El ruido mediático y las salidas de tono han acompañado a Kyrie Irving desde el principio de su trayectoria. Hasta hace poco, su tremenda calidad sobre la pista le había permitido decir cualquier barbaridad sin sufrir ninguna consecuencia de calado en su desempeño profesional, algo que cambió con el estallido de la pandemia y su firme posicionamiento contra la vacunación obligatoria promovida –entre muchas otras organizaciones, gobiernos y comunidades científicas alrededor del mundo– por la NBA.
De contar con un buscador de méritos sin perfil personal más allá de la cancha, Irving sería a día de hoy uno de los deportistas más codiciados del planeta. Viene de cumplir 30 años y acumula siete apariciones en el All Star con unos promedios de 23,1 puntos y 5,7 asistencias por partido en 12 temporadas en la élite. Es un campeón contrastado que además metió la canasta decisiva del único anillo de la historia de los Cleveland Cavaliers y logró medallas de oro en las Olimpiadas y en el Mundial. Todo ello con una capacidad maravillosa para bailar y crear sobre el parquet, su lienzo particular donde desplegar sus mejores dotes artísticas con el balón y la canasta.
Desafortunadamente, el personaje más allá de la pista ha ganado en los últimos años la batalla. Lo corrobora hasta la estadística más básica. Desde que se incorporó al colosal proyecto de los Brooklyn Nets, el base se ha perdido más de la mitad de los partidos (128 sobre 239), la mayoría de ellos por motivos extradeportivos. La anécdota del dato explica la reticencia del resto de ejecutivos de la liga ante un hipotético escenario de traspaso o fichaje del jugador como agente libre. “Pienso que Kyrie no volverá a jugar en la NBA”, llega a decir un General Manager de la liga a The Athletic.
La mayoría de responsables deportivos de la competición consultados por el medio especializado estadounidense aseguran que ante la oportunidad de incorporar a Irving en sus plantillas, saldrían corriendo en dirección contraria. “Es lo contrario a un lujo, que es lo que esperas en un jugador que cobra tanto dinero”, dice uno. “Ahora que Nike le ha dejado, eso todavía le complica más las cosas”, augura otro. Los menos catastrofistas piensan que al base se le han terminado, seguro, los contratos a largo plazo: “A partir de aquí serán contratos de un año y fuera”.
El tuit que colmó el vaso
Su tuit de un vídeo con tintes antisemitas ha sido la gota que ha colmado el vaso a pesar de que sus compañeros, los Brooklyn Nets, las oficinas de la liga y los patrocinadores tardaron algo más de lo necesario en reaccionar. Al darse cuenta de la gravedad del asunto y ver que el jugador por sí solo no iba a disculparse ante lo obvio, entonces sacaron el mazo y no se cortaron. Para volver a disputar un encuentro con su actual equipo, Irving deberá completar un programa de seis pasos diseñado por sus empleadores: ha cumplido al menos dos de los seis después de disculparse sin tapujos tras ser suspendido y haber aportado 500.000 dólares a organizaciones que luchan contra los crímenes de odio.
El último paso que deberá completar es quizás el más complejo. Necesita convencer al dueño Joe Tsai y otros directivos de la franquicia de que, esta vez sí, ha aprendido la lección. El descenso a las aguas turbias opinativas de Irving empezó en 2017 cuando en un podcast comentó que creía que la tierra es plana. Aunque luego intentó matizar sus palabras, no quiso tampoco afirmar la contraria o reconocer su error, como ocurrió inicialmente en el caso del tuit antisemita que le ha terminado de hundir. “Realmente no lo sé”, decía Kyrie cuando le insistieron un año más tarde sobre el tema del terraplanismo. Otra idea que lanzó al aire en las ondas tuvo relación con el asesinato de John F. Kennedy, según él motivado por la intención del presidente de eliminar una mafia bancaria. La deriva conspiracionista del jugador se consolidó en la pandemia, cuando compartió e interactuó con reconocidos antivacunas y luego se plantó ante la obligación de estar inmunizado para jugar en el estado de Nueva York.
La pandemia y el bolsillo
El momento de la covid-19 es cuando al jugador empezaron a pasarle factura sus deslices. Dejó de cobrar la parte proporcional de todos los partidos que se iba a perder por su negativa a vacunarse y en ningún momento quiso rectificar pública ni privadamente sobre su postura. Al final se perdió 36 encuentros en total y dejó de cobrar unos 15,3 millones de dólares. No fue lo único que se dejó por el camino. Los Nets estaban meditando por aquel entonces si ofrecerle la renovación por el máximo de cinco años y unos 200 millones, que finalmente dejaron en un cajón. “Me he dejado unos 100 millones y cuatro años más de contrato por no vacunarme”, se quejaba antes del comienzo de este curso.
En la temporada 2022-2023, Irving cobrará 36 millones de su opción de jugador con Brooklyn. Hay que descontar todo lo que se vaya a perder tras la suspensión mínima de cinco encuentros por su salida antisemita y su falta de manga ancha para reconocer un error más que evidente. No es la primera vez que le pasa, y durante la peor parte de la pandemia dejó perlas como las siguientes: “Es la mayor violación de los derechos humanos [sobre las vacunas obligatorias]”; “nadie me va a esclavizar, nadie me dirá lo que debo hacer con mi vida”; “esto es por todos aquellos que tiene que aguantar el no estar vacunados y son por ello despedidos de sus trabajos a diario”.
El enlace al contenido antisemita ha vuelto a demostrar, apenas un año después de todo el lío de las vacunas, cómo el jugador no comprende los riesgos que conlleva el poder de su plataforma y sus opiniones. “Soy un OMNISTA y no quise faltarle el respeto a las creencias religiosas de nadie. La etiqueta de ‘antisemita’ que me están imponiendo no está justificada”, decía después de que los Nets condenaran su polémico tuit. Al ver que él no iba disculparse, Brooklyn suspendió al jugador por rechazar “comunicar inequívocamente que él no tiene opiniones antisemitas”. La franquicia añadió que hizo “intentos repetidos para trabajar con el jugador y hacerle comprender el daño y peligro de sus palabras y acciones”.
Cumpla o no las obligaciones impuestas, el tumulto de los Nets y la opinión negativa y desestabilizante que se ha ganado Irving más allá de las fronteras de su franquicia auguran el comienzo del fin para un jugador de baloncesto brillante con una cabezonería de leyenda para las idioteces fuera de la pista. “Sea un buen o mal ser humano, es un tipo muy complicado”, decía uno de los ejecutivos consultados por The Athletic. “No puedes confiar en que hará lo que toca”, remataba otro.
Pase lo que pase, su perfil quedará siempre manchado por ello.