Khalid Alhogail: “Los años 2020 y 2021 han sido los peores para el transporte público de los últimos cien”



Khalid Alhogail, presidente de la Unión Internacional del Transporte Público.UITP (x)

Uno de los sectores más afectados por la pandemia ha sido el del transporte público, señalado en los inicios como foco de contagios por las aglomeraciones de viajeros, una afirmación que la ciencia ha desmentido con numerosos estudios. Dos años después, mucha gente mantiene el miedo a metros, trenes y autobuses, que todavía no han recuperado las cifras de pasajeros de 2019. En este contexto, Khalid Alhogail (Medina, Arabia Saudí; 59 años) se puso en 2021 al frente de la Unión Internacional de Transporte Público (UITP), la organización más importante del sector, que aglutina a 1.900 empresas en un centenar de países. Alhogail, que sustituyó al catalán Pere Calvet, reconoce que los dos últimos años han sido “los más difíciles” para el transporte urbano colectivo, pero también destaca que la crisis sanitaria ha acelerado su desarrollo tecnológico.

Pregunta. ¿Cómo ha afectado la pandemia al transporte público en el mundo?

Respuesta. La pandemia tuvo cosas buenas y malas. Las malas tuvieron que ver con que perdimos a personas muy valiosas; entre las buenas está que aceleró nuestra tecnología: nos hemos encontrado con una aceleración del desarrollo tecnológico, porque ahora nuestra vida ha empezado a estar más digitalizada. Muchos operadores de transporte esperaban que la tecnología que tenemos ahora llegase en 2024 o 2025. El transporte público está hecho para conectar a las personas, pero la pandemia dictaba que tenía que haber distancia interpersonal. Si el transporte público está mermado tiene consecuencias para la contaminación del aire y para la reducción de la huella de carbono en las ciudades.

P. ¿Estos dos han sido los peores años para el transporte público en décadas?

R. Sin duda alguna, 2020 y 2021 han sido los peores años para el transporte público de los últimos cien años. Desde la invención de la rueda, del automóvil y del tren, la tecnología del transporte ha ido mejorando, siempre se buscaba la manera de mejorar la eficiencia, la seguridad, y la manera de reducir el tiempo que pierden las personas cuando se desplazan. Pero llegó la pandemia y congeló toda la movilidad. La gente se quedó en tierra. Fue un duro golpe. Uno de los sectores más castigados fue el del transporte público y otro, el turístico. Los dos tienen unos costes fijos bastante grandes y unos variables bastante pequeños. Se puede imaginar cómo esto ha afectado a los operadores y a las personas que están para asegurar que se use el transporte público. Nos gustaría reconstruir la confianza.

P. ¿En qué se tradujeron las reducciones a la movilidad?

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R. En torno al 90% del transporte público se redujo durante la pandemia, incluso el 100% justo al comienzo. Y luego, gradualmente, según las estadísticas, fue aumentando su utilización: en algunos países está entre el 30% y el 35% [respecto al uso anterior], otros han llegado a la mitad, algunos están en los dos tercios, y otros ya están completamente recuperados. Estas diferencias se basan en la situación sanitaria y en las decisiones de los políticos, como hemos visto en el Reino Unido, donde han ido de extremo a extremo, primero con un exceso de protocolos y ahora con una apertura total en la que dicen: “Tenemos que vivir con esto”. El transporte público siempre estará a merced de las decisiones de los políticos y de la visión de los medios. Necesitamos que se vea como una parte de nuestras vidas, igual que la electricidad, el teléfono y todas las cosas que son básicas.

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P. Muchas personas le han cogido miedo al transporte público durante la pandemia. ¿Cómo hacer que vuelvan a subirse al metro y a los autobuses?

R. El transporte público fue el primero en comunicar a los ministros de Transporte que debían incorporar el uso de mascarillas. Queremos que los usuarios vengan, pero que se protejan. Al inicio, muchas personas decidieron ir andando al trabajo. Andar siempre ha sido el primer medio de transporte, pero iban andando cada vez más porque querían mantener las distancias. También hubo un uso cada vez mayor de bicis y motocicletas, que en los dos últimos años se han utilizado más que nunca. Las regulaciones del transporte también se adaptaron. Y parte de lo que se hizo en nuestro sector fue tomar medidas de higiene y desarrollar sistemas en los que no fuese necesario tocar nada con las manos. Con eso intentamos restablecer la confianza en el transporte público, aunque hay cosas que no están en nuestras manos, como las medidas sanitarias y la aceptación de la sociedad.

P. ¿Cómo estamos ahora?

R. Poco a poco estamos volviendo a las cifras de 2019. Por supuesto que hará falta algo más de tiempo, y perderemos tal vez un 10% de viajeros, por una sencilla razón: las personas han cambiado. Tenemos que trabajar teniendo presente esto. ¿Qué podemos hacer para ganarnos a esas personas? Por un lado, está la psicología, investigamos muchos aspectos del transporte: el distanciamiento, la higiene, cómo tener a menos personas. Al final tenemos que mantener el transporte público para que se pueda seguir viviendo en la ciudad. Si abandonamos el transporte público, fomentaremos el uso del vehículo privado, habrá más atascos, más emisiones de dióxido de carbono [CO₂]… Creemos que quizás en 2023 volvamos a estar como antes. En algunos lugares incluso se ha recuperado la demanda con una mayor rapidez de la esperada. En otros, en cambio, va más despacio. No estaremos al 100% en este 2022, pero por lo menos, ya vamos camino de recuperar las cifras.

