Hoy en día, la NBA es una liga totalmente globalizada, con más de 100 jugadores internacionales y más de 40 nacionalidades representadas.
Ahora, solo se tiene en cuenta el talento (o el potencial) de un jugador sin mirar su pasaporte o lugar de procedencia. Y la presencia e importancia de los jugadores europeos, o internacionales en general, es cada día más manifiesta.
De hecho, se da la circunstancia de que un griego como Giannis Antetokounmpo ha sido escogido MVP en las dos últimas temporadas, u otros dos europeos, como es el caso de Nikola Jokic y Luka Doncic, están consolidados entre la élite de la NBA, serán titulares en el All Star Game y son claros candidatos a ser escogidos MVP de la liga.
La NBA, terreno vedado para los europeos
Pero no siempre fue así. Hasta principios de los años 90, la NBA era, salvo contados casos, un terreno vedado para los jugadores de fuera de los Estados Unidos.
Sólo algunos que habían decidido formarse (high school y/o universidad) en tierras norteamericanas superaban los prejuicios de los entrenadores y eran considerados como ‘aptos’ para participar en la mejor liga del mundo. Estamos hablando del ‘británico’ James Donaldson (instituto en California y Universidad de Washington State), el holandés Rik Smits (Universidad de Marist College) o el alemán Detlef Schrempf (instituto y Universidad de Washington).
Jugadores como el español Fernando Martín llegaron demasiado pronto y otros como Sarunas Marciulionis, Drazen Petrovic o Vlade Divac tuvieron que luchar contra viento y marea para conseguir hacerse un nombre en la NBA, sirviendo de predecesores de otros que sí que triunfaron plenamente en la mejor liga del mundo, como Dirk Nowitzki, Pau Gasol o Peja Stojakovic.
Un soviético en Houston en plena ‘Guerra fría’
Y en este contexto ya bien definido, nos plantamos en el día 12 de febrero de 1989. En el Astrodome de Houston se disputa el All Star Weekend y Rimas Kurtinaitis es invitado por David Stern, por aquel entonces el comisionado de la NBA, para participar en el concurso de triples.
La presencia del lituano (por aquel entonces, aún soviético) suponía la primera vez que participaba un jugador que jugaba fuera de los Estados Unidos en el All Star, la gran fiesta de la NBA. Y lo que era aún más destacable: un representante del comunismo en la tierra del capitalismo…y en plena Guerra Fría. Casi nada.
Pero para contextualizar deportivamente esta sorprendente decisión de Stern, tenemos que volver a echar la vista atrás, concretamente hasta el verano de 1988. En Seúl se estaban disputando los Juegos Olímpicos y en las semifinales del torneo de baloncesto se enfrentaban dos enemigos antagónicos: USA y la Unión Soviética.
John Thompson, el seleccionador USA, decide no defender el tiro exterior de los europeos, creyendo que la línea de tres estaba muy lejos y no sería una amenaza seria. Craso error que pagaría muy caro: los pupilos de Alexander Gomelski los masacraron desde el triple, destacando por encima de todos un Rimas Kurtinaitis que anotaba 28 puntos, con cuatro triples incluidos.
Estados Unidos perdía por segunda vez un partido olímpico (76-82), haciéndolo además en las semifinales, lo que implicaba el mayor fracaso de su historia y serviría como excusa para que a partir de ahí no fueran combinados universitarios los que representaran a los EE.UU. en los Juegos Olímpicos, dando orígen a la creación del legendario ‘Dream Team’ que participó en los JJ.OO. de Barcelona’92.
¿Tercera opción tras Petrovic y Oscar Schmidt?
Así pues, su gran actuación en los JJ.OO. del año anterior fueron el argumento utilizado para justificar la decisión de invitar a Kurtinaitis al concurso, aunque las malas lenguas dicen que el lituano fue la tercera opción contemplada por Stern, tras Drazen Petrovic y Óscar Schmidt Becerra, que renunciaron al no obtener permiso por parte de sus respectivos equipos.
Tras la autorización del equipo de Rimas Kurtinaitis, el Zalgiris Kaunas y, sobre todo, de las autoridades soviéticas, el lituano viajó a los Estados Unidos para participar en el Concurso de Triples, donde también competían Michael Adams, Danny Ainge, Dale Ellis, Derek Harper, Gerald Henderson, Craig Hodges, Reggie Miller y Jon Sundvold.
La gran ausencia era la de Larry Bird, campeón del concurso en las tres ediciones anteriores (1986, 1987 y 1988), lo que provocó que algunos especialistas llegaran a comentar que Kurtinaitis tenía opciones de llevarse la victoria.
Nervios, tensión y una actuación ¿decepcionante?
Y llegó el gran momento. La tarde del ya mencionado 12 de febrero de 1989 arrancaba el Concurso de Triples de la NBA. Pero, lejos de lo imaginado, Kurtinaitis se mostró visiblemente nervioso, realizando una serie mala de lanzamientos que le dejó en el último lugar del concurso, con tan sólo 9 puntos.
Los dos grandes favoritos, Hodges y Ellis, alcanzarían la gran final, con Dale Ellis ganando el título, con 19 puntos frente a los 15 de Hodges.
Quizás el concurso no fue tal y como Kurtinaitis había imaginado, tal y como él mismo declaró años después en una radio española: “La experiencia en el All Star fue muy difícil. Ahora no importa de dónde seas para jugar en la NBA. Eres brasileño o español y te tratan igual que a los de allí. Pero en aquel entonces fui yo solo. Había mucha presión, todo el mundo pendiente de mí. Decían ‘ahí viene el chico ruso que cree que puede ganarle a los nuestros’. Tampoco tuve tiempo para prepararlo y el triple está allí más lejos. Yo estaba allí solo y había 20.000 personas allí mirándome como si fuese un extraterrestre. No lo hice tan bien como podía haberlo hecho”.
Muchos dirán que Kurtinaitis fracasó en el concurso de triples, pero lo cierto es que es el único que puede presumir de haber sido el primer jugador de fuera de la liga invitado a un All Star de la NBA y fue un pionero al participar en un evento único que el resto del mundo solo podía disfrutar a través del televisor.
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