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Kieran Culkin: el actor de ‘Succession’ que aprendió de su hermano Macaulay que jamás querría ser famoso

El papel no era para él. Cuando buscaban a un actor para interpretar a Greg Hirsch, un tipo de unos 26 años, inocente y torpe, que viajaba desde su pueblo al epicentro de la batalla shakespeariana entre los miembros de la disfuncional familia Roy, no pensaron en Kieran Culkin (Nueva York, 39 años). Cuando recibió el guion del piloto de la serie en 2016 tenía 35. La serie era Succession, título que puede traducirse como “Sucesión”, pero que también juega con la palabra “éxito” en inglés (success) y que acaba de estrenar su tercera y esperadísima temporada en HBO. Una compleja maraña de intrigas, tramadas en lujosos despachos del centro de Manhattan, por controlar el imperio de comunicación Waystar RoyCo.

Kieran Culkin se sentía demasiado viejo para ponerse en la piel de ese personaje, que finalmente terminó en manos de otro actor, Nicholas Braun. Pero el texto le estaba gustando lo suficiente como para seguir leyendo. Fue así como dio con el personaje que cambiaría su vida: Roman Roy, el hijo más joven de la familia, irreverente y provocador, aparentemente inmaduro, pero con una aguda inteligencia que se va haciendo más patente conforme avanza la trama. “Lo primero que decía Roman cuando aparecía en escena era: ‘Hola, hola cabrones”, relató en una conversación para The Guardian. “Me pareció muy divertida la forma en la que hablaba. Y aunque no estaban todavía buscando actores para encarnar a Roman, escogí las tres escenas que más me gustaron, me grabé interpretándolas y envié el vídeo a mi agente. Jessy Armstrong [el creador de la serie] las vio y decidió contratarme”.

Desde su estreno en 2018, Succession se ha convertido en una serie de culto y en una obsesión mundial que va mucho más allá de la ficción (la forma de vestir de sus personajes se analiza como fiel reflejo de la forma en que visten los ricos de verdad). El año pasado obtuvo siete premios Emmy, entre ellos el de mejor serie dramática, y ha conseguido que Kieran sienta, tras 23 películas, varias series de televisión y sendas nominaciones para los Emmy y los Globos de Oro, que definitivamente quiere ser actor. “Recuerdo el momento exacto en el que lo sentí”, explicó en The Hollywood Reporter. “Fue al terminar de rodar la primera temporada. Estaba volviendo a casa y pensé: ‘Esto es lo que quiero hacer con mi vida. Creo que quiero ser actor’. Tenía 36 años. Llevo 30 dedicándome a esto”.

Kieran Culkin posa en París con su hermano Macaulay, su madre Patricia Bretnup y su padre, Christopher ‘Kit’ Culkin, en las navidades de 1990.Francis Apesteguy (Getty Images)

La actitud de Kieran hacia su profesión y esa incapacidad casi patológica de considerarse a sí mismo un buen actor o siquiera querer llegar a serlo, a pesar de su enorme talento, puede sorprender. Pero se entiende si miramos su apellido: los Culkin fueron una familia dominada por un padre tiránico (clásica fábula del actor fracasado que intentaba realizarse a través de su prole) y dio la casualidad de que Kieran conoció desde muy pronto la fama, pero no la propia, sino de su hermano, que se convirtió en una de las estrellas infantiles más brillantes y problemáticas del siglo XX. Se llamaba Macaulay.

Solos en casa

La historia de la saga cinematográfica de los Culkin comienza en un diminuto apartamento de Manhattan en la calle 94 con la Segunda Avenida. “Apenas valía para que viviera una pareja”, le contó Kieran a Vanity Fair en 2018. “Era simplemente un pasillo, sin puertas, excepto en el baño, sin pestillo. En aquel apartamento mis padres criaron a siete hijos [Shane, Dakota, Macaulay, Kieran, Quinn, Christian y Rory]”.

“Algunos iban al colegio, otros no”, añadió Culkin. “Veíamos todo el tiempo combates de lucha libre por la tele […] y luego Shane, Mac [Macaulay] y yo imitábamos a los luchadores”. Los cuatro hermanos mayores nunca terminaron el instituto a pesar de los esfuerzos de su madre, Patricia, por mantener algo parecido a una vida familiar convencional: juntando a todos a la hora de comer, colocando el árbol de Navidad o celebrando el Día de Acción de Gracias.

