Ni lo vio ni le vieron, dormido él tan pancho en Serbia y con el célebre anuncio de Taco Bell cogiendo la pantalla cuando los Nuggets le draftearon el 41 en 2014, pues a quién le importaba un chico aparentemente tan corriente, incluso pasado de peso, seleccionado en lo más hondo de la lotería. Pero Serbia –con su Sombor natal con los ojos como platos–, le esperó despierta, y el mundo sólo le mira a él para añadir más altura a lo de Denver entre la Ciudad de la Milla y el hito: Nikola Jokic, el doble MVP, acabó de legitimar anoche en una velada que nunca olvidará.
Y todos emocionados, sus hermanos –los que sí esperaron despiertos aquella noche de verano para ver el draft–, a lágrima viva, igual que su esposa. Pero él, como si nada, 28 puntos, 16 rebotes y 4 asistencias como excelente trabajo final de curso. “¿Que qué siento? Un buen trabajo. Ahora nos podemos ir para casa”, respondió Jokic en la entrevista de la ESPN de Lisa Salters nada más acabar, como si la que se supone que es la noche de su vida fuera una cualquiera. Como si hubiera ganado uno que pasaba por allí sin saber lo que es la NBA.
Conmovió por enésima vez el Joker con su baloncesto y conmocionó con su autenticidad, tan extraordinario en la pista pero tan corriente antes, ahora y siempre cuando no tiene el balón entre manos. Para entender el temple, la naturalidad con la que ejecuta y reparte en la cancha, hay que comprender primero su sencillez y autenticidad.
“¡MVP, MVP!”, clamaban al unísono el Ball Arena y sus compañeros mientras le pegaban collejas para celebrar también su MVP de las Finales. Pero, en vez de disfrutar, Jokic parecía sufrir, ruborizado, incómodo siendo el obligo del mundo, tímida mirada al suelo buscando refugio en sí mismo. Su modesta personalidad no fue tampoco esta vez un reclamo para decorar con emocionales frases el relato de su triunfo. Así que, cuando Denver se preparaba para levantar el preciado Larry O’Brien, Lisa Salters tuvo que buscar los elogios en Michael Malone.
–Coach, a él no le gusta hablar de sí mismo. Pero queremos saber más de Nikola–, le preguntó Salters a Malone, que recurrió también a la eficacia de lo sencillo para definir lo que es el ‘Joker’, que tampoco apenas se ríe ni cuando bromea.
–Es la mejor persona, el mejor padre, el mejor hijo, el mejor hermano. Es el mejor jugador de la NBA–, destacó el técnico de Denver. Primero, todo lo relacionado con el carácter y, luego, el baloncesto. Un orden que no fue casualidad. Clavado.
En Jokic conviven todos los papeles en su vida en armonía para que todos fluyan a la vez todas las personalidades en la pista –tan pronto pívot como base–, del que ha sido el MVP de unas Finales drafteado con un número más bajo. Otro récord más que le dará “igual” como responde cuando le preguntan por cifras y plusmarcas, que es algo como malgastar una pregunta para un periodista. Y seguro que ni sabrá que casi ha promediado un triple-doble de 30 puntos, 13,5 rebotes y 9,5 asistencias en estos playoffs con un demencial 46% en triples. “No sé qué decir…”, señalaba al respecto, preguntado por un récord de LeBron James, tras el Game 4. En las Finales cierra la paradita con 30,2 puntos, 14 rebotes y 7,2 asistencias (58,4 TC; 42% 3P), otro escándalo.
Los números agasajan a Nikola Jokic, también primer jugador de la historia en acabar los playoffs líder en puntos, rebotes y asistencias. Pero él hace oídos sordos a ellos y a la fama, a las críticas que trataron de devastarle por una capacidad defensiva en la que definitivamente se le ha infravalorado. Por eso, por su capacidad de aislarse como si no existiera nada más que él y el balón, juega con esa parsimonia para leer todo en el punto y ejecutarlo a la velocidad de la luz pese a su ganso andar.
Después de todo, es más fácil también aislarse del ruido y del mundo para evitar distracciones cuando la diaria música de pequeño eran sirenas y bombas en plena Guerra de los Balcanes, sin la que tampoco se entiende su dureza. No es casualidad que dos niños del crudo conflicto yugoslavo se hayan confirmado en la cima del mundo en dos días seguidas.
En 24 horas, Serbia ha visto coronarse a Novak Djokovic campeón de Roland Garros y mejor tenista por ahora de la historia según número de Grand Slam y a Nikola Jokic campeón de la NBA. Aunque, frente a la estridencia y las pasiones enfrentadas del que también apodan el ‘Joker’, Jokic genera consenso en cuanto a la admiración del mundo. Jokic es un caballero de los pies a la cabeza. Sus primeras palabras tras el triunfo final, para los dignos Miami Heat:
“Los Heat son un gran equipo, merecen mucho respeto”, destacó, en su habitual tono respetuoso el serbio, el que llegó completamente vestido de negro al partido de su vida. Caballero y hombre de negocios, que sabe cuidar y gestionar su comercio como nadie aunque sea al borde de la quiebra, latente todo el partido la amenaza de los Heat de llevarse la eliminatoria de nuevo a Miami.
“El baloncesto es un deporte divertido y eso iba a ocurrir. Hay muchas cosas que pueden pasar”, señaló el pívot, más calmado en la primera parte con 9 puntos, desatado en la segunda con 19.
Y es que, aunque luego pidió disculpas, tenía mucha razón Erik Spoelstra cuando calificó de “ridículo” lo de ‘convertir’ a Jokic de asistente a anotador en el Game 2. Porque el ‘Joker’, desplegando todas las cartas en su variada baraja de juego, elige lo qué ser si no le dejan ser algo. Y si no le permiten asistente, pues con todo a ser anotador, injusto al final calificarle sólo de pívot porque pulula de una posición a la otra. Sin ninguna asistencia en la segunda parte del Game 5, con sus 19 puntos se hizo cargo de la molesta zona de los Heat.
Paciencia como la que han tenido Denver para construir lo que han levantado con tanto mimo. Y, el chico al que los Nuggets birlaron al Barça, todavía 28 años, y aún 26 su inseparable Jamal Murray, no lo dirá porque sino él sería el centro de atención, sino no sería lo que es en esencia. Pero ya lo dijo Michael Malone por él: “Queremos más”.