La Agencia Central de Inteligencia norteamericana (CIA, siglas en inglés) ha concluido en un informe, al que ha tenido acceso el diario The New York Times, que los misteriosos dolores de cabeza, vértigos y náuseas que sufrieron diplomáticos estadounidenses, en un fenómeno conocido como el síndrome de La Habana, no fueron fruto de una operación organizada por Rusia u otros agentes extranjeros con el fin de recopilar información de inteligencia.
Para el espionaje estadounidense, la mayoría de los más de 1.000 casos reportados y de los que Washington tiene constancia pueden justificarse con causas ambientales, condiciones médicas sin diagnosticar o puro cansancio. La Agencia rechaza de plano que la misteriosa dolencia que ha atacado desde 2016 a los espías y diplomáticos estadounidenses se deba a una campaña global llevada a cabo por una potencia extranjera.
Se le conoce, de forma errónea, como síndrome de La Habana porque los primeros incidentes se conocieron en la isla de Cuba a finales de 2016. Pero desde entonces han ido brotando por lugares tan lejanos como Austria, Colombia, Rusia, Australia, China o Uzbekistán. El pasado otoño, el Congreso sacaba adelante, con apoyo de demócratas y republicanos, una ley para apoyar económicamente a las víctimas del incidente de salud no identificado, algunas de las cuales no han podido reincorporarse al trabajo.
Lo que no descarta la CIA es que exista implicación extranjera en dos docenas de casos que no se pueden explicar y que siguen investigando. Pero “en cientos de otros casos de posibles síntomas, la agencia ha encontrado una explicación alternativa y creíble”, según el diario neoyorquino. Para Washington, esos casos que pueden encuadrarse bajo el síndrome de La Habana, ofrecen una posibilidad única para lograr pistas sobre si una potencia extranjera es responsable de algunos de los incidentes de salud inexplicables.
La CIA nunca ha acusado directamente a Rusia u otra potencia de ser responsable, pero algunos funcionarios, particularmente en el Pentágono, dijeron que creían que había evidencia de la participación de las agencias de espionaje de Moscú. Cuando el director e la CIA, William Burns, viajó a Moscú el pasado diciembre para advertir a Rusia contra la invasión de Ucrania, puso el tema sobre la mesa y declaró que si Moscú estaba detrás de los ataques con microondas habría consecuencias.
El documento, creado para uso interno, ha dejado frustrados a algunos de los afectados, que lo perciben como un cerrojazo a un caso todavía sin resolver. El informe de la CIA “no puede ni debe ser la última palabra sobre el caso”, han declarado al Times algunos de los afectados en un comunicado. Burns puntualizó que “aunque hemos alcanzado algunos hallazgos internos significativos, no hemos dado por acabado el asunto”, señaló el director de la CIA en un comunicado al periódico de Nueva York. “Continuaremos con la misión de investigar estos incidentes”, añadió.
Marc Polymeropoulos, exagente de la CIA, entrevistado el pasado otoño por este periódico, sufrió síntomas del síndrome de La Habana en un viaje a Moscú en 2017. Para un espía curtido durante 26 años en zonas como Oriente Próximo y Afganistán, “es fundamental continuar investigando los casos que siguen sin esclarecerse”. “Llevó 10 años encontrar a Osama Bin Laden”, ha dicho Polymeropoulos al Times. “Solo pediría paciencia y que tanto la agencia como el Departamento de Defensa siga investigando”.
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