Joséphine Baker era mujer, negra, cabaretista, extranjera y de origen pobre. En sus Estados Unidos natal habría tardado mucho más en obtener los mismos derechos que sus conciudadanos blancos que en la Francia que eligió como país y nacionalidad, aunque también ahí tuvo que lidiar con prejuicios. Pero vivió ajena a convenciones y aplicó a su propia vida la libertad que siempre preconizó, y por la que luchó, tanto como miembro de la resistencia francesa combatiendo contra los fascismos en Europa como más tarde en su país de origen, donde participó, vestida con su uniforme militar francés, junto a Martin Luther King en la famosa marcha por los derechos civiles de 1963 en Washington. Este martes, 46 años después de su muerte en la capital gala, entrará, con los máximos honores nacionales, en el Panteón de París, ahí donde solo reposan los restos de “los grandes hombres” de Francia. No es un logro menor, sobre todo como mujer (es la sexta en conseguirlo, la primera como mujer negra y como artista de escenario) y porque no se produce tampoco en un momento cualquiera.
Aunque el Elíseo —la decisión final de quién entra en el Panteón la toma el presidente, Emmanuel Macron— niega oficialmente intencionalidad política alguna, a nadie se le escapa que la elección de Joséphine Baker como un símbolo que encarna los mejores valores que Francia ve en sí misma y quiere transmitir al resto del mundo llega en un contexto muy particular: el país de adopción (o de elección, ya que renunció a la nacionalidad estadounidense al obtener la francesa en 1937, tras su matrimonio con el empresario galo Jean Lion) de la Venus de Ébano y notoria resistente vive la campaña electoral de cara a las presidenciales del año que viene. Y aunque simbólicamente una de las candidatas, la socialista Anne Hidalgo, es también de origen inmigrante (nació hace 62 años en San Fernando, Cádiz), el ambiente político de la mayoría de sus rivales viene muy cargado, ideológicamente virado a la derecha, con un discurso cada vez más duro en materia migratoria y sobre la identidad francesa.
No solo es el polemista de ultraderecha Éric Zemmour, recientemente juzgado, de nuevo, por incitación al odio y la injuria racial por haber declarado, en 2020 en la televisión, que los migrantes menores “son ladrones, son asesinos, son violadores”. Su alza en los últimos meses en las encuestas ha provocado un endurecimiento generalizado en la derecha (y en la no tan derecha) del discurso migratorio, hasta el punto de que todos los aspirantes a la candidatura presidencial por el partido clásico conservador, Los Republicanos, prometen endurecer drásticamente la —ya de por sí bastante dura— política migratoria del país. Algunos han llegado incluso a cuestionar quién puede ser francés o no y proponen limitar el derecho a obtener la nacionalidad francesa solo a los nacidos en territorio galo.
La panteonización de Joséphine Baker, que por otra parte nadie se ha atrevido a criticar en voz alta, viene a recordarles a muchos —o le sirve de instrumento político a quienes quieren hacerlo— que no hay una sola forma de ser francés.
“Es un mensaje para decir: ‘Miren, Francia también es esto”, explica a EL PAÍS el historiador Pascal Blanchard, a quien Macron encargó el año pasado crear el comité científico de Retratos de Francia para elaborar una lista de 318 personalidades surgidas de la “diversidad” —hombres y mujeres de origen inmigrante o colonial, muchos de ellos de otras razas distintas a la blanca— que han marcado la historia del país desde la Revolución Francesa.
“Es una manera de reconocer la diversidad. A través de Baker y de su ingreso en el Panteón, el mensaje es que es hora de mirar y aceptar esa diversidad que forma parte de nosotros, que el gran relato nacional no se hace solo con hombres blancos”, agrega Blanchard.
El objetivo original de la lista elaborada por Blanchard y otras 17 personalidades, entre ellas la escritora francomarroquí Leila Slimani, era (y sigue siendo) proporcionar a alcaldes y otras autoridades del país de las innumerables avenidas Charles de Gaulle o Victor Hugo nombres alternativos para calles y edificios públicos que recuerden esa historia menos conocida de Francia, a aquellos hombres y mujeres fuera del “relato oficial” de los libros de texto, de origen foráneo o al menos colonial y, en muchos casos, con un tono de piel diferente al blanco, que también contribuyeron a que Francia sea lo que es hoy.
De esa lista, el Museo del Hombre de París ha seleccionado a 29 mujeres y 29 hombres para elaborar una exposición del mismo título, Retratos de Francia, otra historia de Francia, que abrirá el 1 de diciembre, un día después de la panteonización de Baker, incluida por supuesto en la muestra, con la misión de divulgar esa idea de una Francia multicultural.
La idea es “mostrar que la diversidad existe desde hace mucho tiempo, que no surge de la descolonización, ni tampoco de periodos recientes, sino que siempre existió, solo que a veces lo olvidamos”, dice Aurélie Clemente-Ruiz, comisaria de la exposición. No se trata, subraya, de “reemplazar” las figuras nacionales aprendidas en la escuela, sino de “completar una foto de familia con lagunas”, decir que más allá de los personajes archiconocidos “podría haber otros” que enriquezcan el relato. Como “cuando vemos a Severiano de Heredia convertirse en el primer alcalde negro de Francia, aunque originalmente era cubano, y que acabó siendo ministro de Obras Públicas en 1887. Esa es una historia increíble pero totalmente olvidada”, dice de uno de los personajes destacados en la exposición.
Otros son mucho más conocidos, como Pablo Picasso —de quien otra exposición en París recuerda estos días que durante décadas el pintor malagueño fue tratado en Francia como un inmigrante peligroso— o la doble premio Nobel Marie Curie. Pero muchos olvidan que a Picasso le denegaron la nacionalidad francesa y que Curie, otra de las pocas mujeres panteonizadas, era de origen polaco.
“Mire a su alrededor. Todos son grandes franceses. Todos contribuyeron a la grandeza de este país y todos tienen orígenes increíblemente diferentes”, proclama Blanchard. “Mire qué destinos tuvieron Do Huû Vi, un aviador [originario de Saigón] que en 1914 luchó en los cielos de Francia; Marie Curie, Ahmed Boughera El Ouafi [el primer atleta de origen africano en lograr una medalla olímpica] o Missak Manouchian [poeta armenio y miembro de la resistencia]. Todos quisieron a Francia, por razones diferentes, pero nadie puede discutir que esos hombres y mujeres construyeron nuestro país. ¿Qué sería Francia sin Dalida, Aznavour o Johnny Halliday? Un país es como un milhojas, todo eso nos construye hasta lo que somos hoy. El objetivo aquí es hacerlos visibles, porque la gente olvida. Y recordar de dónde venimos permite saber hacia dónde vamos”.
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