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John John Kennedy sigue fascinando 20 años después de su muerte


En un país sin reyes, los Kennedy eran lo más próximo en Estados Unidos a una familia de sangre azul. Y en ese reinado, John Fitzgerald Kennedy Jr., John John, era el príncipe llamado a hacerse con la corona de un mundo perdido tras el asesinato de su padre. El hijo del presidente era el más abierto del clan, muy rico, extremadamente atractivo y desbordaba confianza. Pero era también una persona compleja, curtida por la muerte, que le persiguió desde muy niño y le hizo creer invencible. Hasta que la avioneta que pilotaba se precipitó frente a las costas de Martha´s Vineyard. Volaba con su mujer, Carolyn Bessette, y su cuñada Lauren. Los tres fallecieron.
El historiador Steven Gillon publica una extensa biografía bajo el título America´s Reluctant Prince, en la que examina su vida y trata de recomponer las horas previas al trágico accidente el 16 de julio de 1999. La avioneta, una Piper Saratoga que estrenó tres meses antes, despegó a las 8.38 pm local desde Nueva Jersey rumbo a la boda de una de sus primas en Hyannisport. Pilotaba a ojo. A la hora de vuelo entró en una zona con una niebla muy densa. Completamente desorientado, perdió el control y se precipitó al mar. Llevó dos días encontrar sus cuerpos.
Su muerte, a los 38 años, fue otro ejemplo de la extensión de la tragedia entre los Kennedy. Durante años circularon múltiples teorías conspirativas sobre las circunstancias en las que se desvaneció la avioneta aquella fatídica noche. Las hay que apuntan al sabotaje. Otros creen que John logró desafiar a la muerte. Hay hasta camisetas en Amazon anticipando el advenimiento en este 20 aniversario.
“Fue su error de juicio lo que llevó a su muerte, la de su mujer y la su cuñada”, sentencia Gillon en la revista People, “no hay que darle más vueltas”. “John es responsable de su imprudencia y solo John”, insiste al tiempo que admite que le crea un gran dolor ser tan tajante. Ambos se conocieron en la Universidad de Brown en 1981. La pasión por la historia y el frontón fue el germen de una estrecha amistad.

John F. Kennedy Jr. jugando en el Despacho Oval de la Casa Blanca en 1963. Getty

El valor histórico de la biografía está por encima de esa relación, dice. El autor se adentra a explorar los múltiples traumas que John John tuvo que afrontar en su corta vida. “Experimentó más muerte que la mayoría de la gente”, señala. Su padre fue asesinado cuando él tenía tres años de edad. También sufrió por la muerte de su tío Robert Kennedy, convertido en su guía, y después llegó la de Aristóteles Onassis.
“Escapó tantas veces de la muerte y el peligro”, comenta, “que siempre creyó que algo iba a salvarle”. William Cohan, amigo de la adolescencia de JFK Junior, relata algo similar en Four Friends. Conoció al hijo del difunto presidente en la Phillips Academy. “La idea de pertenecer a un tipo Delta Force invencible intoxicaba”, relata. El joven Kennedy, añade, era un “adicto a la adrenalina” al que le gustaba flirtear con el peligro. Volar, dice, “era un escape físico para él”.
Pero esa noche no fue así. Cohan espera que su libro se entienda como una meditación sobre “lo frágil que es la vida”. No es solo que la presencia permanente del Servicio Secreto fuera un recordatorio constante de esos fantasmas que revoloteaban por su vida. La atención mediática era abrumadora y allí por donde iba estaba rodeado siempre por las cámaras. Las expectativas eran enormes.
La imagen del saludo que John John realizó ante el féretro de su difunto padre sigue impregnada en la memoria de los estadounidenses, como otra en la que se le ve jugueteando a los pies del presidente en el Despacho Oval. El asesinato de JFK era algo sobre lo que no le gustaba hablar. No entendía por qué le fascinaba tanto a la gente lo que pasó el fatídico 22 de noviembre de 1963 en Dallas (Texas).

El expresidente de Estados Unidos John F. Kennedy con su familia en 1963. John F. Kennedy Library Getty

John no hizo nada para ser famoso más allá de ser John F. Kennedy Jr. “Era dos personas”, explica Gillon, “jugaba el papel del hijo del presidente pero en el corazón era simplemente John”. La nostalgia por la muerte de su padre hizo que se convirtiera en un icono cultural entre los de su generación, esperando de él que resucitara los días pasados. Carolyn, sin embargo, tuvo especial dificultad para adaptarse a ese escrutinio constante al que estaban acostumbrados los Kennedy.
Respecto a la que parecía idílica relación con su esposa, Carolyn Bessette, Steven Gillon afirma que no llevaban un año casados cuando la llama empezó a apagarse. “Ella se sentía atrapada”, basándose en las conversaciones personales que mantuvo con John y con amigos muy próximos. Estaba anímicamente tan tocada, que pensaban que se automedicaba. Vivían en residencias separadas.
La cadena TLC encapsula la conmemoración del 20 aniversario de su muerte con un documental especial en el que muestra imágenes inéditas de la boda filmadas por Billy Noonan. También recoge entrevistas con familiares y amigos de la pareja. “Carolyn me cambió la vida de una manera que nunca pensé sería posible”, se escucha decir a John, “me ha hecho sentir esta noche el hombre más feliz vivo”.
John Jr. estaba en un proceso constante de entender quién era. El matrimonio iba a peor, la revista que fundó –George– atravesaba problemas financieros y su principal confidente, su primo Anthony Radziwill, se moría de cáncer. “Las dos relaciones más importantes de su vida llegaban a su fin”, señala el documental. Los días previos a su muerte tenía el tobillo escayolado tras un accidente saltando  en paracaídas. En cuanto el médico se la quitó, se puso a volar. 

John F. Kennedy Jr. en 1984. Mariette Pathy Allen Getty

Pese a ello, trataba de mirar al futuro en medio de la adversidad. Quería crear una familia, a ser posible lejos de la ciudad de Nueva York. Pero Carolyn no estaba preparada para tener hijos, como también señala la biografía de Kathy McKeon, quien fuera asistente personal de Jackie Kennedy. “Odio vivir en un pecera, como puedo traer a un niño a un mundo como este”, asegura que le dijo Bassette a una amiga. La situación era muy seria y la pareja corría el riesgo de separarse.
En esa búsqueda de su persona, Gillon explica como John Jr. se sentía más cómodo con su ambición política. No tanto por su nombre o por lo que se esperaba de él, sino porque era algo que llevaba en los genes. Se planteó presentarse para las elecciones de gobernador de Nueva York en 2002 y utilizar el cargo como trampolín para algún día volver a la Casa Blanca. Pero Carolyn era un obstáculo. Ni ellos sabían lo que iba a pasar con su relación ese verano. La boda de su prima Rory iba a celebrarse el 17 de julio. Lauren, la hermana de Carolyn, organizó un almuerzo el día antes del viaje en un último esfuerzo para tratar de reconciliarlos. A ella le costó pero finalmente decidió acompañar a su marido a aquel encuentro con el clan porque quería que las cosas funcionaran. Nunca llegaron al destino porque, como dice Cohan, John Fitgerald Kennedy Jr no supo ver el peligro.


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