La Casa Blanca, el nuevo foco de coronavirus en Washington


Donald Trump convirtió su alta voluntaria del hospital en un acto de campaña y una reafirmación de sí mismo. Ocho minutos tarde sobre su horario previsto (18.30 hora local), el presidente, contagiado de coronavirus, abandonó por decisión propia el hospital militar –al fin y al cabo él es el comandante en jefe y su médico es un militar bajo sus órdenes– en el que estaba confinado desde el pasado viernes. El mandatario bajó las escaleras de la entrada del centro médico Walter Reed en Bethesda (Maryland, a las afueras de Washington) para hacer un primer gesto a la prensa con su pulgar hacia arriba. No contestó ninguna pregunta. Antes de entrar en el coche, Trump volvió a repetir el mismo gesto y movió su puño en señal de fortaleza. Luego embarcó en el Marine One, el helicóptero que le llevó hasta una Casa Blanca que abandonó el viernes con gran confusión sobre su estado real de salud. Según informó en su cuenta de Twitter, Trump garantizaba que estaría muy pronto de vuelta en la carretera para seguir con la campaña electoral.

Pero el momento de la noche estaba por llegar. Trump descendió del helicóptero para subir las escaleras hasta la rotonda trasera de la Casa Blanca. Ese fue su momento dramático, un choque de fuerza, un golpe de autoridad que significara que era fuerte, que el virus no tenía importancia y que ahí estaba él para demostrarlo. Trump ha regresado a la Casa Blanca, contagiado, rompiendo todo tipo de protocolo de seguridad sobre el coronavirus.

Donald Trump regresa a la Casa Blanca tras haber estado ingresado en el hospital por coronavirus. En vídeo, Trump asegura que podría ser inmune al coronavirus.FOTO: EVAN VUCCI / VÍDEO: REUTERS

Durante la mañana Trump decidió saltarse todos los protocolos y no esperar a que su equipo médico anunciara su alta médica. Como no, a través de Twitter, el presidente escribió lo siguiente: “Dejaré el gran Centro Médico de Walter Reed hoy a las 18.30 (hora de Nueva York). ¡Me siento muy bien! No tengan miedo de la covid. No dejen que domine su vida”, escribió el mandatario, a pesar de que han muerto más de 210.000 norteamericanos por esta enfermedad, de la que están contagiados más de siete millones de estadounidenses. Trump seguirá su convalecencia en la Casa Blanca, pero es una incógnita si estará en cuarentena o se relacionará con su equipo. Trump no perdió la oportunidad de sacar pecho y en ese mismo mensaje declaró que bajo su Administración se habían desarrollado medicamentos muy buenos. “¡Me siento mejor que hace 20 años!”, dijo, como si hubiera bebido de la fuente de la juventud en lugar de estar sometido a un agresivo tratamiento experimental.

Poco después del anuncio del mandatario llegó la esperada rueda de prensa del equipo médico de Trump que, una vez más, volvió a andar sobre hielo fino. Cuando los reporteros le preguntaron si tenían alguna preocupación respecto a su evolución, el doctor Sean Conley declaró que sí, aunque muy matizada. Para el médico del mandatario se sigue estando “en territorio inexplorado” porque no se sabe cómo evoluciona un paciente al que se le administran tratamientos tan agresivos como los que ha recibido Trump (incluido un cóctel de anticuerpos experimental) en una etapa tan temprana de la enfermedad. Para Conley, la clave está en que supere el próximo fin de semana evolucionando bien. A pesar de que los periodistas le insistieron para saber cuál fue el último test negativo de Trump, Conley se negó a contestar citando protección de la información.

El presidente Donald Trump demandaba regresar a la Casa Blanca el domingo sin parecer que le importara haber tenido que recibir oxígeno el pasado viernes y sábado y que estuviera siendo tratado con unos fármacos que demuestran la gravedad de la situación que vive. Según fuentes citadas por la cadena CNN, “Trump estaba harto del hospital” y, en su opinión, le hacía parecer “débil”. Quizá por eso, la Casa Blanca se ha embarcado en una comunicación confusa sobre la salud del mandatario, llena de contradicciones y que le han valido críticas sumarísimas. Solo el hecho de que sea un presidente adicto a los focos y ajeno al bien de los demás puede explicar su atrevimiento a darse un paseo victorioso en coche frente a los seguidores que le aclamaban en el Hospital Militar Walter Reed, a las afueras de Washington.

