Boris Johnson, primer ministro del Reino Unido, en una rueda de prensa.

Johnson pide perdón a los británicos por la fiesta de Downing Street que se saltó las restricciones la Navidad pasada

Boris Johnson solo tiene dos manos, y cada intento de taponar una nueva crisis se ve limitado por la necesidad de frenar una pérdida de credibilidad, que se le escapa a chorros. Justo cuando su Gobierno celebra reuniones diarias para analizar la evolución de la variante ómicron del virus, y se plantea una nueva vuelta de tuerca en las restricciones sociales días antes de Navidades, los británicos han descubierto que el personal de Downing Street se saltó el confinamiento en diciembre pasado para celebrar las fiestas. “La ya famosa fiesta del número 10 de Downing Street supone que cualquier nuevo confinamiento que se imponga se entenderá únicamente como una recomendación, diga lo que diga la ley”, resumía el diputado conservador Charles Walker a la BBC el martes por la noche.

El primer ministro conservador se ha apresurado a pedir disculpas, nada más comenzar la sesión de control de este miércoles en la Cámara de los Comunes, para intentar frenar la avalancha de críticas desatada entre los diputados conservadores y los partidos de la oposición. “Estoy furioso. Pido perdón por esta ofensa a todo el país y por la impresión que ha dejado”, ha dicho Johnson en una declaración que traía escrita. “Se me dijo en todo momento que no había habido fiesta, y que en todo momento se habían respetado las normas. He ordenado una investigación interna, y habrá sanciones disciplinarias si se encuentran culpables”, ha prometido Johnson.

El primer ministro de Reino Unido, Boris Johnson, hoy en el Parlamento británico.EFE (UK Parliament/Jessica Taylor)

El líder de la oposición laborista, Keir Starmer, lo tenía fácil. Ha recordado casos concretos de ciudadanos que, durante las pasadas Navidades, cumplieron las reglas y fueron incapaces de despedirse de padres o familiares. “Incluso usted debe entender el daño que ha hecho todo esto a su credibilidad, a la hora de imponer nuevas restricciones sociales para combatir el virus”, ha acusado Starmer a Johnson. “Liderazgo, sacrificio… todas esas son las condiciones necesarias para dirigir el país con la autoridad moral adecuada. ¿La tiene usted, señor primer ministro?”, le espetaba su rival político.

El daño infligido es doble. No solo porque vuelve a transmitirse la idea de que el Gobierno tiene una regla anticovid para la población y otra para su gente, sino porque Johnson ha vuelto a ser pillado en una mentira. Cuando estalló la noticia, que el Daily Mirror publicó a principios de esta semana, el primer ministro aseguró que “todas las normas y recomendaciones vigentes se respetaron”. Según la información del diario, sin embargo, fueron al menos 30 personas las que se reunieron en las oficinas de la sede del Gobierno para la celebración, y la fiesta incluyó intercambio de regalos a la manera del amigo invisible. Era el 18 de diciembre. Dos días antes, Londres había entrado en el nivel 3 de alerta contra el coronavirus, lo que suponía que no podía haber reuniones en interiores, más allá de los miembros de una burbuja familiar. La recomendación, en esos momentos, era trabajar desde casa y solo celebrar comidas de trabajo si resultara absolutamente necesario.

Boris Johnson, primer ministro del Reino Unido, en una rueda de prensa.
Boris Johnson, primer ministro del Reino Unido, en una rueda de prensa.AP

Era difícil sostener la falsedad, pero todo se ha agravado aún más al publicar la cadena ITV un vídeo que añadía escarnio a la ofensa. Johnson había contratado poco antes del evento a la periodista política de la BBC Allegra Stratton como nueva jefa de prensa y portavoz de Downing Street. La reportera ha acabado anunciado este miércoles su dimisión. Trabajaban entonces en la idea de tener ruedas de prensa diarias televisadas de Stratton, como hace el equipo de comunicación de la Casa Blanca estadounidense. Y habían comenzado ya los ensayos, con cámaras, atril, y simulacros de preguntas y respuestas, convenientemente grabadas por una productora televisiva contratada para ese propósito.

