La digitalización como atajo hacia la inclusión financiera

Lejos quedan las primeras aplicaciones que llegaron al mercado y llenaron muchas horas de ocio y diversión. Juegos y música copaban los principales contenidos, volcados en el entretenimiento. Un poco más cerca en el tiempo, con la aparición de grandes tecnológicas como Apple y Google, el terreno de juego cambiaría de forma radical: las aplicaciones, sin olvidar el entretenimiento, descubrieron un nuevo escenario: los negocios.

Por eso, ahora, el teléfono móvil, el ordenador personal o las tabletas se han convertido en nuestras particulares sucursales bancarias. Una clave nos abre paso al infinito mundo financiero desde cualquier sitio del planeta. La inclusión financiera significa eso: tener acceso en cualquier momento a productos y servicios básicos y cotidianos como son las transacciones, los pagos… y la información. Saber en todo momento cómo están nuestros ahorros o solicitar un crédito reducen casi cualquier gestión a un gesto en el smartphone.

La pandemia provocada por la covid-19 y los obligados confinamientos han jugado a favor del crecimiento de los clientes digitales. Cada vez son más. Según datos del pasado enero, el 39% de las entidades bancarias españolas cuentan con un porcentaje de clientes digitales superior al 80%, algo casi impensable un año antes.

Sin embargo, existen brechas que se deben ir cerrando para hacer de la inclusión financiera una realidad. Todavía hoy, hay millones de personas en el mundo que no utilizan servicios financieros formales, e incluso muchos colectivos vulnerables no tienen cuenta bancaria. ¿Cómo acortar esa desigualdad? Los expertos apuestan por un crecimiento de la formación digital de la población del mundo rural; ven necesario un mayor acceso a estos servicios por parte de todos los géneros y abogan por que los bancos sirvan de instrumento para reducir esa desigualdad digital a través de herramientas que acerquen a sus clientes.


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