En el Sevilla se ha desatado la histeria colectiva en la que no se salva nadie. Jugadores llorando sobre el césped (Bono tras los cuatro goles recibidos ante el City), ex presidentes (Del Nido) exaltados pidiendo la dimisión del máximo mandatario y de su propio hijo como vicepresidente, el director deportivo sacando a los jugadores del vestuario y poniéndolos a cantar el himno delante de su afición tras una derrota en Almería, y el entrenador coleccionando derrotas y lanzando dardos al club por la deficiente planificación.
El 0-4 del estreno en Champions no ha hecho más que confirmar la crisis y que la afición explotara contra Castro provocó que el consejo ejecutivo se reuniera ayer para analizar la situación deportiva y debatir sobre la conveniencia de destituir o no a Julen Lopetegui. El técnico, que ya acabó muy desgastado la pasada campaña tras una mala segunda vuelta, tiene dos años más de contrato, hasta 2024, y su salida tendría un coste importante para un club que ha demostrado en el mercado de verano que no anda bien en el plano financiero pese a ingresar más de 80 millones de euros por los traspasos de Koundé y Diego Carlos.
Nadie daba ayer la cara en el acto de presentación de los dos últimos refuerzos, Januzaj y Dolberg. Pese a que tanto Castro como Monchi estaban presentes, nadie habló siguiendo la política de comunicación del club de no restar protagonismo a los futbolistas.
Con nombres como el de Jorge Sampaoli empezando a sonar como candidato, Lopetegui, de momento, parece tener margen hasta este sábado en Cornellà para sumar el primer triunfo y salvar la cabeza, la misma que pide la afición, aunque de momento la haya tomado con Castro, y que puede tener las horas contadas. Y detrás de todo, la guerra accionarial latente con Del Nido como enemigo en la trinchera que de vez en cuando, como ahora, estalla.