La actitud del padre, Christopher Cornelius “Kit” Culkin, era muy diferente, y acabó determinando la vida de sus hijos. Kit había nacido en Nueva York y tuvo una breve carrera como actor infantil. Compartió escenario con Laurence Olivier en Beckett y con Richard Burton en Hamlet en la década de los sesenta. Aunque aquello duró poco y acabó trabajando como sacristán en una iglesia, nunca cortó del todo sus vínculos con el mundo del espectáculo. Kieran recordaría: “Unos amigos de mis padres tenían un pequeño teatro, el Light Opera, en Manhattan y cada vez que necesitaban a un niño para alguna de las obras, mi padre les preguntaba: ‘¿De qué edad y de qué género?’. Tenían siete donde elegir. Éramos como atrezo para aquellas obras”, afirma Kieran.

Kieran Culkin posa con parte del reparto de ‘Un mundo a su medida’ en el estreno en 1998. Entre las otras estrellas de la película, Sharon Stone, Gillian Anderson y Harry Dean Stanton.Kevin.Mazur/INACTIVE (WireImage)

Así fue como los Culkin entraron en contacto con la actuación, sin elección posible. Kieran nunca estudió interpretación. No le hizo falta. La insistencia paterna hizo que todos los Culkin acabasen trabajando antes o después en la industria del espectáculo. De hecho, en el caso de varios de los hermanos, esta carrera comenzó directamente en contra de su voluntad. Ese fue el caso de Dakota Culkin, Cody para la familia, que falleció en un accidente de tráfico en 2008. Una muerte que sumió a Kieran en una profunda tristeza que volvió a apartarle durante un tiempo de su profesión. El actor ha reconocido que tomó a su hermana como una de sus mayores inspiraciones para interpretar a Roman Roy. “Cody era la persona más divertida de la familia, tenía un sentido del humor oscuro y retorcido”.

Pero el miembro de la familia que logró que Kit volviera a pintar algo en la industria del espectáculo fue Macaulay. Solo en casa (1990), en la que Kieran debutó en la pantalla grande interpretando a uno de los primos de la familia, convirtió a Macaulay en la mayor estrella infantil desde Shirley Temple y en el primer niño en ganar un millón de dólares por su siguiente papel, el de Thomas en la película de 1991 Mi chica.

Una habitación propia

Pronto, la familia se mudó a una preciosa casa en el Upper East Side en la que cada uno de los niños pudo tener su propio dormitorio. Kit, centrado en la fulgurante carrera de Macaulay, tomó el control. En 1993 la revista Premiere calificó al patriarca de los Culkin como el 48º personaje más importante de Hollywood, por delante de personalidades como Michael Douglas o Eddie Murphy. Pronto se convirtió también en una de las personas que despertaban más recelo en la industria cinematográfica. Kit era despótico e implacable con los estudios, exigiendo cada vez más dinero y más control creativo sobre los filmes en los que intervenía su hijo.

En una entrevista en el célebre podcast WTF de Marc Maron, Macaulay relató cómo su padre había sido un tirano con él y con sus hermanos, humillando y amenazando a sus hijos continuamente y provocando, en última instancia, que el chico abandonara la actuación y se emancipara de sus padres en 1995, cuando su carrera apenas acababa de empezar. Kieran ha reconocido que su padre nunca se comportó con él tan mal como con su hermano, “pero mi padre no era una buena persona y seguramente no fue un buen padre”. El recuerdo que conserva de Kit es el de una presencia constante y desagradable en casa, que a veces desaparecía durante varias semanas y nadie echaba de menos. Por suerte para él, “se esfumó de mi vida cuando tenía 15 años”.

