La derecha clásica derrota con claridad a Le Pen en las elecciones regionales francesas, según las estimaciones


La derecha clásica francesa, alejada del poder desde hace más de una década y dividida por las luchas de liderazgo, derrotó con claridad a la extrema derecha de Marine Le Pen en la primera vuelta de las elecciones regionales de ayer, según los primeros sondeos. La victoria de Los Republicanos (LR) frente a Reagrupamiento Nacional (RN) de Le Pen es la gran sorpresa de una jornada electoral marcada por una abstención récord.

El resultado altera el escenario de unas elecciones presidenciales en 2022 en las que el actual presidente, Emmanuel Macron, se enfrentaría a Le Pen sin que nadie se invitara en la competición. Ni el partido de Macron ni el de Le Pen salen bien parados de las regionales y en cambio emergen varios dirigentes de la derecha que pueden optar a disputarles la elección. La izquierda moderada, además, obtiene un respiro al mantenerse como la lista más votada en las cinco regiones que ya gobernaba.

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La derrota de Le Pen es rotunda. Estas debían ser unas elecciones que confirmasen la eficacia de su estrategia de normalización que, con un mensaje más o menos centrado y evitando las estridencias de otros líderes del populismo ultra, captase votos moderados. Su objetivo consistía en demostrar que era capaz de ganar algo más que la decena de pueblos y pequeñas ciudades donde su partido manda ahora. Y exhibir dentro de un año un balance en una región o más para probar que la llegada de RN al poder no significa ni el fin de la democracia ni un caos en la gestión.

La estrategia, a la espera de los resultados de la segunda vuelta, no ha funcionado. Hace seis años, en las últimas regionales, el Frente Nacional —el nombre del partido antes de que le Pen lo rebautizase como RN— quedó en primera posición en la primera vuelta en seis regionales y fue el más votado de Francia con un 27,7% de votos.

La esperanza de Le Pen era igualar o mejorar el resultado, pero ha sucedido lo contrario. RN encabeza solo una región y en todo el país ha recogido, según los sondeos al cierre de los colegios, en torno a un 19% de votos, un resultado que —con las cautelas que aconseja un escrutinio regional lastrado además por la bajísima participación— puede comprometer su estrategia y su liderazgo.

La derecha, bajo la etiqueta de LR o con candidatos independientes, se impuso un mínimo de cinco de las siete regiones en las que ya gobierna, entre ellas Altos de Francia y Auvernia-Ródano-Alpes. Incluso está cerca de ser la más votada en Provenza-Alpes-Costa Azul, donde la extrema derecha tenía más posibilidades de salir vencedora, y ahora es favorita en la segunda vuelta. Los Republicanos son la fuerza más votada en Francia y sacan en torno al 29% de votos.

El resultado es brillante para un partido que muchos veían en vías de liquidación, roto por las peleas internas, sin un rumbo ideológico y con un electorado que Macron y Le Pen anhelaban repartirse. En tercera posición, después de LR y RN, se sitúa el Partido Socialista (PS), el más votado en las cinco regiones que ya gobernaba. Ni La República En Marcha (LREM) de Macron, ni sus aliados centristas, encabezan el escrutinio en ninguna región, reflejo de la escasa implantación territorial de una formación fundada en 2017 y sin líderes de peso, excepto el presidente. El domingo 27 se celebrará la segunda vuelta de las regionales y departamentales, que coinciden los mismos días, y las cosas podrían cambiar. Ahora llega el momento de debatir las alianzas.

En las regionales, se clasifican para la segunda vuelta las listas que hayan superado el 10% de votos, al contrario que en las presidenciales, donde se clasifican los dos candidatos más votados. Este sistema implica que puede haber tres o cuatro listas en la segunda vuelta. Cuando hay multitud de finalistas, el voto se dispersa y facilita que el RN, si figura entre los clasificados, acabe siendo el más votado.

Pobre resultado

La solución consiste tradicionalmente en la retirada de las candidaturas que no son de extrema derecha para concentrar el voto en la que tenga más probabilidades de batir a RN. Es decir, la unión de todos, desde la izquierda hasta la derecha tradicional y moderada, en un frente republicano contra Le Pen. El pobre resultado de la extrema derecha, sin embargo, altera los cálculos.

Con los resultados de la primera vuelta, queda claro, primero, que los partidos tradicionales que han dominado Francia en las últimas décadas resisten en los territorios: además de LR, también el PS defiende sus cuotas de poder en las regionales. Sucedió algo similar en las municipales de hace un año: LR y el PS, muy debilitados a escala nacional, son fuertes a escala local.

La segunda lección de estos comicios es que la victoria de varios barones de la derecha con ambiciones presidenciales —por ejemplo, Xavier Bertrand en Altos de Francia, Laurent Wauquiez en Auvernia-Ródano-Alpes o Valérie Pécresse en la región de París— supone un desafío a Macron con vistas a las presidenciales del año próximo. Los tres sueñan con el Elíseo. El único rival de Macron ya no es Le Pen, posiblemente debilitada tras las elecciones regionales, sino también la derecha de siempre, la de los presidentes Nicolas Sarkozy y Jacques Chirac.

Según se deduce de los sondeos, Le Pen deberá batirse en la segunda vuelta de 2022 con el presidente actual, el centrista Emmanuel Macron. En la primera vuelta de las presidenciales, Le Pen será la candidata más votada, pero Macron la derrotará en la segunda vuelta.

El diagnóstico de Macron, y el de Le Pen, era que las divisiones partidistas que habían configurado la política francesa desde la posguerra mundial —una alternancia entre el centroizquierda y el centroderecha— ya no eran válidas. La oposición ahora debía ser entre un centrismo amplio moderado, europeísta y más o menos liberal, y el populismo extremista. Pero si la segunda vuelta confirma las tendencias de la primera, las cosas pueden ser distintas. La vieja política se resiste a desaparecer. Quizá las presidenciales de 2022 ya no sean solo cosa de dos.


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