Yo leía cada quince días los artículos profundos pero tremendamente divulgativos de Jorge Carrión en el periódico The New York Times. Antes había leído un libro suyo titulado Los muertos, que me dejó pensando durante semanas: ¿qué pasa con el duelo cuando los personajes de ficción que nos han acompañado semanas, meses o años fallecen? Antes, por supuesto, había leído Teleshakespeare, un libro que inaugura ya en 2011 el poder mítico de las series de televisión como relatos que atraviesa a toda la humanidad, estableciendo héroes y heroínas globales.
Así que yo esperaba con ansia esos artículos en The New York Times de Carrión cada dos semanas cuando en septiembre de 2019 se anunció el cierre de la redacción por “no ser rentable”. En aquel tiempo estaba interesada en el fenómeno de los podcasts creados por escritores o ensayistas: el de Bret Easton Ellis —cuyos episodios han conformado Blanco, su último libro de ensayos—, Malcolm Gladwell —un escritor que ha alcanzado fama mundial gracias a sus libros pero que ha expandido esa influencia al formato podcast con Revisionist History— o Stephen Fry con 7 Deady Sins, un podcast que explicaba a través de siete episodios los siete pecados capitales con esa voz ronca y de ultratumba que tiene Fry, un gran contador de historias. Eran tres ejemplos de los muchos que encontré.
De manera que, sin conocerle —solo había leído sus libros—, decidí escribir a Jorge para proponerle algo que podría interesarle: ¿por qué no convertimos esas columnas que son, en cierto modo, grandes ensayos contemporáneos, en formato audio? ¿Por qué no seguir la estela anglosajona de Ellis, Gladwell o Fry adaptada al mundo iberoamericano? Jorge, como gran amante de géneros que se hibridan infinitamente, aceptó la propuesta. Ambos sabíamos que la voz tenía que estar en el centro (nos gusta hablar de este podcast como “vozcentrista”). Los otros elementos radiofónicos estarían presentes pero de un modo muy leve, apenas perceptible. El ritmo de narración sería pausado, casi letánico. Y huiríamos de voces de expertos que se manifiestan únicamente de modo conversacional. Y desafiaríamos la condición íntima del formato para acercarlo a algo más aséptico e irreal. De ciencia ficción. En definitiva, queríamos experimentar y jugar. Luego llegó la pandemia y la grabación se complicó: por este motivo, la voz de algunos expertos tiene textura de grabación de móvil. El resultado es Solaris, un podcast que no es podcast únicamente, porque también es ensayo y audiolibro: “una nueva critura digital, un objeto cultural no identificado”, en palabras de Carrión.
Jorge Carrión, autor de Solaris. Fotografía: Pedro Madueño.
Pregunta: ¿Cómo definirías el concepto “ensayo sonoro”: híbrido entre podcast, ensayo y audiolibro?
Respuesta: Desde hace muchos años me interesa tanto la crónica que piensa en voz alta como el ensayo que utiliza las técnicas del relato. El equilibrio entre los datos, las ideas y las historias. En todas mis novelas hay una dimensión ensayística y en todos mis ensayos hay mucha narración. De modo que era natural que llegara a los dos cómics que he hecho con Sagar como dibujante, Barcelona. Los vagabundos de la chatarra y Gótico, que son, respectivamente, crónica y ensayo, en viñetas. Y a Solaris, que es la evolución de un viejo proyecto de ensayo sobre los conceptos claves del siglo XXI.
P: En los productos culturales más relevantes de la década hablabas de la nueva oralidad y del audio como formatos clave. ¿Por qué crees que esta era será la era de la audificación, como ya señalan algunos teóricos en Estados Unidos?
R: Coinciden muchísimos factores: el poder de la radio, que sigue intacto pese a la irrupción de tantos otros lenguajes y medios; la necesidad de sentirnos cuerpo en un momento en que todo es píxel y virtualidad; las ventajas de producción y de difusión de podcasts que dan las últimas tecnologías; y un largo etcétera. Pero tal vez la más importante sea la razón económica: las empresas tecnológicas y las plataformas han visto un capital enorme en los asistentes personales, en los algoritmos de voz, en la difusión de música y audioseries y podcast, y nos están llevando hacia el terreno que les interesa, el de la dependencia de las voces ajenas. Pero yo creo que el audio y la escritura van a convivir. Todo va a convivir.