Macaulay Culkin y Kieran Culkin durante el estreno en 2001 del musical ‘Summer of ’42’ en Los Ángeles.New York Daily News Archive (NY Daily News via Getty Images)

Solo se han vuelto a cruzar en una ocasión, cuando en 2014 Kit asistió a una obra de teatro interpretada por Kieran en Broadway y se encontraron en el camerino. El patriarca de los Culkin se encontraba en un estado físico lamentable tras haber sufrido un infarto cerebral, algo que no conmovió precisamente al actor. “Que le jodan, me da igual”, comentó al respecto de este encuentro a The Hollywood Reporter.

Asistir al ascenso al estrellato de su hermano y a la deriva autoritaria de su padre cuando solo tenía ocho años influyó en su visión de la fama, que desde ese momento quedó asociada en su mente a algo profundamente desagradable. “No me gusta”, explicó en Vanity Fair. “Creo que las personas inteligentes y con la cabeza en su sitio que experimentan la fama de forma directa o indirecta, no la desean. Entre mi felicidad personal y el éxito, elijo lo primero, sin duda. Si me hace sentir fatal, ¿qué sentido tiene?”.

Kieran recuerda infinidad de sucesos desagradables relacionados con la fama de su hermano a principios de los noventa, como la ocasión en la que, mientras caminaban por la calle, una mujer le arrancó a Macaulay una gorra que llevaba puesta para no llamar la atención. Lo miró y se puso a gritar “¡Sí, es él!”, para luego decirle al niño: “No eres tan mono”.

Un lento aprendizaje

La fama de Macaulay y su abandono posterior eclipsó los constantes avances de la carrera de Kieran como actor. Una trayectoria que también tuvo largas interrupciones voluntarias que, a veces, duraban años. En 1991 lo eligieron para interpretar al hijo de Steve Martin y Diane Keaton en El padre de la novia. También protagonizó la lacrimógena Un mundo a su medida, ya en 1998, junto a Sharon Stone. Por las dos fue nominado a los premios a los Mejores Artistas Jóvenes que otorga la misma organización que entrega los Globos de Oro.

Sarah Snook y Kieran Culkin en un instante de la segunda temporada de ‘Succession’

En 1999 apareció en Las normas de la casa de la sidra, nominada a varios Oscar aquel año, pero el papel que hizo que empezara a sonar su nombre en los medios y entre los directores de casting fue la comedia negra La gran caída de Igby (2002). Kieran, que tenía entonces 19 años, considera que esa película –en la que trabajó con Susan Sarandon, Jeff Goldblum y Bill Pullman– inauguró su carrera como actor adulto y le permitió liberarse, casi definitivamente, del estigma que suponía ser el hermano de Macaulay Culkin.

Kieran fue nominado a los Globos de Oro y recibió un Critics Choice Award por este papel. No obstante, aunque cada vez estaba más convencido de querer dedicarse a la actuación, la aversión a la fama seguía intacta. “¿Puedo ser actor y no ser famoso?”, le preguntó en esa época a su agente Emily Gerson Saines.

Tras esta película vinieron muchas ofertas. El éxito debería haberle llevado a interpretar papeles más ambiciosos y conseguir más nominaciones, pero Kieran “no estaba preparado”, confesó. “No habría podido manejar el éxito ni la atención que se habría generado si hubiera seguido con mi carrera, así que literalmente renuncié a ella”. Ocasionalmente, Kieran salía de su exilio actoral para interpretar algún papel secundario en películas como Scott Pilgrim contra el mundo, el clásico de culto de 2010, u obras de teatro como This is our youth, una historia sobre la juventud y los privilegios escrita por Kenneth Lonergan y ambientada en Nueva York en 1982.

Hoy, tres años después del estreno de Succession y con la tercera temporada en marcha desde hace un par de semanas, la fama vuelve a llamar a las puertas de Kieran Culkin. ¿Conseguirá atraparlo esta vez? “Mis agentes me han mandado cuatro guiones, pero me está costando leerlos”, ha contado. “Me estoy mudando y estoy a punto de tener mi segundo hijo. Además estoy cuidando al primero, con lo que creo que me voy a tomar una pequeña baja de paternidad”. Por el momento, todo parece indicar que Culkin seguirá empeñado, al menos durante un tiempo, en encontrar un resquicio en el mundo del cine para lograr ser un actor sin ser una celebridad. Él sabe bien lo que le puede ocurrir a alguien que no lo consigue.

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