En este Mundial que está ya a la vuelta de la esquina hay historias sorprendentes, historias de superación, historias dolorosas de futbolistas que lo han hecho todo para estar en el el mayor evento futbolístico y que, como consecuencia de graves lesiones o arbitrarias decisiones técnicas, se van a quedar fuera. Este es el caso, por ejemplo, de la inglesa Stephanie Houghton, además capitana del Manchester City.
La historia la cuenta el ‘Daily Mail’. El 19 de marzo de este año, la ex capitana de Inglaterra, de 35 años, estaba en el banquillo del Manchester City en la eliminatoria de la FA Cup ante el Aston Villa. En casa estaba su esposo, Stephen Darby, el exdefensor del Liverpool y Bradford City, a quien le diagnosticaron una enfermedad de la neurona motora solo unos meses después de casarse en 2018.
Él, como siempre lo hace, había insistido en que estaría bien solo, a pesar de la progresión de la enfermedad es devastadora. Sonó el teléfono y Steph descolgó. ‘Stephen ha tenido una caída, está en el hospital’, le dijeron. “Yo me preguntaba ¿pero qué hago aquí? Te sientes culpable Estás en Birmingham y no deberías estarlo”. Stephen, que había sufrido un corte en la parte posterior de la cabeza, fue curado. Afortunadamente, no hubo daños graves.
Pero Stephan sufre una enfermedad para la que no existe cura y de la que un tercio de los diagnosticados fallece en un plazo de 18 meses a dos años. Por eso, para la futbolista, el tiempo que pasan juntos es precioso. Por eso, cuando la entrenadora de las Lionesses, Sarina Wiegman, le explicó a Houghton lo que tenía que hacer para poder entrar en el equipo de Inglaterra después de una lesión en el tendón de Aquiles, primero consultó a Stephen. Y es que tenía que hacer la rehabilitación a unos 60 km. de Manchester. O lo que es lo mismo, algo más de una hora de trayecto cada día.
A Houghton se le puso un injerto y se recuperó a tiempo, pero quedó fuera del equipo para el Campeonato de Europa del año pasado. Estaba devastada, pero siguió trabajando para llegar a tope al Mundial. Wiegman la incluyo en la preselección, pero la descartó en la segunda convocatoria. Otro duro palo, del que ya no sabe si se va a recuperar. “Estaba decepcionada por todo el esfuerzo que puse para hacer las cosas que me pidieron que hiciera, que era volver al equipo (City), jugar bien y contra las mejores”, dice Houghton.
“A partir de enero comencé todos los partidos excepto uno. Me siento como si estuviera en forma, listo para el Mundial. Pero a veces sucede que tienes un entrenador que no te ve como parte de sus planes”, lamenta. La calidad de Wiegman no es discutible, pero sin las lesionadas Leah Williamson y Fran Kirby, Houghton tenía un fuerte argumento de que se merecía un puesto en el grupo de 23 jugadoras, no solo por su calidad sino también por experiencia.
“La conversación fue muy vaga para ser honesta”, explica eligiendo sus palabras con cuidado. “Creo que eso es lo que es difícil de aceptar. Sentí que podría haber aportado algo al equipo. Sabía cuál sería el papel: no sería titular en los partidos, pero habría apoyado a las chicas al ciento por cien. El equipo es lo primero. Pero es decisión de la seleccionadora. No discutí, pero sí le dije: “Hice todo lo que me pediste que hiciera”. “Estuve luchando durante 18 meses para demostrar que todavía puedo jugar a ese nivel, pero quedó bastante claro en esa conversación que no volveré a jugar para Inglaterra”.
La jugadora, de 35 años, planea retirarse como profesional: “Todo lo que siempre he querido hacer es jugar para mi país. Es algo en lo que tendré que pensar durante el verano. Nunca le daría la espalda a mi país, pero no sé si volvería a ponerme bajo ese tipo de presión”.