La conexión García

Raúl García (centro) disputa con Sergio Ramos un balón aéreo este jueves en La Rosaleda, con Dani García a su izquierda y Unai Núñez a su derecha.
Raúl García (centro) disputa con Sergio Ramos un balón aéreo este jueves en La Rosaleda, con Dani García a su izquierda y Unai Núñez a su derecha.Jorge Zapata / EFE

El Madrid de los García, que eran cinco, alcanzó fama a finales de los setenta. Era un equipo casi de andar por casa, que perdió una final de la Copa de Europa contra el Liverpool. El Athletic de los García, que eran dos hasta que llegó Marcelino, penaba por los campos de España hasta que apareció el técnico y sorprendió al Real Madrid, que ya sólo tiene un García, y de segundo, que es Sergio Ramos.

Y esa conexión rojiblanca entre técnico y jugadores con el apellido más común en España, que comparten millón y medio de personas, se ha convertido en una solución, después de que durante semanas pareciera un problema irresoluble. La llegada de Marcelino ha ordenado las cosas, por mucho que en La Rosaleda utilizara un sistema similar al de su antecesor frente al mismo rival.

Hasta que la directiva del Athletic decidió la sustitución de Gaizka Garitano como entrenador, la presencia de Raúl y de Dani García empezaba a resultar sospechosa por razones diferentes. El delantero navarro había perdido la titularidad. Los goles que se le caían de los bolsillos la temporada anterior, y que mantuvieron al equipo en la zona media-alta, se habían esfumado. Raúl apenas remataba, y su habitual labor de brega en la vanguardia se había convertido en un esfuerzo baladí.

Garitano optó por alinear a Villalibre, casi por aclamación popular. Cuando en Valdebebas Raúl García volvió a aparecer en la alineación inicial, sorprendió con su salida furiosa, como un juvenil intentando demostrarlo todo. Jugó pasado de vueltas, realizó tres faltas en 13 minutos y dos de ellas fueron consideradas por Gil Manzano —el árbitro en la final del domingo— merecedoras de amarilla. Antes del cuarto de hora había dejado al Athletic con diez jugadores, que se multiplicaron pero acabaron sucumbiendo.

La crisis de Raúl García parecía coyuntural; la de Dani García era estructural. El jugador guipuzcoano fue uno de los escuderos de Garitano en el Eibar, desde Segunda B hasta Primera. Cuando se reencontraron en el Athletic, alcanzó plaza fija en la alineación, pero en los últimos tiempos, el técnico cesante se empeñó en combinarlo con Mikel Vesga. Ambos casaban bien con cualquier otra pareja, pero juntos se hacían previsibles y el Athletic se convertía en un equipo sin filo.

En el primer partido con Marcelino, Dani García perdió la titularidad, pero volvió a figurar en el equipo, en la semifinal de La Rosaleda, formando pareja con Vencedor. Entonces, su aparición tuvo otro sentido. Marcelino ordenó una presión adelantada para impedir la salida cómoda del Madrid, y en eso es un especialista. Jugó un gran partido de contención, y estuvo atento para rebañar el balón en el error de Lucas Vázquez, y para darle el pase a Raúl García, en una conexión que acabó en las redes de Courtois. El navarro dijo al final que tenía el partido marcado en su agenda después de reconocer que en Valdebebas se equivocó y dejó a sus compañeros a los pies de los caballos. Esta vez no. La conexión funcionó ordenada desde el banquillo por el tercer García. Raúl no entró en combustión. Se dedicó al trabajo fino, marcó dos goles y clasificó al Athletic para la final.


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