Usuarios protegidos con mascarillas en el interior de un vagón del metro de Madrid, en 2020. Alvaro Garcia

P. España está implantando zonas de bajas emisiones en 150 ciudades. ¿Esto puede ayudar a impulsar el transporte público?

R. Por supuesto, el transporte público está muy comprometido con las medidas de la COP26 y hay que participar de manera flexible. Sabemos que el 26% de las emisiones de CO₂ proviene del transporte. Así pues, que el Gobierno español implante todas estas medidas para incrementar el control de las emisiones de CO₂ se agradece.

P. Muchas empresas de transporte sufren problemas financieros por la caída de pasajeros. ¿Entienden las administraciones la importancia del transporte público?

R. Sí. Este es un mensaje que hay que transmitir. El transporte público no es una elección, sino una necesidad. No debemos mirar el transporte público como una opción, sino como algo que tenemos que utilizar para que podamos seguir viviendo en nuestras ciudades. Debemos tener presente que hasta un 90% de los costes del transporte público son fijos: no se pueden vender los vagones o los autobuses, no se puede despedir a quienes los conducen. Durante la pandemia, nadie les dijo “márchense a su casa”. Hicieron un gran trabajo para proporcionar transporte a quienes trabajaban: enfermeras que iban a los hospitales, servicios públicos… Todas estas personas usaban medios de transporte. Las flotas estaban dispuestas, pero su utilización estaba controlada por los gobiernos. Se usaban un 10% o un 15% o un 30%. Todo esto tiene que ser compensado para mantener el desarrollo de estas empresas y para impedir que quiebren. Como sociedad, necesitamos subsidios para mantener el transporte público.

P. ¿Los vehículos eléctricos son aliados del transporte público?

P. Los vehículos eléctricos, en lo que respecta a la reducción de la huella de carbono, son parte de la solución. Pero los vehículos eléctricos no se encuentran en todas partes. Hay países como Arabia Saudí, donde se alcanzan los 55ºC, lo que exige un mayor consumo de las baterías eléctricas, de modo que allí no serán tan eficientes. En Moscú, donde se alcanzan temperaturas de -20ºC, son igualmente poco eficientes. Nos hallamos en una transición entre diferentes tipos de vehículos: están los diesel, los híbridos, los eléctricos. Ahora incluso tenemos la opción de la célula de combustible de hidrógeno.

De izquierda a derecha: Josep María Martí (Moventia), Cristina Güell, )(TMB Barcelona), Pere Calvet (Ferrocarriles de la Generalitat), Khalid Alhogail (UITP), Marta Subirà (Ferrocarriles de la Generalitat), Gerardo Lertxundi (TMB Barcelona), Mohamed Mezghani (UITP) y Carles Casas (Ferrocarriles de la Generalitat), hace unos días en Dubai. UITP

P. ¿Qué papel desempeñará en el futuro la movilidad como servicio, es decir, combinar e integrar diferentes modos de transporte?

R. La movilidad como servicio se ha convertido en algo esencial para nuestro desarrollo vital. Si hoy queremos mejorar el transporte, hay que dejar todas las opciones a nuestros pasajeros en su mano por medio de apps. Que puedan escoger todo: cómo sacar los billetes, cómo organizar su itinerario, con los horarios, las rutas, las distancias, el tiempo que quieren consumir. Todas estas opciones servirán para hacerles la vida más fácil. Estas mejoras serán un incentivo para sacar el máximo partido al transporte público. De este modo, estamos pegados a la demanda real, para que el pasajero pueda cambiar lo que necesite y hacer que el transporte público sea más fácil, más rápido y más eficiente.

P. Entonces, ¿las motos o los coches compartidos pueden ser aliados del transporte público?

R. Sin duda. Habría que determinar dónde se pueden usar estos vehículos compartidos, en zonas específicas, porque necesitan una infraestructura especial. Esto ayudará a la gente a que tenga más tiempo para leer, para pensar, todo esto está en desarrollo permanente. Compartir vehículos es una parte de este desarrollo: reduce el número de coches y taxis en circulación, pero hacen falta algoritmos para determinar cómo recoger a personas en una zona de la ciudad y simplificar su ruta para llegar al otro lado. Esto por supuesto que mejorará el transporte público, porque es algo que integra todos los medios de transporte, empezando por el primer kilómetro desde el punto de partida, que puede hacerse a pie, o en bici, o en una motocicleta. Después se sube uno al autobús, o baja al metro, y en todo esto, parte del trayecto se puede hacer en un coche compartido. Es algo que está integrado en la solución, no podemos dejar fuera a los vehículos compartidos.

P. ¿Se puede luchar contra el cambio climático sin el transporte público?

R. En la última COP en Glasgow se dijo que el transporte público era parte del problema y también se dijo que debía ser parte de la solución.

P. ¿Cuáles son los retos más importantes para el transporte público en los próximos años?

R. Desde el golpe que supuso la covid, creo que el mayor reto, tanto para Europa como para el resto del mundo, es lograr que sobreviva el transporte público, utilizando la tecnología para proporcionar mayor seguridad y protección, y hacer que sea más fácil y más eficiente para ahorrar tiempo a las personas y también dinero. Ahorrar tiempo significa reducir el movimiento, que haya menos tráfico y, por tanto, menos emisiones de CO₂. Y que se pueda vivir en nuestras ciudades, donde hay que reducir el tráfico. He visitado ciudades que no nombraré y me parecerían bonitas si no fuera por el tráfico insufrible que tienen. Quiero poder disfrutar de las ciudades bonitas sin tanta congestión.

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