La alimentación sostenible: el menú de las presidenciales francesas


Francia se prepara para elegir este próximo mes de abril un nuevo presidente de la República. El diario Le Monde ha elaborado una larga lista comparativa por temas, más de 100, de cada uno de los programas de los candidatos: qué opinión defienden unos y otros sobre la guerra entre Ucrania y Rusia; sobre la financiación de la transición ecológica; y si hay que aumentar o disminuir la semana laboral de 35 horas, por citar solo tres ejemplos.

De toda la larga lista hay un párrafo dedicado a la alimentación, cuestión que se encuentra también en el centro del debate público. El Gobierno de Macron presentó en octubre del año pasado su plan France 2030, uno de cuyos objetivos es invertir dos mil millones de euros para conseguir una alimentación “sana, sostenible y trazable” en el horizonte del 2030. Es el interés también del ciudadano francés a juzgar por la distribución de las ventas estos últimos años. Entre el 2012 y el 2017 los productos bio han duplicado su volumen de negocio, un tipo de consumo que crece sin pausa en el hexágono desde 1999.

Entre el 2012 y el 2017 los productos bio han duplicado su volumen de negocio, un tipo de consumo que crece sin pausa en el hexágono desde 1999

Diez organizaciones francesas, todas ellas actores en pro de la dieta sostenible, han elaborado por su parte una serie de 10 medidas, concretas y prácticas, que favorecerían avanzar en esa dirección. Se autodenominan el Colectivo de la Alimentación Sostenible para Todos, un paraguas creado por la aplicación TooGoodtoGo y que alberga también Yuka, ¿Quién es el jefe?, La marca del consumidor, ¡La colmena que dice sí!, La Fourche (que es una tienda de productos ecológicos en línea), Food Chéri (una empresa de entrega a domicilio de comida buena para la salud y buena para el planeta), Poiscaille (que distribuye cajas de pescado fresco a domicilio por toda Francia), los Bancos de Alimentos, así como un gabinete de consejería para la transición ecológica, ECO2 Initiative, y Maxime de Rostolan, un ingeniero que se ha convertido en un exitoso y famoso emprendedor en el ámbito de la agroecología, que aparecía al inicio del documental Tenemos 20 años para cambiar el mundo.

He aquí las 10 propuestas:

1) Luchar contra el desperdicio de alimentos clarificando las fechas de caducidad. En Francia el 20% del desperdicio se produce en los hogares y por una mala comprensión o interpretación de las etiquetas y una confusión entre la fecha de caducidad y la de consumo preferente. Se trataría, según TooGoodToGo, de incluir una mención complementaria sobre algunos productos que especificaría que son todavía consumibles incluso después de la fecha de duración mínima.

2) Integrar a los consumidores en las negociaciones comerciales. ¿Quién es el jefe? La marca de los consumidores quiere aportar su experiencia concreta más allá de su iniciativa. La inclusión de los consumidores ha permitido proteger a todas las partes que participan en la cadena alimentaria y retribuir de manera más a justa a los productores.

3) Hacer que los productos bio sean accesibles a todos. La Fourche propone la creación de cheques alimentarios de 100 euros por mes y por familia para los hogares en situación de precariedad alimentaria.

4) Prohibir los aditivos nitritos en todos los productos alimentarios. La aplicación Yuka presenta esta medida porque la peligrosidad de estos aditivos en la charcutería es innegable. En el 2015 la Organización Mundial de la Salud la declaró como claramente cancerígena.

5) Promover los circuitos cortos exonerándoles del IVA. Se trata de la propuesta de ¡La Colmena que dice Sí! La alimentación de circuito corto y de venta directa son alimentos no transformados y por ende mejores para la salud. Proceden de granjas a talla humana. Permiten remunerar justamente al productor y apostar por la economía local.

6) Luchar contra la precariedad alimentaria haciendo controles. Los bancos de alimentos lanzan esta propuesta porque en Francia la legislación prevé que los actores de la distribución evitarán el despilfarro alimentario donando a asociaciones sus productos no vendidos. Sin embargo, no se han aprobado junto con la reglamentación las medidas de control para garantizar que realmente se cumple la ley.

7) Hacer pública la huella de carbono de los platos de la restauración colectiva. La alimentación representa el 20% de las emisiones de CO2 en Francia. Al escoger un plato es difícil saber la energía y las emisiones que han sido necesarias para su elaboración. Por todo ello, el gabinete de estudio ECO2initiative sugiere hacer pública esta información, así como fijarse el objetivo de 50% de productos ecológicos en la restauración colectiva para el año 2050.

8) Hacer evolucionar el principio de acceso a la pesca. Poscaille apuesta por la reforma del sector de la pesca para que no solo los grandes grupos pesqueros estén representados.

9) Extender la ley Egalim al sector privado. La ley Egalim, que entró en vigor en el 2018, obliga a la restauración colectiva y pública a ofrecer comida de calidad. Food Chéri sugiere que la misma norma se aplique en la empresa privada.

10) Mejorar la contabilidad. Maxime de Rostolan es quien sugiere este cambio. La realidad es que las empresas de la agroalimentación no tienen en cuenta las externalidades negativas que conlleva su producción: contaminación del suelo con sustancias tóxicas, vertido en los ríos de productos nocivos para la fauna y la flora… Rostolan piensa que habría que contabilizar esos impactos en el capital natural y humano de cada empresa, para que el valor creado por cada una de ellas se corresponda más a la realidad.




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