Kate Moss: dos años sobria tras un currículum de excesos

Cuando en 2007 el Victoria & Albert Museum le dedicó una muestra a la edad dorada de la alta costura, Kate Moss acudió a la inauguración con un vestido de Christian Dior  vintage de satén color champán. Hasta ahí, nada reseñable. Sin embargo, nada más entrar en el museo, la cantante Courtney Love pisó por accidente la cola del vestido, provocando un pequeño rasgón que en las horas siguientes acabó convertido en un enorme agujero.

Cualquiera se habría marchado a casa o, al menos, habría intentando cambiarse de ropa. Pero Kate Moss prefirió cortar la parte de abajo de la prenda, se ató un nudo a la altura de la cintura con lo que quedaba de ella y, con el vestido transformado en minifalda, hizo honor a su fama de party animal hasta las tantas de la madrugada. La anécdota podría leerse como una metáfora de la forma en la que la supermodelo, que este miércoles cumple 45 años, ha conducido siempre su vida: ni en sus horas más bajas (cuando apareció esnifando cocaína en la portada del diario Daily Mirror en 2005) se ha mostrado dispuesta a abandonar la fiesta.

Kate Moss y su vestido de Dior en una fiesta del Victoria & Albert Museum celebrada en Londres en 2007.ampliar foto
Kate Moss y su vestido de Dior en una fiesta del Victoria & Albert Museum celebrada en Londres en 2007. CORDON PRESS

Tras conseguirlo todo como modelo, la que fuera el símbolo de la estética noventera heroin chic no afloja. Ya no desfila (la última vez que apareció sobre una pasarela fue para arropar a su amigo Kim Jones en su despedida de Louis Vuitton hace un año), pero sigue poniendo rostro a campañas de perfil alto como la de la reciente colaboración de Burberry con Vivienne Westwood o la de la colección primavera/verano 2019 de Stella McCartney, que comparte con Kaia Gerber, la hija de Cindy Crawford. Es imagen y directora creativa de la firma de cosmética japonesa Decorté. A sus más de 300 portadas, este mes añade la del nuevo número de Love. Y, según se publicó en octubre, ha desplazado a Cara Delevingne como la modelo británica mejor pagada.

En septiembre de 2016, además, Moss lanzó su propia agencia de talentos, en la que representa a figuras tan versátiles como la cantante Rita Ora o la actriz Gwendoline Christie (Juego de Tronos), así como a su propia hija, Lila. Sería difícil para una joven aspirante a modelo encontrar en la industria a alguien de quien recibir mejores consejos. Moss, que fue descubierta en el aeropuerto JFK de Nueva York con 14 años y saltó a la fama a los 16 en un editorial de moda de Corinne Day para The Face, se ha propuesto velar por el bienestar de sus representados para evitarles las malas experiencias por las que ella pasó. En 2012, en una entrevista con Vanity Fair, recordaba así sus fotos en topless con Corinne Day: “Ahora veo a una chica de 16 años, y pedirle que se quite la ropa sería muy raro. Pero me dijeron: ‘Si no lo haces no te volveremos a fichar’. Así que me encerré en el baño a llorar y luego salí y lo hice”.

Johnny Depp y Kate Moss, en 1995.
Johnny Depp y Kate Moss, en 1995. REUTERS

Su currículo sentimental, ampliamente documentado, también es abultado (en una entrevista con i-D en 1998, la joven Kate confesó que estar soltera le resultaba “trágico”). Su pareja actual parece ser el fotógrafo Nikolai Von Bismarck, catorce años más joven que ella. Y entre sus exnovios se cuentan el también fotógrafo Mario Sorrenti, que la retrató en la icónica campaña del perfume Obsession de Calvin Klein; el editor Jefferson Hack, padre de su hija Lila; el músico Jamie Hince, con quien se casó en 2011 ante 300 invitados (la unión duró apenas cinco años); y, por supuesto, Johnny Depp. Juntos, además de bañarse en champán, según cuenta la leyenda, formaron una de las parejas más inolvidables de los 90.

Pero fue su relación con Pete Doherty la que logró obsesionar a los tabloides, que dedicaron páginas y más páginas a sus juergas, a sus excesos y a sus borracheras; una época que culminaría con la mencionada portada del Mirror  donde la llamaron Cocaine Kate, con la que Moss tocó fondo y perdió algunos contratos. Sin embargo, quienes vaticinaron entonces que su carrera estaba acabada erraron el tiro. De hecho, cuando la top reapareció tras su paso por rehabilitación, su caché se había incrementado. La chica que The Guardian definió una vez como “el vórtice alrededor del que giran todas las fiestas de Londres” aún no estaba dispuesta a salir de escena.

Durante muchos años, una Moss siempre a la defensiva se autoimpuso la ley del silencio, pero últimamente habla con la prensa más a menudo. Como peaje por su relación profesional con la firma Decorté, muchas entrevistas se centran en su rutina de belleza, pero a veces deja entrever, con cuentagotas, algo más de sí misma. Por ejemplo, que se sigue poniendo nerviosa cuando llega a un set (leído en Love). O que odia hacer ejercicio (Vogue). O que se arrepiente de su viejo mantra “nothing tastes as good as skinny feels” —algo así como “nada sabe mejor que estar delgada”— (NBC). O que jamás publicará algo personal en redes sociales. “Nunca me ha gustado todo eso de ‘¡miradme!”, dijo a The Guardian. Y, aun así, a sus 45 años “la chica más perfectamente imperfecta” (Marc Jacobs dixit), no ha perdido ese algo que hace que el mundo no se canse de mirarla.


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