos activos y una fuerza increíble. Creemos en ello y lo haremos todo para seguir siendo una gran potencia industrial, cultural, europea que somos, y que cree en el multilateralismo más que en el unilateralismo, que cree en la democracia más que en el odio. Hay que mantenerse fieles a lo que somos y confiar en nosotros”.

–¿Y si no sucede así?

–El miedo no se impondrá.

Una defensa de las lenguas regionales

El primer ministro Jean Castex, que sabe un poco de catalán y durante más de una década fue alcalde de un pueblo con larga tradición catalanista, conoce como pocos la sala de máquinas del Estado centralista y jacobino francés, pero al mismo posee una sensibilidad girondina, es decir, en la tradición de la Francia atenta a la diversidad. Quizá esta sensibilidad explique que adoptase una posición mediadora en el conflicto político-jurídico sobre las escuelas que en Francia usan la inmersión lingüística en lenguas regionales. “La lengua francesa”, explica Castex, “es inherente a los valores de la República y a la unidad de la nación, a la que estoy muy apegado. Pero estos valores no excluyen un reconocimiento de las lenguas regionales, de las culturas ni de diferentes tradiciones”.
El conflicto reciente estalló cuando el pasado mayo el Consejo Constitucional vetó el artículo de una nueva ley que permitía la enseñanza en la lengua autóctona en las escuelas públicas de regiones donde se habla bretón, catalán o euskera. Castex cree que se puede encontrar un equilibrio.
“Ya no estamos en la época de la hipercentralización monárquica que quiso borrar los dialectos locales y las lenguas regionales. Hoy la República ha permitido un equilibrio que ahora intentamos confirmar”, dice en la entrevista con EL PAÍS. Y pone el ejemplo de la Bressola —escuela primaria que practica la inmersión en catalán— de su municipio, Prada de Conflent, y señala que el dominio del francés de sus alumnos es óptimo. “Al salir, los escolares siguen en la escuela intermedia y después en el instituto, y funciona”, destaca el primer ministro.

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