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La delicada tarea de masturbarse

Cuando se habla de masturbación lo primero que suele pensarse es en un acto puramente animal, al fin y al cabo los bonobos lo hacen y por lo general los momentos en los que más lo hacemos es cuando estamos enfermos o aburridos, porque nos ayuda a sobrellevar la carga. Pero estas últimas masturbaciones no nos atañen aquí, pues son más de carácter mecánico.

La masturbación en la que me interesa ahondar en este texto es la cotidiana, la que hacemos porque estamos cachondos y en soledad y toca desahogarse de algún modo. No interactuar con nadie dificulta la tarea, razón por la cual nos solemos auxiliar con estímulos físicos como los juguetes sexuales o, en su versión low-cost: usando la mano no-preferente, usualmente a este tipo de masturbación se la conoce como “la extraña”.

Pero la parte verdaderamente delicada de esta tarea, más que la elección de la herramienta, es el modus operandi: en mi caso, si uso la imaginación tengo que concentrarme muchísimo y cuando veo pornografía cambio de vídeo cada dos por tres porque ninguno me suele valer entero. Esta es una de las razones por las que, pienso, la gente menosprecia el cine para adultos: porque una película sólo te la pasas a saltos cuando te aburre, mientras que del porno se da por sentado que lo vas a hacer para irte a la parte explícita, de modo que se tiene poco aprecio al guión. Sin embargo, es precisamente por eso que se materializa un inmenso aprecio a la actriz, porque de su forma de gemir, de moverse, de la cara que ponga, dependerá que podamos corrernos más o menos rápido.

En mi caso la forma de dilucidar cuánto me gusta una actriz porno es en función de cuánto vea que realmente está viviendo la situación. De hecho pienso que una de las grandes razones por las que tiene tanto éxito el porno amateur (yo suelo consumir mucho una cuenta de Twitter llamada @NotTooKinky) es que en principio es pornografía hecha para uso y disfrute de la pareja y no con un reclamo puramente profesional, lo que facilita pensar que los orgasmos y el placer son reales. De hecho esta es la razón por la que a mi ver Sasha Grey triunfó: por su mirada. Esto a mucha gente le puede parecer un chiste, pero no lo es en absoluto. Realmente lo excitante de las películas de Sasha Grey es cómo ves en sus ojos que le excita exhibirse y disfruta las escenas, que tenga una forma particular de mover los labios según esté el actor sacando el miembro o introduciéndolo, etc., precisamente por esta sensación que genera de realidad logra hacerte dejar de pensar y es mucho más fácil ver más metraje seguido para correrse.

De algún modo la masturbación sirve para entenderse mejor a uno mismo. A través de las fantasías vas descubriendo tu sexualidad y ahondando en tu personalidad. No debería minusvalorarse tanto esta práctica cotidiana pues es así como uno llega a aceptar su orientación sexual. Además, pienso que una de las primeras cosas que hay que conocer de una persona a la hora de decidir si es una pareja adecuada es el tipo de fantasías con las que se masturba porque así es sencillo comprobar si es compatible con nosotros pues la sexualidad es una parte fundamental a la hora de compartir la vida con alguien.

Masturbarse es escucharse a uno mismo.




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