Desde que se retiró definitivamente de las pistas de baloncesto, han sido varios los jugadores que han tenido que vivir bajo la sombra de ser considerados “el próximo Michael Jordan”. Se dijo de Anfernee Hardaway. De Grant Hill. De Vince Carter. De Kobe Bryant. De LeBron James. Estos dos últimos fueron quienes mejor lo llevaron. Vivir a la sombra de la comparación con el más grande de todos los tiempos es complicado. Ahora, ¿cómo es vivir bajo tu propia sombra cuando quieres seguir formando parte de una competición en la que eres considerado el mejor de la historia?
Desde que dejó los Chicago Bulls en 1998, Michael Jordan nos ha demostrado que incluso a él mismo le cuesta estar a la altura de las expectativas que genera su estatus como “el más grande de todos los tiempos”. Al poco tiempo de su retirada, Jordan entró a formar parte del grupo de propietarios de los Washington Wizards. En enero del año 2000 era nombrado vicepresidente de operaciones, y en septiembre de 2001 anunciaba su regreso a las pistas con la franquicia de Washington.
En ese periodo de tiempo que pasó en los despachos lo más destacable que hicieron los Wizards fue draftear a Kwame Brown con el número uno del Draft del 2001. Cuentan las leyendas que Jordan fue tan duro con él en los entrenamientos que contribuyó de alguna manera a que terminase siendo considerado una de las peores primeras elecciones de Draft de la historia. Aunque en sus dos años jugando con la camiseta de los Wizards no consiguieron su objetivo de entrar en los playoffs, cargarle aquel fracaso a Jordan sería demasiado. Él brilló a un gran nivel para su edad, pero el equipo no estaba a la altura de las exigencias. Aun así, ese sería un primer aviso de que ser el más grande en la pista no significa que el éxito fuera a perseguirte también después.
Éxito económico, fracaso baloncestístico
Curiosamente, sí que podríamos considerar que el éxito ha seguido yendo de la mano de Michael Jordan en sus aventuras lejos del baloncesto. Hace unos años montó un equipo para competir en la NASCAR junto a Denny Hamlin y lo llamó 23XI Racing. No es que se encuentre entre los punteros de la competición pero sí ha tenido éxitos, como las victorias de Bubba Wallace, quien se convirtió en el segundo piloto negro de la historia en ganar una carrera de la serie NASCAR en su categoría estelar.
Lejos del deporte también es considerado un inversor de éxito. Ya no solo por todas sus ganancias con Jordan Brand y Nike, también por sus propiedades inmobiliarias, sus inversiones en empresas y sus negocios más modestos. Posee una cadena de restaurantes y un campo de golf exclusivo. Uno de sus últimos éxitos es la creación de una marca de tequila de lujo junto a Jeannie Buss (Lakers), Wes Edens (Bucks), Wyc Grousbeck y Emilia Fazzalari (Celtics).
En su regreso a la NBA, sin embargo, no ha logrado su objetivo de liderar una franquicia competitiva desde los despachos. Podríamos considerar que Kemba Walker es el mejor jugador que ha vestido su camiseta desde que se crearon como los Charlotte Bobcats y después adquirieron la historia de los Hornets, y esa etapa se ha saldado con dos visitas a los playoffs y dos salidas en primera ronda.
Puede que Michael Jordan sea muy grande, pero sus Hornets no dejaban de estar en un mercado pequeño, y estos mercados no pueden permitirse tener muchos errores.
Como, por ejemplo, dar contratos inflados y que terminan fracasando como el de cinco años y 120 millones de dólares a Nicolas Batum o el de cuatro años y la misma cantidad de Gordon Hayward. Parte del problema puede haber sido la misma competitividad de su alteza: bajo su mandato nunca quiso tocar fondo y buscar elecciones altas del Draft, porque Jordan no quería que se relacionara a su imagen con el tanking. Eso llevó a una mediocridad constante en la que solo seleccionaron seis veces dentro del top 10 del Draft a pesar de haberse tratado de 13 años de resultados pobres.
Lo llamativo es que su etapa como propietario de los Hornets ha sido un fracaso en lo deportivo… pero todo un éxito para sus bolsillos. Jordan compró la franquicia en 2010 por 275 millones de dólares, y venderá ahora una parte mayoritaria con una valoración de la franquicia de 3.000 millones de dólares. Ya quisiéramos todos que nuestros fracasos fueran como este.
Una gran familia
Michael Jordan siempre se ha intentado rodear de gente a la que conozca bien. Quizás sea un mecanismo de autodefensa cuando te conviertes en el mejor del mundo en algo, en una figura reconocida universalmente, y, por tanto, eres el objetivo de gente que trata de aprovecharse de ti. Es entendible que se tienda a confiar solo en tu gente más cercana. Pero la ausencia de voces disonantes muchas veces es también la base de un fracaso estrepitoso.
Si cogemos la lista de las contrataciones de Michael Jordan desde que dirige los Charlotte Bobcats-Hornets nos encontramos una larga lista de familiares, amigos o personas con las que tiene alguna relación previa. La NBA es una liga que tiende a la endogamia, por no decir directamente al nepotismo, porque los propietarios de las franquicias tienden a manejarlas como negocios familiares en muchas ocasiones. Pero lo de los Hornets va más allá de lo común.
A saber: su hermano James Jordan es el director de operaciones. Su hermano Larry Jordan es director de desarrollo de jugadores. Su sobrino Justin Jordan (hijo de Larry Jordan) es ojeador. Fred Whitfield, director de operaciones y presidente de los Hornets, es amigo de Jordan desde el instituto. Rod Higgins, compañero de Jordan en Chicago, fue su primer general manager en los Bobcats. Durante su mandato firmaron a Cory Higgins, hijo de Rod, y le dieron minutos cuando era evidente que no estaba aún para la NBA. Michael Jordan es su padrino, literalmente. Higgins pasó a tener una buena carrera en Europa.
El primer entrenador que fichó para los Bobcats fue Sam Vincent, compañero suyo en los Chicago Bulls. Larry Brown fue el entrenador que tomó el relevo de Vincent. Brown era ex de North Carolina, como Jordan. El general manager de los Charlotte Hornets actualmente es Mitch Kupchak, ex de North Carolina también. El asistente de general manager es Buzz Peterson, quien era compañero de habitación de Jordan en North Carolina. El asistente de operaciones de baloncesto es Maxwell Kupchak, hijo de Mitch. El jefe de coordinación de vídeo es Jackson Simmons, yerno de Buzz Peterson, y también jugó en North Carolina.
Es toda una gran familia. Ya sea por sangre, o por sus Bulls, o por su alma máter, North Carolina. Y no te atrevas a criticarle. Jordan actualmente no se habla con Charles Barkley, con quien se llevaba muy bien hasta que este dijo públicamente que lo estaba haciendo mal como propietario, que se estaba rodeando mal y con gente que no se atrevía a llevarle la contraria, y que si seguía así la franquicia acabaría muy mal.
Al final del camino, parece que Barkley tenía razón. Michael Jordan es ahora unos miles de millones de dólares más rico. Seguirá siendo propietario minoritario, pero saldrá de la toma de decisiones de la franquicia y dejará de ser su cara visible. Y lo hace saliendo por la puerta de atrás y en la oscuridad de su propia sombra.