Un brote de coronavirus en el entorno de Vladímir Putin, que está en cuarentena, un famoso presentador de televisión ruso hospitalizado y la aprobación de la vacuna Sputnik V por parte de la Organización Mundial de la Salud (OMS) que no llega tras muchos meses de espera. Estos son los últimos contratiempos para la campaña de vacunación rusa, estancada en un tercio de la población cuando el país atraviesa una larga tercera ola y el 95% de los casos detectados son de la variante delta, más contagiosa.
“No son ni una ni dos, sino decenas de personas [infectadas]”, ha admitido el presidente ruso este jueves durante su intervención por videoconferencia en la cumbre de la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva (OTSC), celebrada en Tayikistán y a la que debería haber ido. Esta semana, tras detectarse covid-19 en su entorno, el mandatario, que ha dado negativo por coronavirus en los test y que se vacunó contra el coronavirus con la vacuna Sputnik V en secreto hace medio año (plazo en el que las autoridades recomiendan recibir una tercera dosis), entro en autoaislamiento. “Veremos si la Sputnik demuestra en la vida real sus parámetros de protección contra la covid-19”, dijo nada más conocerse la noticia.
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A la preocupación por el número de casos detectado en el entorno del Kremlin, que hasta hace poco ha tenido una precaución extrema con sus contactos y con su agenda, se suma la hospitalización de un conocido presentador de la televisión estatal rusa. Dmitri Kiseliov, considerado la voz del Kremlin, mandó un mensaje de tranquilidad a la población. “La Sputnik V funciona, ya puedo andar seis kilómetros por el hospital”, dijo el mismo presentador que en el último año ha emprendido una campaña de desprestigio contra las alternativas occidentales y que llegó a catalogar la de Oxford y AstraZeneca como “la vacuna del mono”.
Las autoridades rusas presumen de que la Sputnik V fue la primera vacuna en recibir la aprobación nacional para su uso de emergencia. Sin embargo, han pasado ya 13 meses y sigue sin obtener el visto bueno de la OMS. En una rueda de prensa online de una de sus ramas regionales, la Organización Panamericana de la Salud, su subdirector, Jarbas Barbosa, explicó que el proceso de evaluación de la Sputnik V sigue paralizado. Los inspectores de la OMS que visitaron Rusia para verificar la Sputnik V —aprobada ya por 70 países, entre ellos varios de América Latina— detectaron algunos problemas en su protocolo de esterilización y riesgo de contaminación cruzada en una de las plantas de producción y esperan informes de que se han resuelto. El fabricante, una de las nueve plantas que elabora la Sputnik V en Rusia, “no se atenía a las mejores prácticas de producción”, señaló Barbosa. “Seguimos esperando”, lamentó. La aprobación de la OMS o de la Agencia Europea del Medicamento (EMA) es por ejemplo requisito para abrir España y otros países de la UE a los turistas rusos vacunados con ese fármaco.
Todas estas noticias suponen un contratiempo para la campaña de vacunación, la cual marcha con lentitud pese a que la inoculación universal comenzó el 5 de diciembre de 2020. Según los datos del Ministerio de Salud, 46,1 millones de personas, un 31,6% de su población, han recibido al menos una dosis de las diferentes vacunas rusas, pues el resto de alternativas, incluida la china, no están aprobadas en el país. El proceso de inmunización no repuntó hasta junio, cuando la llegada de nuevas cepas y la baja tasa de personas protegidas contra el coronavirus forzaron a algunas administraciones, como la de Moscú, a introducir medidas que contemplaban la vacunación obligatoria del sector servicios pese a la renuencia del Gobierno central. Según Rosstat, la agencia de estadísticas rusa, unas 365.000 personas murieron de coronavirus desde marzo de 2020 a julio de este año. Sin embargo, las cifras reales podrían ser superiores dado que el número de fallecimientos se ha incrementado notablemente. Según los datos recopilados por medios independientes como The Moscow Times y MediaZona, declarados agentes extranjeros, el exceso de mortalidad desde el principio de la pandemia ronda las 600.000 víctimas mortales.
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