Un colegio electoral de La Habana, el domingo durante la votación de las asambleas municipales.Yander Zamora (EFE)
Se acabaron en Cuba los tiempos de la unanimidad sin fisuras y de las votaciones masivas de apoyo al Gobierno en las urnas. Las últimas elecciones municipales celebradas en la isla confirmaron la tendencia de una abstención al alza, que los analistas interpretan como un voto de castigo cuando el país vive una de las crisis más graves de su historia. El pasado domingo, en los comicios celebrados para elegir a 12.427 delegados del Poder Popular (concejales), el 31,5% de los cubanos no acudió a votar, lo que supone el porcentaje de abstención más elevado en la historia de las elecciones cubanas desde el triunfo de la revolución.
En vida de Fidel Castro, los índices de participación en las elecciones superaban casi siempre el 95%. En los comicios de 2015, siendo Raúl Castro presidente, la participación fue del 89%, pero en las últimas elecciones municipales, celebradas en noviembre de 2017, la abstención subió al 14%. En el referéndum convocado en septiembre de este año para aprobar un nuevo código de las familias, el 25% de los cubanos con derecho a voto no acudió a las urnas (y de los votos válidos, el 32% fue en contra de la posición defendida por el Gobierno).
En cualquier país del mundo estos resultados serían normales y hasta una muestra considerable de apoyo, pero en Cuba, donde solo existe el Partido Comunista y es tan difícil medir la temperatura social y política, el creciente desapego que reflejan esta tendencia y estos datos son algo novedoso y de compleja lectura.
Este domingo, 8,3 millones de personas estaban llamadas a votar. Lo hicieron algo más de 5,7 millones. De los votos válidos, el 5,22% estaban en blanco y el 5,07% fueron anulados ―esto es, más de 500.000 personas votaron en blanco o anularon la boleta, en algunos casos escribiendo consignas contrarias el Gobierno―. La mayoría de los analistas observa que, aunque no puede interpretarse automáticamente la abstención o el voto nulo y blanco como un mensaje de castigo al Gobierno ―ni tampoco que todos los que fueron a votar lo respaldan―, sí queda claro que la correlación de fuerzas en Cuba ha cambiado y que el antiguo monolitismo ha sido superado por la realidad. Con esta premisa, advierten de que el Gobierno debería abrir espacios reales de participación política en la sociedad.
El propio presidente cubano, Miguel Díaz-Canel, reconoció en septiembre, durante el referéndum del nuevo código de las familias, que podía producirse un “voto de castigo” contra al Gobierno por las duras condiciones de vida en la isla, y opinó que esa actitud era “legítima”. También dijo entonces que había que “acostumbrarse” a resultados electorales mucho más peleados.
El domingo, al votar por la mañana en un colegio electoral de La Habana, Díaz-Canel animó a la población a ejercer “su deber ciudadano”. “No se puede estar de espaldas a quien va a representar al pueblo en todos nuestros procesos”, dijo, y afirmó que estas elecciones ratificaban “que Cuba mantiene su estabilidad política y social, independientemente de la asfixia económica que nos están tratando de implantar para que la población, por el descontento, la desesperanza y el agobio debido a las carencias haga el anhelado estallido social que quiere el Gobierno imperial”.
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Este lunes, al dar a conocer los datos del escrutinio, la presidenta del Consejo Electoral Nacional, Alina Balseiro, aseguró que “los resultados demuestran el respaldo” del pueblo cubano “a sus representantes populares y la confianza en su revolución”. Balseiro informó de que el domingo salieron elegidos 11.502 delegados. Los otros 925 cargos se someterán a una segunda vuelta el próximo 4 de diciembre, ya que ninguno de ellos obtuvo más del 50% de los votos, como establece la ley.
Con estas elecciones municipales comienza un proceso electoral que seguirá con la renovación del Parlamento en 2023 y culminará con la elección del presidente. Los concejales ahora elegidos formarán los gobiernos municipales y propondrán entre ellos el 50% de los candidatos al Parlamento nacional. La otra mitad será propuesta por una comisión integrada por organizaciones sociales afines al Gobierno. El Parlamento, a su vez, propondrá las candidaturas para integrar el Consejo de Estado y para la presidencia, en la que se establece un límite máximo de dos periodos de cinco años.
Las elecciones municipales del domingo, y las que vendrán después, se producen en un momento crítico de Cuba, donde hay que hacer colas para todo y los apagones, que afectan también al suministro de agua, son de hasta 12 horas diarias. El desabastecimiento es feroz, la inflación asfixiante y los salarios no alcanzan, y a ello se unen la escasez de medicamentos y el deterioro de los servicios de salud. Y lo peor de todo es que no se ve fin al deterioro de las condiciones de vida. En el último año, las protestas en las calles se incrementaron y la isla se enfrenta desde entonces a un éxodo sin precedentes ―cerca de 250.000 cubanos se han marchado a Estados Unidos desde septiembre de 2021―. El Gobierno cubano culpabiliza a Washington de la crisis migratoria por su política de embargo y asfixia económica. Y ahora, el factor de una abstención que es inédita ha irrumpido en el escenario político con una fuerza y una proyección difícil de predecir, justamente dos años después de la histórica manifestación del 27-N, cuando un grupo de jóvenes y artistas se manifestaron en 2020 a las puertas del Ministerio de Cultura demandando libertad de expresión y un diálogo con las autoridades que nunca sucedió.
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