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Joe Biden, el favorito se tambalea



Empezó la carrera presidencial liderando los sondeos en Iowa (Estados Unidos). Dispuso del Estado entero los últimos días, sin sus dos principales rivales, Bernie Sanders y Elizabeth Warren, que se encontraban recluidos en el Senado por el juicio del impeachment. Y, sin embargo, con más del 97% del escrutinio completo, el exvicepresidente Joe Biden, todavía favorito en los sondeos a nivel nacional, se hunde nada menos que a la cuarta posición en la primera cita de las primarias demócratas. Y a falta de que concluya el recuento, el ganador no es uno de los candidatos de la izquierda sino Pete Buttigieg, el joven que se disputa con Biden el electorado centrista.
Más incluso que quién gana, lo que importa en Iowa es quién pierde. O qué candidato se queda muy por debajo de sus expectativas. Y ese, sin lugar a dudas, ha sido Joe Biden.

Recibió, al menos, un regalo en Iowa. Debido al escándalo del recuento, los titulares de la noche se centraron en una aplicación electrónica defectuosa y no en la derrota de Biden. Evitó que los fotógrafos buscaran su cara más triste para inmortalizarla en las primeras de los periódicos del martes. Salió esa noche al escenario sin los datos oficiales que, dos días después, con el candidato ya en New Hampshire, confirmarían su batacazo. Hacia las diez de la noche del lunes, en un auditorio de la universidad de Drake, en Des Moines, el candidato recurrió, acompañado de su esposa, a los argumentos que repitió durante toda la campaña en Iowa. “El carácter está en la papeleta”. “No podemos permitir cuatro años más de Trump”. “Hay que reconstruir la espina dorsal de este país”. “Necesitamos un presidente dispuesto a pelear pero también a curar”. Etcétera.
Un argumentario que, sobre la mesa, debería funcionar. La prioridad de la mayoría de los demócratas es evitar un segundo mandato de Trump, y el exvicepresidente se presenta como un candidato con experiencia de Gobierno y lo bastante inocuo como para unir al partido y rascar votos entre los republicanos cansados de la beligerancia del presidente.

En vídeo, cuatro especialistas analizan la candidatura de Joe Biden. VÍDEO: EPV

“Con Trump, la casa está ardiendo. Lo importante es apagar las llamas, y una vez tenga tejado y paredes, ya pensaremos en cómo amueblar la cocina”, ilustraba Dave Musgrove, empresario de 58 años, en lo que iba a ser la fiesta de la campaña de Biden. “No es el nuevo sabor. Si te basas en el tamaño del público que congrega, no es el más emocionante. Pero lo que importa es ganar a Trump, eso es lo emocionante”, añadía su esposa Dawn, chef de 55 años.
Desde New Hampshire, Biden esquivaba los tiros disparando él también. “Veinticuatro horas después siguen intentando determinar qué demonio pasó en Iowa. A este paso, New Hampshire puede convertirse en el primer voto después de todo”, decía en un mitin en Concorde. Según la CCN, su campaña se planteó incluso recurrir a los tribunales para intentar que no se publicaran los datos de Iowa tras el fiasco del recuento.
El equipo de Biden se pasó el martes hablando con donantes para quitar hierro al fracaso. Les prometían que el plan sigue su curso, que lo hará bien donde está previsto que lo haga bien. Que ganará Carolina del Sur, la primera cita con los votantes afroamericanos, colectivo crucial para los demócratas.
Pero pronto tendrá un nuevo rival: Michael Bloomberg, el magnate multimillonario que apela al mismo electorado centrista y que ha decidido saltarse los primeros Estados. Tras el fiasco de Iowa, la campaña de Bloomberg ha anunciado que duplicará su ya colosal inversión.
El dinero, paradójicamente, es otra de las vulnerabilidades de un Biden al que se ve como el candidato del establishment. El auge de la financiación online a través de pequeñas donaciones de seguidores ha convertido a sus rivales, especialmente a Sanders, en más inmunes a los vaivenes de la carrera. Pero Biden depende de grandes donantes, que no quieren malgastar su dinero apostando a caballo perdedor. En una jugada arriesgada, su campaña redobló la inversión en Iowa en las últimas semanas, a costa de los presupuestos destinados a las siguientes contiendas. Pero llegan Estados claves, como Texas o California, donde los espacios publicitarios son mucho más caros y se requieren inversiones enormes. Biden se ha hecho muy dependiente de grandes donantes a los que ya ha exprimido. Ha gastado los 23 millones de dólares (20,9 millones de euros) que recaudó en el último trimestre del año, y solo le quedan 8,9 millones en la caja. Cinco millones menos, por ejemplo, que a Pete Buttigieg.


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