Uno de los miembros del equipo que participaba en las pruebas lanzó la pregunta: “He visto informaciones en Twitter que hablan de que hubo una fiesta de Navidad en Downing Street el viernes por la noche. ¿Reconoce esas informaciones?”. Sonrisa nerviosa. “Yo me fui a casa”, contesta. El compañero insiste, y Stratton comienza a bromear con respuestas evasivas. “¿Vale responder que fue solo la habitual combinación de queso y vino?”, dice. Es famosa la costumbre de Johnson de terminar el día con esa combinación, en abundantes raciones, y saltarse la dieta en la que esté en ese momento. “Fue una reunión de trabajo, aunque no respetara la distancia social”, concluye Stratton entre risas, mientras advierte al equipo de que todo se está grabando. Así fue, y esa grabación se ha conocido justo en uno de los momentos más delicados del Gobierno de Johnson.

Stratton, quien vio su puesto rebajado a principios de 2021, cuando se descartó la idea de las comparecencias televisadas diarias, fue recolocada como portavoz de la COP-26, la Cumbre del Cambio Climático que el Reino Unido preside durante todo un año. Este mismo miércoles, después de que el primer ministro pidiera disculpas, Stratton ha anunciado su dimisión y también ha pedido disculpas a los británicos: “Mis comentarios [en el video del 20 de diciembre] parecían tomarse a broma unas normas que la gente estaba obedeciendo a rajatabla”, decía Stratton entre lágrimas durante una comparecencia ante las cámaras. “Nunca fue mi intención, y lamentaré esos comentarios el resto de mis días”, añadía compungida.

Sin investigación policial

“Todos aquellos a los que se prohibió que pudieran ver esos días a sus seres queridos, muchos de ellos en el final de su vida, van a llegar a la rápida conclusión de que les tomaron por idiotas”, ha denunciado el diputado conservador, Roger Gale. La Policía Metropolitana de Londres, New Scotland Yard, ha revisado el vídeo emitido por ITV, pero en un comunicado oficial ha descartado abrir una investigación: “En base a la ausencia de pruebas, y de acuerdo con nuestra política de no investigar quebrantamientos pasados de las reglas de distanciamiento social, la Policía Metropolitana no abrirá una investigación”. Fue Kilt Malthouse, secretario de Estado de Interior para Asuntos Policiales, el primero en reclamar pesquisas oficiales de todo lo sucedido. “Se ha realizado una acusación, y la policía debe investigar el asunto y llegar a sus propias conclusiones, sin que nosotros les forcemos a nada”, anunciaba Malthouse. New Scotland Yard, en cualquier caso, deja abierta la posibilidad de intervenir en el futuro si la investigación interna encargada por Johnson a su secretario de Gabinete, Simon Case, concluyera que se cometió algún acto delictivo.

El Partido Nacional Escocés (SNP, en sus siglas en inglés), el grupo de oposición con el mayor número de diputados en la Cámara de los Comunes después de los laboristas (45), ha ido más lejos que el resto. Su portavoz, Ian Blackford, ha exigido la dimisión de Johnson. “Un primer ministro sin dignidad, aunque él mismo no lo entienda. La gente ha respetado las normas, se ha sacrificado, mientras que este Gobierno se reía ante nuestras propias caras”, ha dicho Blackford este miércoles.

El Gobierno de Johnson debate esta semana si impone, como en otros países europeos, la exigencia de un certificado covid para eventos y fiestas que se celebren en interiores. Los ministros están divididos al respecto. El responsable de Sanidad, Sajid Javid, quien esta misma semana ha anunciado que la transmisión de la ómicron era ya comunitaria en el Reino Unido, quiere más controles. Otros miembros del Gobierno, presionados por el ala dura de los diputados conservadores, que rechaza más restricciones a los derechos y libertades, se oponen a las nuevas medidas. El escándalo de la fiesta en Downing Street ha llegado en el momento en que Johnson necesitaba más autoridad y credibilidad para controlar una situación delicada.

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