EL PAÍS

La coalición alemana afronta su mayor desafío con el suministro de Leopard a Ucrania


Manifestantes protestan en Bruselas para que Occidente envíe carros de combate Leopard 2 a Ucrania, este lunes.OLIVIER HOSLET (EFE)

La presión sobre el canciller alemán, Olaf Scholz, para que los tanques Leopard 2 lleguen a Ucrania aumenta día a día. También dentro de Alemania y, lo que es más preocupante para la armonía de su Ejecutivo, desde el propio Gabinete. Socialdemócratas, verdes y liberales difieren en el tipo de ayuda militar que debe recibir Kiev casi desde el inicio de la invasión. Los socios menores de Scholz llevan meses exigiendo la entrega de carros de combate. Hasta ahora lo habían hecho a través de sus diputados en el Bundestag, pero ahora ya son los ministros los que opinan en público sobre tan delicada cuestión, lo que amenaza con quebrar la unidad del tripartito.

Mientras Scholz y Emmanuel Macron cenaban juntos en el Elíseo el domingo por la noche, la ministra de Exteriores, la verde Annalena Baerbock, dijo en una entrevista que Alemania no se opondrá a la reexportación de los Leopard. Una declaración llamativa porque la decisión no está en su mano, sino en la del Consejo Federal de Seguridad, y porque el canciller todavía no se ha pronunciado sobre la cuestión. Hace unos días era el ministro de Economía, el también verde Robert Habeck, el que opinaba sobre algo en lo que solo tiene una competencia limitada: “Alemania no debería interponerse en las decisiones de otros países para apoyar a Ucrania, independientemente de la decisión que tome”.

Scholz resiste la presión, tanto la externa como la interna, y parece decidido a tomarse su tiempo. “El Gobierno no descarta entregar tanques Leopard”, dijo el lunes su portavoz: “Simplemente, no ha decidido si lo hará”. Al menos en público, el canciller cuenta con el apoyo de su partido. Los socialdemócratas le defienden de los ataques de la oposición y piden comprensión ante una decisión de enorme calado, pero según relatan algunos medios, empiezan a aflorar críticas por su falta de comunicación. Los reparos de Scholz se conocen, o más bien se intuyen, pero no porque los haya explicado él mismo.

“En lugar de dar a conocer los pros y los contras, Scholz prefiere aceptar la imagen de canciller temeroso, débil en el liderazgo y frío de corazón hacia Kiev que se ha creado en el extranjero”, asegura Der Spiegel. Al canciller le preocupa que el líder ruso, Vladímir Putin, encuentre en los tanques alemanes la excusa para una escalada en el conflicto. “Debemos evitar que se convierta en una guerra entre Rusia y la OTAN”, dijo la semana pasada en el foro económico de Davos (Suiza).

El Alto Representante de la política exterior de la Unión Europea, Josep Borrell, en una comparecencia ante la prensa en Bruselas, este lunes 23 de enero de 2023. Foto: REUTERS/Johanna Geron | Vídeo: EFE

En su reticencia pesan también consideraciones históricas. En la memoria de los alemanes todavía está presente el recuerdo de los tanques nazis arrasando media Europa durante la II Guerra Mundial. Como resultado, Berlín se ha negado durante décadas a enviar su armamento a zonas de conflicto, incluso prohibiendo la reexportación desde terceros países. Ese tabú cayó al inicio de la guerra en Ucrania, cuando el Gobierno autorizó el suministro de 1.000 misiles antitanque y de 500 misiles tierra-aire Stinger de las existencias de la Bundeswehr (el ejército alemán) para apoyar a las fuerzas armadas ucranias. Poco a poco, Scholz ha ido accediendo a enviar armas con mayor potencial ofensivo, hasta llegar a la artillería pesada o los blindados Marder.

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Pero los potentes y ágiles tanques Leopard 2 suponen la última línea roja, y la más difícil de cruzar. Se trata de máquinas que realmente pueden cambiar las tornas en el campo de batalla al permitir al Ejército ucranio atacar y recuperar posiciones actualmente en manos del Ejército ruso. Scholz no quiere significarse, por eso insiste en “no actuar en solitario” y decidir siempre de acuerdo con sus aliados. En la práctica, esa afirmación remite a Estados Unidos. El último ejemplo es todavía reciente: Berlín no dio el visto bueno a los blindados Marder hasta que este mes de enero acordó con el presidente Joe Biden que Washington enviaría al mismo tiempo sus Bradley.

La insistencia en que también otros países envíen sus carros de combate ―los Abrams estadounidenses, los Challenger británicos o los Leclerc franceses― responde a un intento de difuminar el riesgo, repartirlo entre otros aliados. El canciller teme que todos los Leopard, sin importar de qué país lleguen, sean vistos por Moscú como tanques alemanes, y que Putin considere únicamente a Alemania como parte de la guerra. Los críticos de Scholz apuntan a otro motivo que va más allá de la preocupación por la seguridad: que el canciller esté pensando en el final de la guerra, y en que habrá que recuperar las relaciones con el que hasta hace un año era uno de los principales socios comerciales de Alemania.

El ministro de Defensa, Boris Pistorius, recién llegado al cargo tras la dimisión de su predecesora, tampoco se ha explayado en las razones de la tardanza de Scholz. “Se trata de sopesar las consecuencias de la inacción, pero también de la acción”, dijo en una entrevista con la televisión pública el domingo por la noche, visiblemente incómodo ante las insistentes preguntas de la presentadora. “Tenemos una responsabilidad especial”, añadió.

La mayoría de analistas dan por hecho que Alemania acabará enviando los Leopard 2, o al menos que dará autorización a los países que están dispuestos a mandarlos. La pregunta ahora es cuándo, y si países como Polonia acabarán perdiendo la paciencia y amenazando con pasar sus unidades al otro lado de la frontera, aun sin el permiso alemán. Pistorius ha dicho que la decisión se tomará “pronto”. Varsovia, mientras tanto, eleva el tono y dice estar dispuesta a crear una “pequeña coalición” sin Alemania para enviar los tanques. El primer ministro, Mateusz Morawiecki, anunció este lunes que su país “pronto” solicitará formalmente permiso a Berlín para reexportar los carros de combate. Pese a su retórica amenazante de estas últimas semanas, todavía no ha pedido la preceptiva autorización.

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