P: ¿Por qué Solaris como título del podcast? ¿Que tiene este podcast de la atmósfera que creó Lem?
R: El primer título del proyecto era Nuestro corresponsal en el futuro, pero era un tanto difícil. ¡Y además Ella —la voz que me acompaña en cada episodio— es Nuestra Corresponsal en el Futuro! Solaris, en cambio, es poético y apunta hacia un gran referente de la ciencia ficción, que para mí es el nuevo realismo. Como en la novela del maestro Lem, en Solaris intentamos formular más preguntas que respuestas. Y creamos espacio para que la poesía, el misterio o el humor contrapunteen la reflexión filosófica o la divulgación de ciencia, literatura o tecnología. Ahora que lo pienso, mi relación con Ella, que es una relación de ficción, o de ciencia-ficción, o de anticipación, se parece bastante a la que el protagonista de la novela mantiene con su fantasma femenino.
P: Háblanos de la estructura del podcast porque está muy meditada y de esa acompañante de la que hablas, Ella, cuya voz está tratada algorítmicamente.
R: Por un lado, me planteo todos los proyectos como una novela o un libro, es decir, con una arquitectura de conjunto y con un arco argumental. Pero, después, en cada episodio, hay que encontrar una estructura sólida, con variaciones. Por ejemplo, en Librerías cuento la historia del libro y las librerías desde Grecia hasta Amazon o el ebook, en el conjunto; pero después cada capítulo se lee como un cuento. En Solaris intento hacer lo mismo. En la primera temporada vamos a contar cómo Ella (interpretada por la actriz argentina Fernanda Orazi) y yo intimamos, porque finalmente es lo que vamos a hacer probablemente los seres humanos del siglo XXI, intimar cada vez más con los algoritmos. Y en cada capítulo, mientras esa historia ocurre lentamente, vamos a reflexionar sobre claves de nuestra época, apoyándonos tanto en storytelling como en ideas, y con voces autorizadas, las de nuestros corresponsales, como contrapunto a ese diálogo platónico que sostenemos Ella y yo.
P: Llevas mucho tiempo analizando el presente en clave tecnológica. Tus artículos en The New York Times, La Vanguardia, en el CCCB, en tus libros… Has elegido seis temas claves para esta primera temporada: aceleracionismo, plataformas, big data, inteligencia vegetal, géneros fluidos, cultura de la terapia. ¿Por qué estos temas y no otros?
R: En efecto, hay muchos más, como el mainstream, el transmedia, el porno o el cambio climático. Ojalá el podcast tenga muchas temporadas y podamos pensarlos todos. Para esta primera temporada nos decidimos por seis muy distintos, en busca de variedad y equilibrio en el conjunto. Y, por supuesto, hay un séptimo tema de fondo, la inteligencia artificial.
Eloy Fernández Porta y Carlos A. Scolari son dos de los corresponsales de Solaris.
P: En el podcast son muy importantes lo que llamas “los corresponsales en el futuro”. ¿Quiénes son y qué papel ocupan en el relato?
R: Son las típicas voces de expertos, pero las redefinimos según etiquetas no convencionales. En lugar de dar la voz a un experto sociólogo o a un filósofo, inventamos especializaciones más contemporáneas, más propias del espíritu de Solaris. Así, tenemos a corresponsales en Netflix (Elena Neira), YouTube (José Miguel Tomasena), Sociología de las Emociones (Eloy Fernández Porta), Podcasting (Emma Rodero), Supercomputer (Fernando Cucchietti), Ecología de los Medios (Carlos A. Scolari), Sonar+D (José Luis de Vicente).
P: Has estado muy pendiente de todo el proceso de producción del podcast y uno de tus empeños ha sido acertar con el diseño sonoro y con la atmósfera, trabajando mano a mano —y en la distancia— con Andreu Quesada, diseñador de otro podcast como Volver, cinco historias de la crisis catalana, en el que la voz estaba muy presente. ¿Cómo describirías el estilo y la atmósfera del podcast?
