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Kilian Jornet: “He decidido no viajar más de lo que suponga emitir tres toneladas de CO2 al año”


Kilian Jornet (Sabadell, 1987) es conocido por sus hazañas como corredor de ultrafondo en la montaña, como subir sin oxígeno dos veces seguidas a la cima del Everest con seis días de diferencia en 2017. Sin embargo, ahora ha emprendido otra prueba contra el reloj muy diferente: frenar la degradación de estos ecosistemas. El superatleta no solo ha lanzado su propia fundación para defender las montañas del cambio climático, la contaminación o la pérdida de biodiversidad, sino que ha tomado la decisión personal de no viajar más de lo que suponga emitir tres toneladas de CO2 al año para reducir su impacto. En una conversación online desde su casa de Noruega, el catalán gira la cámara del ordenador para enseñar lo que se ve desde la ventana: un paisaje sublime lleno de cumbres. Como cuenta, la montaña es su medio natural, su hogar, pues no aguanta mucho tiempo en una ciudad. Por eso, le apena reconocer que parte de la degradación de estos espacios también ha sido culpa suya: “Mi vida en los últimos 10 años ha sido un desastre a nivel ambiental”.

Pregunta. ¿Qué representa la montaña para Kilian Jornet?

Respuesta. Es mi medio, es donde he nacido, donde he crecido, donde me siento a gusto. Puedo sentirme como en casa en Pirineos, en Alpes, en Himalaya… En una ciudad o un pueblo grande, voy a estar muy estresado.

P. ¿Uno puede prestar atención a las montañas cuando está compitiendo?

R. Durante la carrera, evidentemente, no. Pero el año que he hecho más competiciones han sido unas 50, eso supone 50 mañanas de 365 días, el resto de días estoy en la montaña para entrenar sin el estrés de la competición, ahí sí que la disfrutas.

P. ¿Qué es lo más fascinante de estos espacios?

R. La variedad. Lo sorprendente es que pueden ser sitios muy distintos. Es imposible comparar la zona alta de Khumbu en Nepal con las torres de roca del Valle de los Monumentos de EE UU, los fiordos y paredes de las montañas de aquí en Noruega o una región de grandes glaciares en Groenlandia. Son zonas completamente distintas, pero luego la misma montaña que tengo delante de casa cada día es distinta. Ahora está toda de amarillo, pero en invierno habrá días que será de hielo, otros que habrá auroras boreales. Lo que fascina de la montaña es cómo cambia, cómo se adapta.

P. ¿Por qué hay que preocuparse por las montañas?

R. Hay tres cosas que son preocupantes. Una son los efectos del cambio climático, que se ven de forma muy clara en los glaciares, que van disminuyendo o desapareciendo completamente. Aparte de que un glaciar es muy bonito, esto tiene consecuencias importantes, como la desestabilización de las rocas o la transformación de estos ecosistemas, y con ellos la biodiversidad. Por otro lado, está la contaminación. Aquí en Noruega tengo la suerte de que puedo salir a correr y puedo beber sin ningún problema en cualquier lago o río, pero hay muchas regiones, incluso en regiones de montaña, en las que el agua está contaminada. Y luego está el gran reto de cómo el hombre interactúa con la naturaleza y cuál es el modelo turístico y de vida de esas regiones de montaña.

P. ¿Qué has visto en la montaña que más te haya dolido?

R. Es chocante cuando vas a un campo base fuera de temporada, en verano o en otoño que no hay nadie (porque todos van en primavera), y te encuentras todo lleno de basura. Pero también cuando vas subiendo una montaña en Pirineos y ves a unos chavales con una moto de nieve persiguiendo rebecos.

P. Viajar en avión para llegar a montañas de todo el mundo también supone generar emisiones que empeoran el cambio climático. ¿Cómo se lleva esta contradicción?

R. Pues como todas las contradicciones: duelen y hay que buscar un equilibrio. En los últimos años he intentado reducir el número de viajes y ahora he decidido no viajar más de lo que suponga emitir tres toneladas de CO2 al año, lo que significa un viaje internacional y uno o dos viajes cortos.

P. Eso aleja mucho algunas montañas.

R. Es el compromiso que he asumido y que quiero cumplir, mis patrocinadores tienen que aceptar. Al final, qué competiciones y proyectos son para mi tan importantes como para tener que viajar. Si es para entrenar en un campo de entrenamiento, eso lo puedo hacer en una carrera cerca de casa. Y luego buscar otros métodos, como coger un tren.

P. Un compromiso así debe cambiar mucho la planificación del año.

R. Sí, lo cambia mucho. Pero hay que pensar cuál es el modelo deportivo. Hoy en día es coger a un grupo bastante estable de personas e ir moviéndolas de un lugar a otro para hacer lo mismo. No lo sé. ¿No puede ser un modelo más local y reservar los viajes para las finales? Creo que es el momento de discutir sobre cuál es el modelo del futuro para que el deporte sea más sostenible.

P. ¿Es por esto mismo que se crea ahora la Fundación Kilian Jornet en defensa de las montañas?

R. Ya estaba realizando acciones a nivel individual desde hace años, con otras asociaciones o intentando concienciar a la gente que me sigue en las redes sociales de la importancia de preservar las montañas. Pero el nacimiento de mi hija [en 2019] quizá me hizo ver más la urgencia y preguntarme cuál era la mejor manera de utilizar el peso que pueda tener para actuar. Vi que quizá la forma más útil era creando una fundación.

P. ¿El retroceso del hielo de las montañas es una señal de alarma que no estamos escuchando?

R. Un 40% de los glaciares ya están perdidos, no seremos capaces de recuperarlos, pero el 60% aún los podemos salvar. Soy una persona optimista en general. Hay que aceptar que va a haber cambios, pero no hay que resignarse, debemos luchar para invertir la situación. Yo creo que mi hija y su generación van a tener que disfrutar de la nieve y los glaciares de otra forma, pero van a poder hacerlo.

P. ¿Para alguien que se crio en Pirineos, en un refugio de montaña guardado por su padre, qué se siente al ver como los glaciares de estas montañas están ya completamente condenados?

R. Da pena, da pena, porque son bonitos, porque tienen un rol. Da pena sabiendo que también es culpa mía. Mi familia me educó con esta sensibilidad, pero mi vida en los últimos 10 años ha sido desastrosa a nivel ambiental. ¿Por qué esperamos tanto siempre? Hay que ver los errores que hemos cometido, pero no quedarnos solo con ellos, hay que invertirlos.

P. ¿La gente busca ante todo una vida cómoda, sin importar el impacto que tenga?

R. Sí, buscamos la comodidad, pero también somos mucho de hábitos. [En ese momento, asoma en la pantalla la cabeza sonriente de su hija]. Yo no creo que el hecho de transportarnos de otra manera vaya a ser menos cómoda. O, por ejemplo, ahora estamos haciendo la entrevista de esta forma, y esto es cómodo también. Creo que no es tanto la comodidad como el cambio de hábitos.


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