“La responsabilidad de entrar en Champions o no depende absolutamente de mí”, enfocó Diego Simeone, el entrenador del Atlético de Madrid, hacia sí mismo después de la derrota contra el Athletic Club, a falta de cuatro jornadas para el cierre del campeonato y con la clasificación para la Liga de Campeones aún en el aire, entre las lesiones, las tarjetas, las dificultades, la vulnerabilidad defensiva, el anhelo de Joao Félix y la alerta que despierta que, a estas alturas, esté todavía en vilo un objetivo indispensable.
Una victoria en los últimos cuatro partidos o sólo cuatro puntos ganados de los doce más recientes por los que ha competido reponen al conjunto rojiblanco ante las dudas, cuando ya parecían una cuestión del pasado, cuando encadenó seis victorias mucho más relucientes en el marcador que sobre el terreno de juego y cuando agrandó la diferencia en la cuarta posición que amenaza con estrecharse a lo mínimo si el Betis gana este lunes al Getafe.
No hay una cuestión única para explicar la recaída, visible en varias de las facetas que engloban a un equipo cuya irregularidad ha sido manifiesta a lo largo de todo el curso, por más que aquella secuencia disimulara una cantidad de dificultades desconocida en toda la era Simeone: nunca antes tenía tan entredicho la clasificación para la Liga de Campeones como en la actualidad (como poco había encarado las últimas cuatro citas con seis puntos de ventaja o ya la tenía resuelta) y nunca antes había trazado 34 jornadas peores que ahora, con 61 puntos, uno menos de los que sumó en 2019-20 (la peor hasta ahora) o 15 menos que la pasada campaña, cuando fue campeón.
“Me ocupa y, como siempre lo he dicho, hay que saber estar en los momentos que son más complicados, los cuales fueron muy poquitos, casi ninguno en estos diez años y medio, y veremos quién está en este momento que es un poco más difícil”, expresó el técnico tras el 2-0 contra el Athletic Club, que descubrió todos los defectos del Atlético en este curso para endosarle la novena derrota de la temporada, más que nunca con el técnico argentino a lo largo de una Liga entera. Lo máximo habían sido las ocho de 2012-13. Hasta la ahora.
“No tengo respuesta a qué está pasando, pero está pasando algo que aquí, desde que estoy, no ha pasado. Los compañeros tienen personalidad, tienen ganas, no sé por qué a veces luego en el campo eso no sale de nosotros. Hay que mejorar, hay que encontrar el problema y tenemos que entrar en Champions sí o sí, sino ese va a ser el problema”, advirtió Jan Oblak, cuya autocrítica fue la más dura que se recuerda en los últimos tiempos en el equipo.
14 GOLES EN CONTRA MÁS QUE EN EL PEOR CURSO
No es un problema solo. Ni en toda la temporada ni en la actual recaída. No es sólo la defensa, a la que se enfoca desde el principio. Sus números atrás, tan fiable como lo era antes, descubren la fragilidad de este equipo, antes un muro infranqueable para casi todos sus rivales. Esta Liga ha encajado 41 goles. Una barbaridad comparativamente con todos su pasado reciente, desde que Simeone entró en acción. Antes, como mucho, en 34 jornadas, había recibido 27 dianas. Y fue en 2012-13, cuando el equipo no había dado aún el salto definitivo.
Son 14 tantos más que retratan el momento defensivo del Atlético, entre las inseguridades, las lesiones, los defectos individuales y colectivos, los fallos y, en suma, un bajón del que se no escapa nadie. Ni siquiera Oblak, tan incontestable en campañas pasadas. Ni siquiera Stefan Savic, tan concluyente hace un año. Ni siquiera Giménez. En 34 jornadas, el equipo sólo sostuvo su portería a cero en 10 encuentros, un 29 por ciento, y es el que más tantos ha recibido en esta Liga de los ocho primeros de la clasificación.
“Es evidente que para un defensor cuando te hacen goles es preocupante. También hay que ser realistas y saber que tenemos otro estilo de juego en comparación a los años anteriores”, justificó el central uruguayo, aunque a la forma de jugar que se refiere, ya sea al sistema o una vocación más ofensiva, ya se implantó en la pasada temporada liguera, con la que la diferencia de goles en contra es sustancial: 22 entonces por 41 ahora.
En cambio, comparativamente, entre un medio campo inconsistente e inconstante, una defensa endeble y un ataque contundente nada más de forma esporádica, sus números ofensivos están dentro de la media del equipo en estos diez años y medio, aunque ahora coincide un bajón inquietante cuando debe jugarse la Liga de Campeones sin apenas margen de error: dos goles -uno de penalti, ambos de Yannick Carrasco– en las últimas cuatro citas, de las que no marcó en tres.