El tratamiento que recibe el mandatario choca de frente con la realidad de un alta hospitalaria cercana. Desde el viernes se fue informando sobre la salud del mandatario, pero fue una comunicación llena de lagunas que dejaba más preguntas que respuestas. Trump tuvo “fiebre alta” el viernes, pero no se dijo la temperatura. El nivel de oxígeno estuvo por debajo del 95% en dos ocasiones, una de ellas a 93%, aunque nunca llegó por debajo de 90%. Los facultativos le administraron dexametasona el sábado, que básicamente es un esteroide que se utiliza en casos graves. El viernes, recibió una dosis de un cóctel de antivirales experimental. Nada de lo anterior cuadra con un alta a tres días de su ingreso.

El médico personal del presidente, Sean Conley, fue informando a la prensa con más o menos forceps desde su hospitalización el viernes. Y sin embargo, el jefe de Gabinete del mandatario, Mark Meadows, expresaba este lunes que el presidente Trump estaba teniendo un “progreso increíble” y estaba “listo para volver a retomar su agenda de trabajo normal”. “Se reunirá con sus médicos y enfermeras hoy para realizar evaluaciones adicionales de su progreso”, ha asegurado Meadows, en una entrevista en Fox News. Esta misma tarde [por el lunes], ha añadido, tomarán la decisión de si puede abandonar el hospital y regresar a la Casa Blanca.

Según Meadows, sobre quien es probable que caiga toda la furia del presidente, ya que el sábado hizo unas declaraciones bastantes más lóbregas sobre su estado de salud que las que ofrecía a la opinión pública el médico del mandatario, la salud de Trump había mejorado durante la noche y había “optimismo” en la Administración sobre la posibilidad de que abandonase el lunes mismo el hospital Walter Reed. “Su tratamiento ha sido notable”, aseguró Meadows, “y su fuerza ha sido increíble”.

Ruido y furia en Twitter

Trump comenzó el lunes con una ráfaga de furiosos tuits, todos en mayúsculas, pero a diferencia de sus otros días de ruido y furia en Twitter, en esta ocasión el mandatario está bajo los efectos del esteroide dexametasona y del medicamento en fase de experimentación Remdesivir, además de haber sido tratado en un primer momento con una terapia de anticuerpos experimental desarrollada por la empresa de biotecnología Regeneron.

La Casa Blanca ha insistido en que Trump sigue adelante con sus deberes presidenciales y ha proporcionado una serie de fotos en las que se le ve trabajando en el hospital, además de haber hecho públicos una serie de vídeos con mensajes para que quede claro que ni está débil ni ajeno a su función como jefe de Estado. Según informa la cadena pública de radio NPR (siglas en inglés), el vicepresidente, Mike Pence, quien no ha sido visto en público desde que Trump enfermó, debía de abandonar hoy Washington camino de Utah como comienzo de una semana llena de eventos de campaña, cuyo máximo exponente estará en el debate del martes por la noche frente a la candidata demócrata a la vicepresidencia, Kamala Harris.

Las quejas por el manejo de una situación nada convencional, una grave enfermedad contraída por el presidente de Estados Unidos, no han arreciado. La última en lanzar sus dardos ha sido Nancy Pelosi, la líder de la mayoría demócrata en la Cámara de Representantes y segunda en la línea de sucesión presidencial, después del vicepresidente Mike Pence, quien ha asegurado que no ha sido informada sobre el estado de Trump desde que se le diagnosticó la covid-19. “Estamos obteniendo nuestra información igual que todos los demás, en los medios”, dijo Pelosi, en una entrevista televisiva el domingo. La líder demócrata, que dio negativo en una prueba de diagnóstico realizada el viernes, deseó a Trump una “pronta recuperación”.

Desde este lunes, la Casa Blanca permanecerá bajo mínimos. Por la mañana, caía la penúltima pieza del dominó de la Administración afectada por el coronavirus. La jefa de prensa, Kayleigh McEnany, anunciaba que había dado positivo en la prueba de coronavirus. Por la noche, antes de conocer su diagnóstico, la Casa Blanca enviaba un correo electrónico a todos sus empleados pidiéndoles que no acudieran a trabajar si tenían síntomas de la covid-19. “Como recordatorio, si estás teniendo síntomas como dolor de garganta, tos, fiebre, dolor de cabeza, pérdida de gusto u olfato, dolores musculares, escalofríos, diarrea o dificultad al respirar, por favor quédate en casa y no vengas a trabajar hasta que estés libre de síntomas”, decía el correo. En el caso de que los síntomas aparezcan en el lugar de trabajo, la instrucción es “regresar a casa inmediatamente” y acudir al médico habitual, y no al servicio médico de la Casa Blanca. Una Casa Blanca desierta a la que regresa Trump ante una campaña electoral totalmente por definir.

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