R: Sobrio y levemente inquietante. Andreu captó rápidamente que no queríamos hacer un podcast que sonara como los demás. Nuestra propuesta no es comercial, no es para todos los públicos, es para personas que quieren pensar, aprender, seguir leyendo. Y la dimensión sonora tiene que invitar a eso, a la reflexión, al conocimiento, a la lectura. Obviamente, también queremos ser seductores, por eso incluimos una sintonía reconocible o cortes de audio de películas o de escritores (en el uno aparece Cortázar, en el sexto, Borges, diciendo algo, por cierto bastante sorprendente). Todo ello mejora mi dicción no profesional y la excelencia actoral de Fernanda Orazi. Pensábamos hacer la temporada todos juntos en el estudio, pero nos sorprendió la cuarentena. Espero que la segunda temporada, si llega, y después de que todos nos conozcamos, sea más fluida. Hemos hecho todo lo posible, en el difícil contexto en que vivíamos.
P: Cada episodio tiene su propia bibliografía y la insertas en el propio guion, no como contenido transmedia que pudiera disuadir al posible lector/oyente. ¿El podcast es una invitación a seguir aprendiendo?
R: En efecto. Creo que existe un grave problema social: constantemente aparecen nuevos temas y problemas que no estudiamos en la primaria, ni en la secundaria, ni en la universidad. Desde la condición trans hasta las redes sociales nos reclaman una actualización constante. No de software, de hardware, de nuestro cerebro. Solaris quiere dar herramientas para que cada cual pueda a llegar a entender los nuevos debates tecnológicos, científicos, humanistas, narrativos, sociales, no como yo los entiendo, sino de un modo más personal y propio. De ahí las invitaciones a leer libros o ver series y películas.
Cada episodio de Solaris tiene su propia bibliografáis para seguir leyendo.
P: Me gustaría que habláramos de dos de los episodios más diferentes de esta temporada: la inteligencia vegetal y la cultura de la terapia. ¿Qué nos vamos a encontrar en ellos?
R: La cultura de la terapia, tal como la definió Eva Illouz, se ha impuesto en el cambio de siglo: todo es de un modo u otro terapéutico, desde la industria de la autoayuda y la felicidad hasta los talleres literarios o las redes sociales. Hablamos de ello, porque me parece clave. Por otro lado, muchísimas personas, durante la pandemia, se han dado cuenta de la compañía que reciben de las mascotas y de las plantas, lo que Donna Haraway llama “especies compañeras”. A través de Stefano Mancuso y otros expertos en botánica, vamos a mirar las plantas desde otra perspectiva, la de sus formas de inteligencia y sensibilidad. Incluimos un corte de la Abuela Sauce, de Pocahontas, y de una conferencia performática de Mancuso y un grupo italiano de música experimental; pero en un futuro podremos incluir el lenguaje que producen los vegetales, porque se comunican de algún modo, pero todavía no sabemos cuál.
P: En el último episodio y, sin desvelar nada sustancial, anuncias —a partir de la película Gravity— una especie de batalla entre el big data y el storytelling. ¿Quién está ganando hasta el momento?
R: Es un tango. Un tango enamorado. Un tango de la muerte. Yo diría que los ingenieros y los científicos se han dado cuenta de que no sirve de nada innovar o descubrir si no sabes comunicarlo, y la comunicación es sobre todo narrativa. Tampoco sirve de nada acumular datos si no sabes darles un sentido, y el sentido tiene casi siempre la forma de una historia. De modo que se van a multiplicar las alianzas entre humanistas y programadores. Se necesitan mutuamente.
P: ¿Para ti el podcast es un género, un formato o una tecnología?
R: No es fácil definirlo. La tecnología siempre ha cambiado el arte. Pensemos en la imprenta y el Quijote o en la fotografía y en la pintura. El podcast es un Objeto Cultural Vagamente Identificado. Creo que es una criatura digital nueva, pero que se nutre del audiolibro y de la radio y su rica tradición con variantes (como el radioteatro).
P: Dime algunos podcasts que hayas escuchado últimamente y te hayan gustado.
R: Los últimos podcast que he escuchado y me han gustado han sido El Hilo, de Radio Ambulante, y Biotopía, de Manuel Bartual. Creo que un proyecto sólo puede crecer si dialoga, secreta o explícitamente, con los mejores proyectos contemporáneos. Por eso los espío.
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